Un c(r)uento de Navidad


La cena de Nochebuena, como siempre, excelente, y como siempre, igual. Sopita de marisco, frutos del mar y cordero lechal. Todo ello preparado por mi eterna madre. Postre, panacota, para variar, pues es el único plato al que se le permite, por consenso, mutar de año en año. Un verdejo del Duero para los mariscos y el Muga de reserva habitual para la carne. Los primos de Castellón y mi hija, ahora de Madrid, con su inane marido, presentes. Absolutamente nada verdaderamente nuevo a la mesa. Se cantó por Cesária Évora, Los Calis, Manzanita y al final me arranqué con mi solo de Azzuro que hizo que, al igual que viene ocurriendo desde hace diez años por Nochebuena, a mi madre la arrebatase la melancolía por mi padre y se retirase, taxi mediante, a la residencia Palacio de Plata, lugar al que se fue a vivir por iniciativa propia sin titubear a los pocos meses de morir su, no tengo aún muy claro si amante, esposo durante 39 años. La nieve tradicional por Navidad, al igual que nuestras usuales pegas a su marcha, no impidió tampoco este año que se retirara antes de hora. Para que algo cambie las cosas tienen que permanecer inalteradas, y así sucedió.
Noté que lo que había deseado durante toda mi vida se iba haciendo realidad hacia el previsto final de la reunión, cuando el vino, los Mon Chéri y la tercera ronda de orujo con miel habían hecho mella en la mayoría de mis familiares, especialmente en mi señora, como de costumbre.
La primera sensación fue idéntica a la de un repentino e inexplicable calentón. Eché mano a mis partes bajo el resguardo que ofrecía el mantel de gala de tul rojo engarzado con flecos de similor en los bordes y enseguida noté que algo ahí abajo había cambiado. Me ausenté medio encorvado, simulando que los efectos del alcohol eran mayores a lo que en realidad eran (“Mira cómo va”, comentó, a lo Cachao, mi hermano), y me dirigí al aseo de invitados de la planta baja puesto que en el principal se encontraba mi hijo menor, probablemente preparándose alguna raya, de lo que sea que consuma la juventud hoy en día, antes de salir de fiesta. Sólo espero que no se meta ketamina, que he oído que eso es para caballos.
Como la de un caballo, no, pero casi. Así de grande la tenía. Y sin erección.
Bajo la blanquísima luz, como de hospital (hay que cambiar esas bombillas de 120 cuanto antes), aquellas venas y venillas, que seguían siendo las mías, y también la vieja cicatriz de cuando mi circuncisión, adornando ese cacho de carne coronado por un puño rosado causaban respeto, por no decir otra cosa. Mis injertos de teflón eran ahora unas insignificantes protuberancias, como un par de granitos en un muslo humano adulto sin pelos lastimado por ortigas. Tal que todo el dinero y tiempo invertido durante años en un nunca acontecido alargamiento, y engrosamiento, de pene hubiera surgido efecto de sopetón, así era. Una auténtica peripecia por Navidad, pensé.
Respiré aliviado cuando comprobé que mis testículos seguían siendo los mismos cojones de toro, pequeñitos y pegados al culo, de siempre. Se iba a enterar mi mujer. ¡Lo que me costó que empezáramos a hacerlo con mis implantes! “Eso son tonterías. Eres peor que un chiquillo. Si es normal.” Nunca quise una polla normal y ahora no la tenía. Al fin.
Volví henchido de hombría y seguridad en mí mismo y desprovisto del más mínimo síntoma de alcoholemia al comedor colonial donde mi señora era la que mejor desentonaba el Adeste Fidelis. Mi hijo se había ido sin más, todo puesto, seguro, junto a sus primos, de Castellón. Mi hermano, su esposa y la pequeña Alicia junto a mi mujer y yo, sin olvidar a nuestra viejo bóxer Camila, éramos ya los últimos que quedábamos pues al poco de mi vuelta también mi dulce ojito derecho se llevó a esa cosa calva y con gafas que tenía por marido, escritor dice que es, al antiguo dormitorio de mi niña. Mi adorable sobrina Alicia, como único ser allí totalmente sobrio, junto a Camila, y esta a lo mejor no tanto ya que, como de costumbre, el graciosete de mi hermano le había mezclado coñac en su particular cena de Nochebuena que consistió en paté de beef á champignon, reparó, no me cabe la menor duda, en mi aumentado atributo.
Me levanté varias veces de la mesa para ofrecerle a la niña todo tipo de turrones, de uno en uno, de las variadas bandejas de latón reforzado (de usar y tirar) que descansaban sobre el escritorio de nogal Luis XVI, de la que los otros tres adultos cantaban, ya sólo podía definirse aquello como 'intento de', villancicos rocieros.
“A lo mejor el de nata con nueces y piñones también te gusta”, y me levantaba de nuevo, se sentaba tres sillas a mi izquierda, entre sus padres, y volvía hacia ella con la bandeja en la mano ofreciéndosela a la altura de su cara, la misma altura a la que se encontraba mi zona media, y la pobre criatura con la boca abierta y la mirada ojiplática fijada, a través de sus rizos de canela, en mi paquete, al que yo en ese momento hacía palpitar con contracciones que partían de mis músculos perineales atravesando el paño fino de mis pantalones de pinza, agarraba e introducía el corte de dulce en su boquita garganta abajo sin pestañear una sola vez.
