7. La última noche en el parque
Una vez más su necesidad dirige la mirada al teléfono. Una suerte de presentimiento estremece su ser cuando oye el politono de Kill Bill en su móvil. ¡Cómo le gustó aquella película!
Las dos, y eso que Tarantino le parecía un aprovechado listillo de la peor calaña, que había triunfado irremisiblemente por la apatía de los grandes directores durante los noventa, no por talento propio. Pero Kill Bill era de lo mejorcito que había visto en los últimos años.
Permitió al silbido que llegara hasta las notas más agudas, ésas que perturbaban a cualquiera que las oyera, no podía remediarlo, a pesar de los avatares de esta noche, era superior a él. Y de repente cesó de sonar.
Se maldijo a si mismo antes de destapar el teléfono.
El teléfono reflejaba un número desconocido, aunque pudiera ser que lo conociera, puesto que recientemente le habían robado el móvil, y aún no había recuperado toda su agenda de contactos, aparte de que su memoria era la de un ajolote desde hacía años ya, cuando la memoria de los teléfonos sustituyó a la de las personas, al menos en lo que a números de teléfono se refería.
Era el número de un fijo que le sonaba de todas maneras, pero no logró saber cuál hasta el instante en que leyó el sms proviniente de Elena, unos treinta segundos después de apagarse la inconfundible sintonía.
El número que le había llamado antes era el de su suegra, estaba claro ahora, y es que su novia le decía lo siguiente en el mensaje: "m ido de casa ya n soy feliz contigo y m mresco ser feliz".
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El relato invisible
No es muy difícil.
Ahora se complica un poco, porque sólo lo hago con los dedos de una mano.
Pero voy a rizar el rizo.
A partir de ahora
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Posible definición de amistad
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6.La última noche en el parque
De algún modo pues, tuvo que ocurrir lo que ocurrió, aunque él ahora mismo no tenía muy claro lo que realmente había pasado, y ahora no hacía otra cosa que mirar su móvil constantemente.
Juan es bastante freak en el sentido moderno de la palabra. Todo lo que tenga que ver con tecnología punta de uso doméstico ha de ser suyo y cuando hace poco tiempo al fin tuvo la opción de disponer de correo electrónico en su móvil no se lo pensó dos veces.
Y ahora, preocupado por ni siquiera recordar bien lo sucedido hace sólo unos pocos minutos, mira la pantalla del teléfono móvil absorto, y como esperando alguna revelación, o para ser exactos, parece como si esperara las indicaciones de alguien, y que esas indicaciones le llegaran a través de un sms o incluso un e-mail.
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A mis lloricas tristes (1ª estrofa)
ay, que no queda almax.
Sufres tanto al máximo
que lloras cante por dentro.
La vía lacrimal
orina donde tu genital.
Una vida, tanto mal.
Ah, tu alma abismal.
No hay palabras ni versos
que sacien tus cuentos.
Ni ópera o, (en español) roca
que sangre en tu copa.
A la joven bella vuelves vieja;
no abarca tu única grandeza.
Y la siguiente huida acaba:
otra más se vuelve fea.
Nada es bueno solo el frío,
por las esquinas de tu barrio,
que no es el mío,
triste llorica, falso y desagradecío.
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Extra, extra. De viaje (...siempre juntos tú y yo, y estar siempre juntos tú y yooooooo...)
Es decir ahora mismo circulo a unos cien kilómetros por hora, aunque la velocidad de mi conexión es de casi un gigabyte, lo cual debe ser bastante más rápido que lo primero aunque no me pregunten sobre qué científica base me apoyo para estimar esto. Es un suponer solo.
Generalmente suele suponer bastante esto de suponer.
Sin embargo sé seguro que este viaje es mejor (sí así, mejor, ya está) que el primer trans-ibérico que realicé por mi cuenta, con esta misma compañía por cierto, allá en el noventa.
Aquél no tenía ni váter e iba más petado que unas alcantarillas que ví una vez en Valencia (en las alcantarillas sólo había cucarachas, no vayan a pensar).
Quince horas en la Ruta de la Plata, tocándole una teta de estrangis a mi vecinorra de entonces, que seguro sólo se hacía la dormida por miedo, gusto o vete tú a saber, y que ahora no sería capaz de realizarme un empalme aunque se lo montara con tres gorilas ante mis propios ojos, no por nada, si no porque lo supongo yo (¡lo ven!).
Me acaban de servir un bocata de chorizo y una cervecita, he léido el 'AS' y 'La Razón' (cosas de los autobuses, y no voy a hacer el chiste fácil, que les veo venir, como decir que me llevó más tiempo leer el primero que el segundo, ¿vale? ), además de agenciarme un ejemplar de 'Las Naciones' que pienso fangar como está escrito, escucho "En el jardín de la duermevela" en mis auriculares (por tercera vez) y escribo en mi blog a un gigabyte y cien kilómetros por hora, en un asiento individual, dejando atrás Albacete camino del centro de mi universo, en el cual a todo esto nunca he estado más que para ver un par de partidos de la antaña Copa de Europa. [¿Hay vida fuera de Madrid? (quien dice Madrid dice BCN, peculiaridades lingüisticas al margen)]
En algo hemos mejorado, o al menos yo, creo, aunque no sé en qué realmente.
En resumen, concluímos: el progreso del hombre es el del mundo, y es inevitable desde nuestra perspectiva, porque ésta es nuestra.
Aquí suena ya "Gang-bang", después vendrá "Stanislasky" y casi acaba con "Historia de un perdedor", aunque antes a mi gemelo Ezequiel lo suicidarán.
Parece ser que (va a llover cuando pase el Pajares, seguro) este es mi disco preferido de Nacho Vegas.
ESPACIO PATROCINADO POR:
ALSA-Grupo Enatcar,
Limbo Starr
y
mi bolsillo & insomnio
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Conversaciones con A (para V)
-Sí. Quiero ser escritor.
-¿Y eso?
-Mamá me ha dicho que tú lo eres.
-Para ser escritor hace falta algo más que tu madre lo diga.
-Pues...para ser como tú.
-Mira. ¿Lo ves? Éste fue escritor.
-Es muy viejo y muy feo.
-Ya no. Está muerto y lo llamaban Jank.
-El perro del vecino se llama así. Mamá dice que está loco.
-De éste también decían que estaba loco. A veces ladraba.
-¿Tú ladras?
-A veces, ¿tú?
-No, no ladro. Soy un niño.
-Ya veo, ya. ¿Ya no quieres ser futbolista?
-Sí también, pero después, ahora no. Mamá dice que los escritores son muy listos, pero que nunca están contentos. Yo a veces tampoco estoy contento. Cuando me pongo el jersey que pica no estoy contento, pero no le digo nada a mamá.
-Pues los escritores sí se lo dicen a sus mamás. No aguantan nada que no les gusta.
-Pero si se lo digo a mamá a lo mejor se enfada o se pone triste, porque es un jersey muy bueno y me lo compró para Reyes. Y el traje del Sporting también. Es mejor no decir esas cosas. ¿Por qué dicen esas cosas los escritores?
-Es porque creen que es mejor decir las cosas, y creen que así ayudan a sus mamás o a quien sea que se lo digan.
-Entonces los escritores siempre dicen la verdad.
-Bueno, no siempre. Muchas veces mienten para contar después una verdad más importante para ellos que las pequeñas mentiras.
-Ya entiendo. Como cuando le digo a Raúl...
-¿Quién es Raúl?
-¿No te acuerdas? ¡Si estuvimos jugando al fútbol cuando viniste la otra vez, hombre! Ese que llevaba la camiseta del Madrid.
-Ah, vale, vale.
-Pues a Raúl le digo a veces que le voy a pegar porque me hace de rabiar en el patio, pero se lo digo porque no me gusta que me haga enfadar. Una vez me empujó aposta y me caí y me hice daño en el culo. Y se fue corriendo porque sabía que lo iba a pegar.
-Sí, sí. Eso es lo que hacen los escritores, se defienden de los que los hacen de rabiar.
-¿Aunque sean sus amigos o sus mamás?
-A veces.
-Vaya, vaya.
-¿Que pasa?
-Pues no sé si yo quiero hacer eso a mamá. Mamá me quiere mucho y yo también. ¿Tú haces enfadar a la abuela cuando no te gusta lo que te regala?
-Ahora que lo dices...pues no, claro que no.
-Si fueras escritor se lo dirías, ¿no?
-Ya te he dicho antes que no soy escritor.
-Pero no te enfades, tío, que ahora te pareces a ese del libro.
-Es mejor que seas futbolista, ¿sabes? A ellos el entrenador no los pone si se entrenan mal.
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5. La última noche en el parque
Jamás se hubiera imaginado acabar hasta las pelotas de esa chica que tanto tiempo le llevó conquistar. Ésa que tenía que caminar con el mayor de los cuidados cuando se bajaba de la tarima de la discoteca donde bailaba cuando la conoció, para tratar de no resbalarse en los rastros de baba que se acumulaban a sus pies como decía él, en los buenos y, decididamente, lejanos tiempos, cuando la pasión entre ellos se desbordaba noche tras noche.
Tampoco con su trabajo de jardinero estaba contento, jardinero industrial se llamaba muchas veces a si mismo, puesto que ni siquiera era un jardinero de verdad, sólo trabajaba para una subcontrata del ayuntamiento en la que cuidaba de los jardines de la capital de su región de manera nada artesana, que es como él consideraba era el modo ideal en que habría que proceder siempre en este oficio.
Ni con su coche o piso, pendientes ambos de ser pagados, y si se ponía a pensar tampoco estaba a gusto con su propio ser, pero bueno, durante la mayor parte del tiempo lo tenía asumido como inherente a la existencia del actual ser humano. Era generalmente de la opinión que en realidad casi nadie se encontraba conforme consigo mismo o su vida, si exceptuaba a los futbolistas o actores de éxito, a los cuales tenía en alta estima por poder dedicarse, y ser ampliamente remunerado por ello en metálico y en especie del género femenino, a aquello que más les gustaba en la vida. No concebía la realización personal a través del trabajo, del amor, hijos, posesiones, solidaridades o asuntos parecidos. Eso para Juan eran comecocos que mantenían a la gente distraída, mansa y complacida. Aunque cuando escarbaba, cosa que por alguna limitación de su entendimiento no le agradaba en absoluto y aún así le resultaba imposible de evitar, un poco más en su análisis de la situación, incluso vislumbraba lejana pero visible, la conclusión de que ni aquéllos, futbolistas, actores y demás farándula, sus héroes, debían estar contentos del todo a pesar de sus hembras, lujos y demás privilegios, según él.
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4. La última noche en el parque
Lo había adquirido de su amigo Antonio no por otra cosa que, según pasó el tiempo se fue dando más y más cuenta, tener un pretexto por el cual poder salir larga y distendidamente a pasear por las noches y fumarse un porrito en el ínterin. Luego descubrió este parque a unas ocho manzanas y dos descampados de su casa donde el perro lo dejaba en paz durante un buen rato dejando de ser una carga necesaria que llevar encima para proporcionarle esos momentos para sí mismo que tanto necesitaba, y así Juan podía meditar reposadamente, en casa no podía ni por asomo, acerca de su vida. Más bien, meditaba acerca de todo menos de su vida, en un estado digamos feliz, aunque, a pesar de la agradable sensación que provocaban en él los efectos propios del buenísimo chocolate que solía consumir y sus consecuentes pensamientos evasivos sin el lastre del perro, acababa habitualmente por deprimirse un poco hacia el final. No podía evitarlo.
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Trastornos mentales y de comportamiento debidos al abuso de cocaína
Otro.
Ella se arrastra hacia el baño. Él sigue dormido. Se durmió mientras lo hacían.
Ha llegado hasta el lavabo. Se enjabona la cara.
Un vistazo al espejo que refleja lo obvio: "esto no puede seguir así", rumia a sus adentros.
Alcanza el sofá. Se enciende el penúltimo cigarrillo.
Sobre la mesa del salón dos ceniceros colmados, dos vasos de tubo vacíos y el mando del televisor. También hay una bolsita blanca abierta.
Aún queda un poco.
Lo suficiente.
Él se ha despertado.
"¿No queda?"
Montan en el coche. Conducen veinte minutos. No se dicen nada.
"No nos fía más". Sobran palabras entre ellos.
Ahora entra ella. Sale tras media hora.
Vuelven.
Él habla.
Ella no dice nada.
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3. La última noche en el parque
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2. La última noche en el parque
Sí, en el tiempo que ha estado viniendo a este parque sólo se había tropezado a lo sumo con un par de personas, hoy han sido seis de golpe, y siempre había sido en los límites del mismo con lo que denominaríamos zona residencial, no como hoy, en su rinconcito preferido escorado en la loma central, pero aún así, no hay nada raro en encontrarse a seis jóvenes a medianoche en un espacio público en una ciudad como ésta. Y que le pidan tabaco estos jóvenes pues tampoco es de extrañar, ni ahora ni antes ha sido algo inusual, con crisis económica o no, además vio claro desde el principio que no restaba mucho tiempo para ser desplumado, sobremanera, cuando fue rodeado estudiadamente por los jóvenes elementos, aunque trató de ignorar este último pensamiento con el fin de reprimir el inevitable pánico nervioso que acechaba en aquel instante en su cuerpo.
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Eslogan definitivo del "briefing" matutino de la unidad psiquiátrica del centro de Salud Mental que hay en mi cabeza
(se impuso tras dura pugna a "la meta es la realidad" y "no hay nada que hacer, aumentemos las dosis")
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1. La última noche en el parque.
Son seis las colillas de cigarrillos Chester las que hay dispersas en el suelo alrededor de Juan.
La séptima aparece cuando da un pasito hacia atrás y apoya la planta de su pie izquierdo en el tronco de la farola, que es el único foco de luz en veinticinco metros a la redonda, sobre el cual reposa la espalda primero y luego, la cabeza.
Esta última colilla en realidad, es la única que debería denominarse como tal, puesto que el resto ha sido consumido únicamente hasta la mitad de la usual vida útil del cigarrillo.
Este recoveco del sendero que serpentea en subida hacia la loma central del parque, donde sobre el firme sólo se encuentra el típico banco de respaldos de madera y armazón de hierro forjado, donde la farola está inserta en la tierra a un par de palmos del bordillo que delimita el espacio natural del urbano, ha estado bien concurrido hasta hace unos minutos.
Juan suele pasear con su perro, desde hace un par de meses, por este coqueto parque de tamaño mediano por el que hasta corre un arroyito artificial que un par de puentecitos como de juguete hechos con tablillas agracian bastante, aunque por lo demás es un corriente parque de extarradio de una ciudad norteña, en el que casi nunca ha coincidido con nadie, puesto que es una nueva urbanización de la reciente periferia de la ciudad y por tanto una zona poco habitada por nuevos adquiridores de viviendas, sin tener en cuenta lo tarde que suele ser cuando Juan saca a su cocker Fritz. El perro puede corretear por las verdes laderas, casi siempre húmedas, ya a partir de medianoche, sin tener que preocuparse de gran cosa por él. Hoy se había retrasado un poco más de la cuenta por la prórroga y los penaltis del partido. Los suyos no habían tenido suerte esta noche.
Pero ahora prefería que su equipo hubiera sido eliminado ya antes, en el tiempo regular, así no hubiera llegado más tarde que de costumbre al parque. Al parque que desde hoy no volverá a considerar como su pequeño rinconcito de esparcimiento. Este lugar ya no será para él el mismo lugar. Nunca más, probablemente.
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El fin de otro amor. Corta versión
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El mejor cuento del mundo
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Ocurrió un domingo
Aquel domingo fue uno con el mundo, pero a la vez quedó fuera del mismo.
Los pensamientos de quienes le rodeaban conversaban en su propia cabeza.
