Negro oscuro

Dio otro sorbo. Tosió. El reloj marcaba las dos y veinte. Las tres y media. Schizophrenia sonaba en el reproductor. Cualquier cosa con tal de no seguir con la gran Dublinesca. Se encontraba en el Chelsea Hotel. Lo que le faltaba. ¿Cuántas veces se habría alojado allí? De ser por él nunca. Pasan más de dos semanas del 16 de junio. Una eternidad. Al menos no está en Nueva York, ni en Bilbao, ni en Nueva York. Qué pereza. Le apetecía hablar desde las entrañas, desde las suyas. Era inútil intentarlo siquiera. Otro cigarrillo. Lo estaban matando entre todos y todo. ¿Habría algún resquicio? Dudoso, cuanto menos. Le gustaría ser tan político como Morrissey; el Morrissey de Irish blood, english heart, por ejemplo. Conducir de la mano arte y visión social, global o no, como él, como Houellebecq o Blondy, Alpha. Sólo los puestos en modas literarias sabrán deducir por qué no leerá jamás en la vida a Azúa. Lo tiene claro. Algo es algo. Negro, tenía que haber nacido negro. ¿Quedará cerveza en el frigorífico? Quedaba. Viva África manque pierda. Bandera panafricana: