11. La última noche en el parque

Qué injusto estaba siendo el momento con él, rumiaba (casi como ella) hacia sus adentros.
Horas y horas perdidas maquinando enrevesadas tramas que le diluían frente a la pantalla según afrontaba a Juan con su destino en el parque. Quizá fuera el nombre del protagonista lo que no funcionaba.
Se hacía hacia esta resolución más y más convencido a cada instante que pasaba.
Jesús quedaba descartado en un jesús y por obvio. Julio Lucas por inalcanzable y Jezabel no concordaba en género. Con Jerdinando tuvo alguna duda hasta que le vino a la memoria Jorge.

Muriendo de muchas maneras diferentes (perdonen, creí que querían otra de putaprosapoéticapretenciosa)

Espirando eclécticamente frente al manto estirado del estriado grisáceo de la usualmente bóveda en celeste encapotadísima, auspicia el poeta la medusa-musa que ya le emponzoña en otra ocasión más para vomitar su insondable hastío frío abisal en una mañana de fin de hebdómada de un mayo más que corriente.
Vacila ante las enmarranadas teclas acotadas y lindantes entre ellas mismas tan dispares como inútiles en su eventualidad ulterior a las pulsiones de su propio yo mismo.
Le finaliza por someter la particularidad abominable de su carácter despótico al igual que en el resto de las otras allendes circunstancias ocurriera.
El imperioso rugido ensordecedor de sus entrañas famélicas inseparables de su organismo no más ni menos perecedero, le azuza forzadoramente y sin injustificada remisión a posponer la riada torrencial de su espléndido ingenio sin embargo, y resuelve el poeta precalentar los fogones de su mínimo recuadro para labores y oficios gastronómicos ocasionales, ante la inminente avenida del hambre en su meridiana habitualidad. No hay poesía sin alimento.
Además, la pizza debe estar hecha antes de que empiece el Gran Premio de Mónaco.

(¡Porca miseria!)

Tu complejidad inoculada

Aúlla el despertar del sueño
y bascula al sol la materia del miedo.

El primer paso sobre las cenizas de otra noche es duro
y eso que la cera caliente parece de la misma vela de siempre.

El reflejo es el habitual de un mortal consciente:
los ojos pequeños por si viera algo diferente.
Narananay, compay,
es la misma mierda de siempre.

La cara sucia y el espejo igual de sucio,
¿cómo iba a ser si no?

La noche terminó
demasiado pronto ayer.
La fiesta ya no es la que fuera.
Sí hay cosas que cambian.

Al menos es sábado y hoy no toca ganarse los cacahuetes.
A ver si esta noche me convirtiera en un tío con suerte,
y te viera devolver importancia por las esquinas de tu complejidad inoculada por tu gusto a los sitios de este barrio de mala, malísima, muerte.

Aforismo generado por un programa informático no muy complejo

No hay verdad que la estupidez humana no pueda soportar.

Abatimiento de una plaga de conejo muy grande y poderosa

Asiendo el marcador amarillo que destacaba algunos párrafos de El alquimista, deseaba que aquél fuera verde, aunque en el fondo sabía que el mejor color para realizar esto era el negro.

10. La última noche en el parque

Juan, el autor, físicamente recuperado del golpe, pero moralmente tocado, ni llega a tocar la comida, y ante el asombro del resto de su familia, se levanta de la mesa nada más sentarse y vuelve a la habitación de su hermano.
No hay más pósteres, objetos o sensaciones que provoquen su genio creativo en ese cuarto. El patio es de luces y nunca le han inspirado ese tipo de vistas, en el mejor de los casos, voyerísticas, más que ganas de saltar por la ventana, que en esta planta baja no le serviría de mucho aunque se tirara de cabeza. Si acaso lograría una brecha, mellarse algún diente. Poco más.
Tiene ganas de volver a ver a su chica, para no echarla de menos, sino de más, lo cual sin embargo significaría el fin de sus correpondientes vacaciones, que a su vez, y por otro lado, le están resultando de lo más aburridas.
Aburridas por la habitualidad, como siempre que vuelve al lugar donde permanece su familia, y eso que adora esa, ahora ya, esa, ciudad: Xixón, el chiquito Londres.
No hubo nada que hacer, incapaz de crear más, espera hasta
esta noche en la que se aburre horrores en su puesto de trabajo, sin ninguna tarea en concreto que realizar, sin darse cuenta de que esto último es una bendición, si se dispone, como es su caso, de las suficientes herramientas de distracción.

Un nanoplacer como algún otro (alisar el vello púbico, recolectar pelusilla, reventar granos...) para cuando nuestra propia trascendencia nos supere

Sáquese un moco y desmenúcelo.
¡Disfrute!

Narciso mirando por la ventana que da al mundo

Espejito, espejito: ¿por qué no reflejas toda mi belleza?