El alma parecía escapársele por la boca. Su cuerpo trataba de retenerla físicamente, con espasmos que le recorrían la espina dorsal.
¿Por qué nadie le había contado de qué trataba todo esto?
A pleno sol de julio la vida se le postraba a sus pies, aunque era tan real que no se lo podía creer. Le era imposible dominar las sensaciones.
Una de las chicas le deseaba. Ella lo estaba, ¿pensando?
El se preguntaba cómo era posible.
No entendía nada, dudaba de su propia existencia; ¿en qué mundo había estado viviendo?¿Siempre fueron así las cosas y en estos momentos lo estaba descubriendo?
Ese día, en aquel parque que le parecía tan, tan verde, dónde las hojas de los arbustos y la hierba crecían, se desarrollaban ahí mismo, ante él, se asomó al azul abismal del cielo que le caía encima. Colores rojos del sol ardían en su vista y le quemaban las entrañas.
De pronto apareció un perro tan grande como él, de exageradas fauces y negro como el final de los tiempos.
Espeluznantes ladridos lanzados desde el mismísimo infierno martilleaban su oído mientras la gelatinosa baba del can goteaba en el rostro de su cuerpo ya vencido.
"No soy tan malo", comenzó a sollozar, de haber podido hubiera gritado, mientras se retorcía sobre la tierra.
"No sabía lo que hacía. ¡Perdón Dios, perdón!"
A su cabeza llegaron pensamientos de las gentes pobres de Africa diría después, durante la primera y única visita que le hicieron en el sanatorio los compañeros de aquella mañana, sus amigos de toda la vida.
Ese acto de contrición le salvó, cree él.
Su madre ya hace tiempo que me deja ir a verle.
Sólo sale de casa con ella.
Si puedo, voy cuando ponen baloncesto. Nos gusta.
Suele caer en domingo.
Fue hace 6 años. Tiene 25.
Jamás me recuperaré de aquello.
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Una historia de amor proletario. Un clásico de nuestros días, en cuatro actos y un epílogo.
El era un chico trabajador.
Juntos fueron felices.
Hasta que dejaron de poder pagar la hipoteca.
No continuará.
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Canción del aspirador orgulloso, ma non troppo (sin dedicatoria, que conste)
no entiendo
qué me propongo.
Ni lo que conseguiré
o por qué lo hago.
Sólo una más y me iré.
Bueno, vale, otra y otra.
Y sigo y sigo y no paro,
la mano temblando,
la pinza soltando.
Una vez más sobrevivivo
manejando los estribos
de pensamientos enloquecidos:
ser es simplemente nocivo (seres simplemente nocivos).
Sí me importa mi vida.
Nunca más en la vida
olvidaré qué es la vida,
sino decir no, mi vida,
aunque sólo sea una vez en toda esta puta mierda de vida, mi vida.
Pero ahora me trae sin cuidado
acabar al cuidado de tipos en bata.
Cuidado,
cuidado con tanto cuidado.
No hay más alimento aquí
que sardinas en lata,
no da para más chata,
lo gasto todo en el chino y su plata.
Así es Agujerito con patas.
Confusa ahora te irás
hacia: 'click'
"Atrás".
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Esto podría ser alguna que otra cosa, pero no un lipograma
Ni color, ni forma, ni tamaño; ni tan siquiera su aproximada ubicación.
Sólo se conocía su afición a gritar en el idioma aún hoy típico de Wiesbaden: 'kaputt, kaputt'.
Y, no es que se le eche de menos, pero me caía bien así como era, tan propio.
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Vaya faena realizada en una de esas plazas donde se lidia de noche. Casi entro a lo grande por la puerta chica.
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Divagación de uno rondando algo demasiado complejo para ese uno. Un relato de Karl Kirchen
Mas ahora...
Aún así me imagino el final y será apoteósico.
Todos y vosotros estaréis allí,
y yo os miraré a los ojos y comprenderé al fin el porqué.
Pero ahora no puedo con mi parpadear,
inducido por esos pajarillos que me cantan a vislumbrar
y comprender un poco más.
No, no puedo, lo admito.
Es un querer y no poder, mi inteligencia me lo impide,
todo esa Mierda imbuida en mí a través de estos años,
sufrimientos incompletos de la Nada,
tendrán que transportarme hasta el final del sendero oteado ya muchas, demasiadas veces.
No sé si podré.
No quiero caer en la tentación del pusilánime.
De nuevo.
Tómame y acaba con esto Destino
que un día de éstos Sino
acabaré muy mal.
Tan mal como ahora.
Como siempre.
No puedo, y además no quiero.
Dum-dum. Dum-dum. Dumdumdum. Dumdumdumdum. Dumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdumdum-dum...
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Karl Kirchen,
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Haciendo feliz a la gente
Nacho estira los brazos, abre los puños, pero no consigue atrapar el balón de playa que se le escapa entre los dedos.
Carlos lleva toda la tarde lanzándoselo a pesar de que los cuidadores le han advertido que es inútil, que ya lo habían intentado ellos miles de veces y nunca lo agarró.
Pero Carlos no se rinde fácilmente.
Él consigue lo que se propone y con tan noble objetivo no iba a desistir de buenas a primeras.
"Espera a que bote y entonces juntas las manos."
Le lanza el balón muy suavemente,
éste bota y Nacho trata de agarrarlo acercando las palmas de la mano. Tarde.
El balón le golpea en la cara. Nacho se la abofetea con rabia.
"No te enfades hombre. Ya verás ahora."
Carlos recoge una vez más el balón. Se arrodilla a dos metros de Nacho que está sentado en el suelo frío y gris de aquel aula.
Se inclina y tras un ligerísimo balanceo de sus brazos suelta el balón.
El balón va por el aire tan despacio que no parece avanzar. Toca el suelo justo delante de las piernas estiradas de Nacho y asciende de nuevo.
Nacho cierra los ojos y aparta el rostro a la vez que sus manos llegan al balón.
"Bien Nacho, bien" grita Carlos y se abalanza sobre él a darle un abrazo. "Lo hemos conseguido. Sabía que lo cogerías".
Carlos, realmente exultante, grita y da saltitos junto a Nacho, que también ríe desatado, contagiado del éxtasis de Carlos.
"Qué pena que éste sea mi último día", les dice a los cuidadores.
"8 semanas pasan volando. Tenía que haber trabajado con Nachete mucho antes, ahora habría progresado un montón, seguro. Tenemos feeling, lo sé. El lunes empiezan los exámenes, pero cuando terminen me pasaré por aquí a haceros una visita."
Se despide de todos en la puerta principal, donde suelen hacer las despedidas.
"Un placer haberos conocido a todos."
Se funde en un prolongado e intenso abrazo con Nacho.
"Hasta pronto."
"Vamos, Nacho, seguro que puedes".
David lleva toda la tarde lanzándome un balón de playa.
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Una mañana en Gijón
Parece interesada en mí. Debo ser lo único que capta su atención en esta extrañamente soleada mañana de febrero en Gijón.
Llevo una semana aquí y no ha llovido ni una mala gota. Apenas he atisbado alguna nube en este tiempo.
Cuando vivía aquí no paraba de llover.
De haberse criado en estas condiciones constantes Nacho Vegas no sería ahora el más grande escritor musical de este país, apostaría mis Air Force edición limitada a ello.
En fin, los tiempos, cantaban, están cambiando, los tiempos meteorológicos supongo, y con ello el resto de nosotros.
Prosigo mi escritura mañanera desde la planta alta de un café que permite contemplar la iglesia de San Pedro, el paseo de San Lorenzo y un Cantábrico manso como el puto Mar Menor. Esto ya no es lo que era.
Guajes con gorra saliendo del Santo Ángel.
Allí estudiaba ella.
Ni que fuera a salir por el portón dispuesta a que le robara un beso.
Me dice una abuela que a las faldas de San Pedro solía haber bígaros y llámpares. No veo a nadie remangado.
Por fin amainó sobre Gijón.
Yo me lo perdí.
No recuerdo haberme emborrachado con Nacho, ni haberme pegado con él, aunque todo fue posible por entonces; y es que no me recuerdo en esta ciudad.
Ya no tengo miedo.
Voy a echar a andar por Cimavilla. Espero que sea la última vez.
Ayer enterramos a mi ¿madre?
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Gijón,
Nacho Vegas,
Nike Air Force,
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Visión nihilista de absolutamente todo lo imaginable, no de lo inimaginable (no me puedo creer que esta entrada no aparezca en Google, ergo no sea)
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Esquizofrenia paranoide elevada al paroxismo
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Jamás dijiste patata
Al menos ninguna en la que se le distinga. No fui capaz, a pesar de intentarlo en bastantes ocasiones, de retratarle como es debido. No se dejaba.
Alegaba, entre bromas, que él era medio indio y que le robaría el alma si yo lo lograba.
Desistí, tras cansarme de que saliera enfocado de espaldas.
Cuántas fotos de sus manos sobre el objetivo no deseché.
Casi acabé por suponer que simplemente era verdad lo que me decía, que no le gustaba verse ni que le vieran en fotos; no quería salir junto al señor Perenne, como llamaba a un pequeño grano que desde hacía muchos años se había enquistado en su nariz. Esto último siempre entre risas, cómo no.
Más en serio, pensaba entonces, que quizá fuera demasiado melancólico y le diera pena recordar buenos momentos pasados cuando, sí, llegado el caso, hubiera terminado lo nuestro, aunque en realidad no lo conocía lo suficiente, nos conocíamos desde hacía relativamente poco tiempo, como para llegar a esa conclusión. Pero a mí me hacía sentir cómo si nos tratáramos desde siempre, mejor dicho, como si hubiéramos estado esperando conocernos desde siempre.
No sé, en el fondo tampoco me pareció tan raro el tema de las fotos, hay gente así, ¿no? Ni tan importante desde luego.
Con el tiempo he podido hacerme media idea de por qué no quería y es que sabía muy bien que lo nuestro no iba a durar.
Lo hizo por mi propio bien, estoy convencida.
Sin duda conocía su enfermedad, no sé hasta qué punto era consciente de lo grave que estaba, pero bien sabía lo que le ocurría.
Me imaginaba triste, suponía yo, recordándole, recordándonos, llorando sobre nuestras fotos y no quería eso para su recuerdo.
Al principio le echaba en cara, ya demasiado tarde para que me oyera, que no me hiciera partícipe de ese dolor y angustia.
Quizá, he pensado, ya últimamente, ni tenía esa angustia o miedo a morir. Se enfrentaba a ella en paz con su espíritu y con el mundo y de ese modo se comportaba, y, a lo mejor no era su amor por mí lo que me hizo tan feliz, sino su amor a todo aquello que dejaba atrás. Su familia, sus amigos, su equipo de fútbol, su perro, sí, yo también pero...