(se me olvidó titular esto y ya es un poco tarde, me parece)

El hermafrodita Dios me vino a ver y saber qué suelo hacer
"Hoy he escrito un poema de quinientas palabras, y normalmente, leer

"Está bien, está bien, no hace falta que lo digas, total, yo ya lo sé
"Bueno, vale, onanismo propio sobre el papel y creer merecer

"No te extrañas entonces de mi aparecer ni de tu sueño cumplido
"Pensaba que sería otra cosa, ya sabe, distintos son sus hijos,
e inmaterial pues, ni me imagino

"Adelante, formula tus deseos de gran pretendiente pánico
"No se enoje señor u ñora, anhelo verle desvanecer
y sé que no es un genio, mas concédame también deseos tres

"No sé hijo, no sé, aún ya está hecho,
yo soy aire y tú rico y sano, y eso, que ni yo logro comprender

Y entonces la corriente me despertó con un golpazo, cerré el ventanal de mi palacio sobre Dalt Vila, tomé un zumo de pomelo tras hacerle el amor a Elle e hice lo de siempre: escribir.

A mis compadres

La misantropía es un derecho universal, no una obligación.

Caca (porque lo soy, o fui, da igual)

Si digo culo
digo pedo
digo pis.

No puedo citar a Ludwig
criticar a Kafka
ni oír a Liszt.

Pues odio al mundo
no compro higiénico
si leo un país.

A siete euros la copa
más farlopa
sale caro el amanecer gris.

Me quedas tú.

Satén azucarado en pos del quinto miembro
tú,
de tierras lejanas yermas de sueldos
tú,
que vienes a gatas para seguir a cuatro patas
tú,
treinta follar, diez chupar
tú,
amiga del bueno, del malo y del feo
tú,
siempre quedarás tú.

Hasta que hombres como yo,
sin ser como yo
sigan existiendo como yo (fui, soy o seré, da igual).

Volvámonos locos pues

Cuánto más se escruta la locura (nirvana, iluminación, verdad, etc.) más sentido deja de tener todo lo sentido.

Recordatorio de itinerario

No te me abras jamás en flor.
Arrancaría tus pétalos
y los cocinaría con alubias,
te acabaría expulsando por mi esfínter dilatado
para embriagar a los aún presentes con nuestra, esa esencia.

No me ofrezcas tu corazón en la boca
regurgítalo mejor por las orejas,
embadurnado de cerumen: sabrá mejor.

Pero ya avisé, si lo haces,
tú, otra alma en pena serías,
tú como pinchar en arteria, salpicarías.
Yo al empalarte al tronco gozaría;
yo crucificante, no dudaría.

Por ello te pido y ruego,
al fuego mi horror de amor condenes.
Olvídate (olvídome),
el tren al cielo
sale por otros andenes.

"Por lo que más quieras: ¡no lo publiques!" "Vete a la mierda PCPC (putaconcienciapolíticamentecorrecta)"

El negro retrasado mental le preguntó al judío usurero homosexual que salía con un transexual enano bipolar afiliado al partido ex-socialista, que si le apetecía ir al orfanato a darles de comer paella de gato con mayonesa de lefa de un político nacionalista a los pequeños, especialmente a los que habían sufrido abusos sexuales por parte de curas pederastas.
A lo cual el ultra Testigo de Jehová de los Boixos Nois que andaba por ahí comiéndosela a un doble de Julio Iglesias, éste último estaba protestando a favor de la eutanasia en La Meca mientras tanto, le contestó que no podía porque ya le había prometido a él que iba a realizarle una purga de liendres a su sobrinita neo-hippie que las había pillado jugando a los médicos en el zulo de un venerable ancianito austríaco de la localidad de Amstetten. Al abuelo no le iba muy bien desde que comenzó a releer Tokio Blues y le dio por vestirse como Bono le trajo al mundo pero con el mono de Alonso, a la par que adquría un siniestro acento tejano, mal aznariego más conocido como síndrome del rancho de Bush (mejor lo dejo aquí, ¿verdad?).

9. La última noche en el parque

Definitivamente tenía que suceder algo más importante que lo que acababa de ser relatado.
Su presentimiento sigue ahí, dentro de si mismo, no ha desaparecido.
Y entonces ocurre.
Mira hacia arriba, y, ligeramente a la derecha de su mirada y tal como si estuviera nadando en la mismísima bahía del Hudson, ve perfilarse ante sus propios ojos la majestuosa skyline de Nueva York.
Las imponentes Torres Gemelas dominan la panorámica y sólo un poco más al fondo asoma casi diminuto, obviamente debido a la perspectiva desde la cual mira Juan, el Empire State Building.
Es un atardecer y el crepúsculo es admirado por Juan desde la parte occidental de la Bahía, y los últimos rayos de sol bañan de agradables reflejos dorados los edificios y una suerte de avenida con cierto movimiento que se halla en primer plano, mientras tras esto, la noche púrpura se apodera de la variedad cromática, atenuada únicamente por un grupo de nubes dispersas y sin forma definitoria, en apariencia aún reticentes a desaparecer del todo y dejar paso a la oscuridad de la noche.
Juan piensa y repiensa, muy contrariado ya, en que si no serán los últimos efectos del porro que se había fumado antes, pero se da cuenta de que de aquello han debido de pasar ya muchas horas, si no días o incluso semanas, y descarta esta opción, aunque su asombro va en aumento cuando le da por seguir girando su cabeza hacia su derecha y observa anonadado como nueve chicas de pie, en sugerentísima ropa interior roja le miran a los ojos con expresiones de deseo, cuál más, cuál menos, logradas.
Están dispuestas unas junto a otras, algunas enfrentadas, otras abrazadas y casi todas amagando bajarse las braguitas. Dominan en número ligeramente las rubias, aunque ninguna parece serlo del todo de forma natural. Los cuerpos son de su agrado y del de cualquier hombre sin desvaríos hormonales, siendo mayoría las del tipo recauchutado, un par de ellas, eso sí, muy en exceso, opina Juan. Él, las que más prefiere son como la segunda empezando por la izquierda, muy delicada en su conjunto, facciones sin dejar de ser marcadas sí matizadas, muy delgada acorde con su estructura ósea, con poco pecho y rubia bastante natural, de aparente fragilidad también en el gesto, más sibilinamente perversa a la vez, o ésa al menos es la impresión que le causa a Juan esa desafiante mirada. Sí, este tipo de lolita es su prototipo de mujer preferido, al menos para alegrarse la vista, que a la hora de la verdad para Juan no hay nada como unos muslámenes bien prietos.
Ante el aluvión de sensualidad Juan casi aparta de su mente la extrañeza de esta nueva y singular visión, pero al momento cae de nuevo en la cuenta del surrealismo en que se halla imbuido todo su ser al oír unas pisadas vigorosos que se acercan retumbantes hacia donde se encuentra.
Juan, en el no va más de la flexibilidad de su cuello, retuerce éste hasta límites insospechados en dirección de dónde provienen los pasos y cae de la silla al suelo en el instante preciso en que su abuela aparece ante él diciéndole que las fabas están listas.

Animaladas de compañía

Una vez tuve un jámster
al que quería tanto
que lo reventé (a comer).

Otra vez tuve un pez.
Se murió ahogado (extra aqua)
porque lo olvidé.

Hace poco mi gato destripó.
Se fue hacia un coche,
y allí debajo quedó.

Pero mi perico, no,
ni antes ni ahora,
me abandonó.

(que no, que no, que no se va,
ahí se queda y ahí estará,
lálala lálalara)

Mi cuento de terror habitual

Me desperté.
Las sábanas estaban empapadas de sudor.
Miré debajo de la cama, y allí estaba yo.

8. La última noche en el parque

Curiosamente, no sintió otra cosa que alivio, no tanto por el hecho de haber sido abandonado, cosa que a su entender tarde o temprano iba a suceder impepinablemente, a instancias de uno u otro, sino más bien porque esperaba de su, en su opinión, proverbial presentimiento, más tino a la hora de hacer su aparición, y esto que había ocurrido se le antojaba poca cosa a estas alturas.
Recordaba a menudo aún la primera aparición de esa sensación siendo muy niño, aquella llamada telefónica, a horas nada intempestivas de una tarde primera de otoño, apacible y aún de cierto calor en la cual, mientras merendaba tardíamente con su hermana y madre unas tostadas de mermelada, de fresa, siempre era de fresa, en casa, resonó con una para él tan inusitada fuerza el campaneo del timbre del teléfono que en ese mismo momento su pequeño interior, lo que él mismo a partir de entonces no supo más que llamar alma, pegó un revolcón tal que provocó que exlamara un grito de un 'no' tan agudo, primitivo a la vez que sostenido, que su madre tuvo que darle varios sopapos para que se tranquilizara antes de poder ir ella misma a contestar la llamada, ante la atónita mirada de su hermanita.
Dicha llamada acabaría por anunciar la muerte de su padre.

En busca de la ecuación perfecta

Un día, cansado de ser uno más, se suicidó, para ser uno menos.

Una declaración de intenciones, sin ánimo de no ofender, o, tirando piedras contra mi tejado

No busco la felicidad porque a solas se encuentra muy a gusto en el diccionario de personas ignorantes (no vaya a ser que al final yo solamente sea otro pobre tonto feliz).


Reinterpretación personal inspirada en el popular "l'ignoranza è la maggior sorgente di felicità" de mi parcial tocayo Giacomo Leopardi, amén de en otros hechos cotidianos.