Y por ello seguramente, fue capaz de entregarme todo ese, su, amor cómo nunca he percibido ese concepto que es el amor, antes o después de él en ninguna otra persona.
Permítanme decirle desde aquí que podía haberse hecho tranquilamente esas malditas fotos puesto que nunca habría llorado por él. He llorado, y sigo llorando, por mí.
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Reductio ad absurdum (o no tanto). Revisited
estamos de acuerdo también en que a los hombres del límite los marca el propio límite.
¿Cuál es entonces el límite de un hombre?
El Marca
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Paradoja idiosincrásica. Versión extendida
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Entrevista para un suplemento dominical de este País (1ª parte)
-El desánimo, al igual que la temática, puede ser inmensa, agotadora en su presentación ante el sujeto pero en honor a la verdad aún permanezco indolente ante esa visión. No obstante siempre está presente. No, aún quedan muchos hombres por matar en Irak.
-Se ha adelantado a mi siguiente pregunta. ¿Es usted siempre igual de lanzado?
-Me remito a J.J. Benítez para contestarle, que en la última página de su 'Caballo de Troya' decía: ¿cómo?
- Quise decir...
- Creo comprender ahora su pregunta. Verá...
- No por favor, permítame reformularla.
- No es necesario señorita. Mi extraordinaria previsión de los hechos a suceder en acontecimientos que no tienen nada que ver con nada excepto conmigo, especialmente en la escritura, me hacen parecer a los ojos de los demás como alguien intrépido, audaz, vivo, pero eso tiene más que ver con el hecho de la total ignorancia respecto a mi persona como ser social, no diferenciándola del escritor y su obra, y por tanto de su totalmente errónea preconcepción sobre mí.
-Centrémonos pues en su obra. En 'Ausencia de sinalefa' desprecia las creencias orientales, no coincide en su parecer con la de otros autores coetáneos. ¿No le parece ventajista ir contracorriente del pensamiento único del mundo de las Letras, buscar ese hueco entre los malditos sabiendo que será reabsorbido más pronto que tarde por el establishment? ¿Es buscada esa provocación a modo y destino de un Palahniuk o, salvando las distancias artísticas , digamos Nacho Vegas?
-Me alegra que me haga esta pregunta, aunque este otaku no se la piensa contestar.
-La relevancia de su obra poética es ninguneada frecuentemente en ciertos círculos.
¿A qué es debido que en el amplio panorama del universo poético, donde las vanguardias han sido desarolladas siempre, y servido como lanzadera hacia el resto de las Artes, se cuestione ahora su propuesta y la conveniencia de volver a las raíces del sentir poético?
-Mi poesía no es vanguardista, ni pretende serlo. Quizá ahí radique el quid de la cuestión.
Se me toma como un pretencioso pretendiente al trono de la postpoética, cuando a lo que me limito cuando reivindico la poesía concreta es a ser lo más clásico posible. Todo lo clásico que puede ser un artista del Siglo XXI. Bukowski decía que el problema de la poesía concreta es el mismo de la gente concreta, y por ahí me tomo yo el asunto.
-Sus referencias a Bukowski son reiteradas, a mi parecer, a lo largo de su obra. 'Carta extraviada' parece sacado de uno de sus libros de poesía póstumos y la habría firmado gustosísimo, sí se me permite, el mismísimo Hank.
-No es la primera persona que me lo comenta y voy a retitularla para que quede claro que es un homenaje. A veces pierdo la paciencia con todos esos sabelotodo. No es su caso señorita.
Verá, Paco Umbral en una de aquellas intirncadas columnas de 'El Mundo', confesaba que consideraba a Bukowski un Henry Miller analfabeto, antes de haberse adentrado en su obra completa, y eso le pasa a mucha gente. No ven más allá del padrino de la basura blanca y se pierden toda la agudeza de un autor que marcó hitos en la narrativa contemporánea. Si algún escritor se merece los homenajes, y que se le rinda pleitesía, ése es Bukowski.
- Sus 'Paremias' gozan del favor del público y de buena parte de la crítica. "Verdades como canas", dijo de ellas nuestro crítico literario recientemente despedido. ¿Es ahí, en las distancias cortas dónde se encuentra más a gusto?
-Yo pensaba que esto era una entrevista para un medio serio, pero me parece que sólo son medio serios.
-No lo puede evitar, ¿verdad? ¿Cómo lo hace, y hacia qué lado se inclina más en la habitual dualidad que se da a la hora de afrontar una obra? ¿De quién está más cerca, de los que abogan por, y confían en, el talento, la inspiración o de los que apuntan hacia el trabajo, la rutina y hábitos?
-Más en el talento, puesto que a más talento menos trabajo. Disculpe. (se ríe)
Ya paro. No, en serio, creo que el talento, hablando de escritura, es necesario. También el conocimiento de la herramienta, la palabra, es importante, aunque menos. Lo que sucede es que mayormente muchos creen que por dominar la herramienta tienen talento para emplearla y esto no es así aunque tendría su lógica. Aparte de esto adquirir una rutina puede ayudar al acto de creación, aunque tampoco esto es aplicable a todo el mundo. Depende de cada uno o incluso de cada una de sus obras. Yo por mi parte estoy en los dos lados como buen ecléctico.Tengo mis horas fijas de escritura diaria, pero no dudo en posponer cualquier cosa que esté haciendo, incluso dormir, para volcarme de lleno en lo que se me antoja un, aunque sólo sea en pequeña proporción, posible germen de una idea. Me han llegado a poner de patitas en la calle sólo con los calcetines puestos. Con eso se puede hacer una idea de lo en serio que me tomo cada visita de las musas.
Leo del Mar no ha publicado recientemente, o anteriormente, ninguna obra.
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Espejo de vuestras pesadillas (C. de l'Église)
no están domesticados.
Me miran, me persiguen,
aún con ellas de la mano.
Me desnudan,
mientras plantan besos en sus mejillas.
Me desean,
por creerme más puta que las suyas.
Yo sonrío más que miradas.
Siembro esas dudas;
activo sus resortes,
ellas lo,
me,
lo ven,
y, sí:
permanecen siempre mudas.
Y las dejan en casa.
Ellos vienen a buscarme,
deseosos de encontrarme.
Me hallan,
y todo es fuego
e infierno
y sucio como la calle.
A ellas no les importa.
Acaso tener que cambiar de acera,
Y volver a ser esas que yo soy ahora.
Las mismas que ellas,
una por una, fueran.
Hace no mucho,
allá,
de la mano,
en la otra acera.
Somos ella.
Charlotte de l'Église
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Axioma escrito por un anónimo sin par
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Axioma suscrito por miles de anónimos semejantes
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Sombra de juventud
¿Cómo va a ser una sombra?, pensó, han de ser proyectadas por algo o alguien.
Paró su coche junto al bordillo. Le picaba la curiosidad.
Salió rápidamente y aún alcanzó a verla doblar la esquina de la callejuela por donde desapareció.
Era una persona. Sin lugar a dudas.
Aún así, aclarado lo obvio, seguía sin tenerlas todas consigo.
Esto no era normal.
El repentino aparecer desde la nada, la velocidad del inclinado caminar y, claro, las circunstancias, en su tranquilo barrio residencial a las doce de la noche de un domingo, nadie podía tener tanta prisa, no concordaban.
¿Huía? .
Su naturaleza tampoco en esta ocasión iba a ser intrépida, y reemprendió la marcha.
Volvió a cruzársele en el camino tres manzanas más adelante. Era un joven de pelo largo y oscuro. Llamaba la atención que fuera en manga corta, con el frío que hacía en esta época. Seguía corriendo aunque ahora también se llevaba las manos a la cabeza y no parecería otra cosa que desesperado a los ojos que lo vieran.
Era veloz de todos modos.
Dejó de correr unos pasos antes de volver a perderse de vista entre edificios.
Todo esto le sonaba familiar.
Había bajado del coche e ido tras él, superándose a si mismo.
¿Necesitaba ayuda?
Adentrándose por donde había desaparecido, el misterioso joven, vio en el suelo una camiseta negra.
Tenía una igual.
La calle termina en el lateral del muro que rodea las instalaciones de la piscina municipal.
Trepó y saltó.
Trepó y saltó.
Un pantalón vaquero recibió los pies al caer sobre la hierba.
También había unos zapatos.
El joven se encontraba al borde de la piscina para mayores, totalmente desnudo, quieto.
Lo miraba de frente.
Se acercó más.
Era su propia, viva imagen.
Tan igual, tan bello.
Un ángel.
Más cerca.
Irresistible.
Se inclinó para besarse.
Hubiera dicho que fue el mejor, el único beso dado y recibido.
El periódico escribiría:"...joven con antecedentes psicóticos y problemas de drogas se precipita a piscina vacía."
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Déjote
Atiéndeme, soy fácil de entender.
Déjame, suelta mi aguantar.
Escúpeme, no soy de merecer.
Hiéreme, soy presa al verdadear.
Péga-, sángra-, mutilame;
duéle-,vacía-, fáltame.
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Toma, no quiero más
Envuelto en celofán, con una manzana y un batido (chocolate, brick).
Quédate esa bolsa y cómetelo todo.
Verás, confío en tí
y en tus buenas maneras.
Sabes cómo peinarte. Vestirte, drogarte...
Caminas seguro: mí,
no pasar las paperas.
Follas a ese,
a ese y a esa,
sonríes,
porque puedes.
Lloro de envidia,¡envidiosa!
No sé, no sé amores:
¿y si mirara los mismos canales
y oyera vuestros diales?
¿Y si llevara vuestras gafas?
O, ¿leyera vuestros...manuales?
Mejor no,
pues nunca hubo iguales.
Aquí habla uno que odia,
a sí mismo,
y al resto de los animales.
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Uno de mis poemas más cortos [ sirve también como filosofía vital (es ist kein Haiku!)]
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Gracias Esperanza
Parece mentira, ni que necesitara su peloteo, yo, que me he deslomado por tres iguales que éste, hasta que sacaran sus carreritas y luego nada, a seguir poniéndoles de comer cada domingo.
Y enseguida el borrachín del padre va y se muere.
¡Hala, a volver a limpiar!
Para una empresa de ésas. Tenía que haberle hecho caso a mi padre: quería que fuera maestra. Pero no, tuve que quedarme preñada del Paco.
Por lo menos ya apenas tengo que hacer en casa.
De críos sí que me alegraban. ¿Y los domingos?
Me iban a por el pan y comíamos todos juntos. Ni lavaba los platos.
"¿Le molesto señora?"
"No, no, tranquilo, quédese ahí."
Tú dale a las teclas. No apartes los pies, ya me arrodillo yo. Mi Joaquín ya es jefe de un despacho como el tuyo y seguro que es más joven. Si me molesta dice. ¿Qué ceno esta noche?.
Luego llamo a la cría a ver cómo va con lo suyo.
A los 25, ¿para qué tantos estudios? Hoy en día esperan hasta los 35 o más. Ese chaval no me convence, verás: otra tonta.
"Por favor, cuidado con esos papeles.""Ay, disculpe señor Sánchez. Sólo quería ordenarlos un poco."
Vaya, si hasta me levanta la voz. Si es que...
Cómo se entere mi pequeño seguro que me dice que deje de limpiar por cuatro duros. Ni que él fuera a mantenerme. Al menos me llama y viene a comer de vez en cuando por su cuenta o con alguna de sus novias.
¡Qué guapas que son siempre! La última ha repetido dos, no, tres veces ya. Si es que es muy guapo y ahora también con un buen puesto, pues se lo rifan. Normal.
Ya podía haberme buscado algo así yo.
Eras trabajador por lo menos. ¿Qué calores me hacías pasar, eh Paco? Hasta el segundo fue bien todo aquello, pero después nada de nada o peor que nada. Tú, venga al bar y yo en la casa con los críos. ¡Ay, Paco! Podías haber aguantado unos añitos más. Y siempre fumando. No pudiste. Lo raro es que no me mataras también.
Bueno, un repasito a la puerta y lista, que va siendo hora.
"He terminado señor Sánchez.¡Que tenga una buena tarde!"
"Gracias Esperanza."
A veces me figuro lo que pensará mientras estoy en la oficina.
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Una verdad universal como cualquier otra (en siete palabras)
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Ausencia de sinalefa
Digo, perdónenme los tántricos, que sin lefa, fáltale bastante clímax al asunto, ¡ea!
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Unos doscientos gramos de .........
No como yo te miro ahora, que me imagino que no, no me habrías inspirado esta reflexión de saber que alguien ya ha tenido mi experiencia contigo. No me refiero a esto, sino a si alguien ha reparado en ti como ser vivo.
Algunos han tenido que tenerte en sus manos.
Aún sin pretenderlo se tuvieron que dar cuenta de tu color, presente como el que más, en la amalgama de un crepúsculo completo mediterráneo, también
en tu consistencia y cómo no, dureza.
Sobre tu milenario devenir ya no divagarían sus mentes en esos momentos,
no se suelen tener pensamientos hondos mientras recogen a los de tu especie, digo yo.
En tu forma ni siquiera hay que reparar, salta a la vista, aún en ejemplares más diminutos que el tuyo. Es casi tan característica como la de nuestro globo, que hoy en día todo el mundo más o menos instruido reconoce como cierto.
De hecho, tu relación con nuestro planeta está ahí, puesto que en algo similar a tí se inspiraron para lanzar a otros seres a contemplar de primera mano nuestra Tierra.
Tú la conoces desde bien adentro.
Sí, aún traída por los pelos esta similitud, me sirve para justificar mi trato tan cercano, humano, hacia ti. Estamos unidos por lazos invisibles pero inmortales, de no ser por nosotros no tendrías nombre, vegetarías sin más, en húmeda penumbra, casi como hace un rato. Vale, a todo le hemos dado nombre, pero no por ello es menos cierta esta sensación de comunión que me inspiras ahora, y mientras lo hacíamos, y de la que te hablo.
Y no, no me estoy volviendo loca, aunque no serías capaz de diferenciarlo si lo estuviera. Debes ser feliz en tu innata ignorancia. Obvio es que, sólo, hasta dónde te lo permite tu grado evolutivo, faltaría más.
Has entrado en mí y ya conoces mis profundidades, mi sabor, temperatura y lágrimas felices.
Yo ya te conocía a tí a través de otros tuyos, claro, pero ahora estoy en paz, creo, al haberme entregado a los tuyos a través de ti he devuelto en parte tanto de lo que os debo.
Por otro lado nuestra relación es finita, y hemos de cerrar el círculo.
Así debe ser. Siempre ha sido así y no debemos alterarlo, puesto que de mi mortalidad depende tu sobrevivir.
Muchas gracias por el orgasmo, pero más gracias por los nutrientes, vitaminas y sales minerales. A saber, aproximadamente para un ejemplar de tu tamaño a ingerir crudo: 80 kcal, 1'96 gramos de proteínas, 17'42 gramos de hidratos de carbono y 0'48 gramos de grasas; 24 miligramos de provitamina A, 0'078 miligramos de vitamina B1, 0'106 miligramos de vitamina B2, 0'18 miligramos de Vitamina B6, 14'2 miligramos de vitamina C, 2'4 miligramos de vitamina PP; 1'32 miligramos de hierro, 66 miligramos de calcio, 36 miligramos de magnesio, 70 miligramos de fósforo, 480 milgramos de potasio, 4'8 miligramos de sodio, trazas de manganeso, zinc, cobre y yodo, así como de cloro y azufre, y unos 6 gramos de fibra.
Gracias otra vez y perdona si me he dejado algunas propiedades en el tintero.
Nunca te olvidaré. Una nunca olvida su primera zanahoria.
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