“Canta con nosotros, Juaqui.” Ana siempre me llama Juaqui, o Juaquirrini, depende, cuando está borracha. Sus dotes de anfitriona estaban bajo mínimos. Mi cuñada no iba mucho mejor y a Adolfo se le había puesto mirada de coche con las luces de posición encendidas. Camila yacía patas arriba junto a la chimenea con su baba uniéndose al mármol blanco (de Carrara) del suelo.
“Mejor os quedáis a dormir. La suite de invitados la dejó preparada Gwendoline antes de irse esta tarde.” Yo dije eso.
“No, Juacón”, Adolfo me llamaba así cuando estaba borracho, “mañana vamos a comer”, aquí le entró hipo,”con mis políticos, ya sabes”. Otro hipo, casi eructo. Silvia María con sus mechas rubias alborotadas no estaba para decir gran cosa. La que habló fue Alicia:
“Ay, papi, quiero quedarme con tito Jota y tía Anita.” Once años la cría. Como mi perra. Sabía poco.
“Sí, sí”, creo que dijo mi mujer.
Tras los efusivos abrazos de despedida de mi señora acompañé a los tres a la segunda planta. “Te espero en la cama, Juaquirrini. Y no me tardes.”
Ascendimos, yo con la mujercita en brazos, por la escalera imperial. Durante el trayecto, Alicia me susurró al oído que quería que le enseñara una cosa. La miré con reprobación, apartándome de las suaves cosquillas que provocaban sus larguísimos tirabuzones, pero dibujé una sonrisa, y lo de ahí abajo también tuvo un acceso de simpatía por esas palabras, aunque logré que no fuera a más, aún.
“Vosotros, podéis encontrar unos pijamas donde siempre, pero a Alicia, con todo lo que ha crecido este año, voy a tener que ir a buscarle al sótano algún camisón de cuando Blanca era pequeña”, les dije a los tres de la que nos adentrábamos en la salita de la suite de dos dormitorios, demasiado recargada para mi gusto. “Voy contigo”, dijo la pícara. “Vale, pero no os entretengáis”, contestó la madre. “Mejor acuéstala tú”, añadió mi hermano, “que con lo presumida que es os podéis tirar horas hasta dar con algo que le guste. Se parece a su madre”, y le dio un codazo juguetón a Silvia María de la que esta se deshacía de su original blazer. “Descuida, no tardaremos. Acuérdate que mañana tienes que llamar a los yemeníes, que esos tipos no celebran el nacimiento de nuestro Señor.”
Tomé a mi sobrinita nuevamente en brazos, con mi mano izquierda soportando sin esfuerzos sus descubiertos muslos blancos, y con su vestidito rosa de algodón egipcio y satén en volandas les dimos las buenas noches a sus papás cerrando tras nosotros la puerta que comunica el dormitorio principal de la estancia con el otro. Tras el cierre de la puerta sus limpísimos mechones volvieron a acariciar mi cara y oí cómo la más dulce de las voces me decía muy queda: “Quiero verlo.”
Bajamos las escaleras y a través del ascensor de servicio llegamos sin decirnos nada a la bodega.
“Primero tienes que escoger un camisón. En aquel armario (el empotrado) hay dos cofres con el nombre de Blanca. Rebusca en el mayor de ellos.” No más de diez segundos más tarde la niña estaba de vuelta con una prenda en la mano y decía con determinación: “Quiero verlo.”
En cierta manera me recordaba a Blanca, de pequeña, pero no más que cualquier otra niña guapa de incipiente desarrollo, rosácea piel, ojos grandes y boca de piñón, la verdad.
Cuando la hebilla argentina de mi cinturón de gamuza golpeó la tarima flotante lo que había bajo mi slip amenazaba con traspasar el algodón y la lycra del calzoncillo. Se podría decir que la cara de la nena era todo boca ya en ese instante. Siempre había habido bastante humedad en los bajos de la casa y aquella noche no era diferente. Mis dos pulgares se deslizaron bajo el elástico de los Cavalli y en una secuencia de movimientos pausados, con flexión de torso incluida, acabé dejando al aire mi pedazo de polla. Mi sobrina emitió un sonido ahogado por el asombro, que ni siquiera le permitió gritar. Aquello se me estaba empezando a poner duro y por tanto, más grande. Tres o cuatro segundos después, con los pequeños dedos de la chiquilla dirigiéndose hacia el descomunal miembro viril, aquello alcanzó su cénit sin más ayuda por mi parte que la del morbo de tener a la pequeña babeando (literalmente) enfrente de mi supernabo.
A sus manitas le faltaban dos palmos para poder juntarse sobre la piel de mi aparato, lo cual no resultaba impedimento para que la nenita, de pie, con todo su instinto, lograra darle un ritmo satisfactorio a la masturbación de su tío que estaba muy a gusto con los brazos en jarra y su mirada cenital. La chiqui también se inclinaba ligeramente y le daba besitos y algún lametón a la cima de mi pedazo de carne, muy intuitiva ella (imposible que intentara siquiera una felación canónica), o frotaba toda su cara, repito, toda su cara, a lo largo y ancho de mi, sigamos llamándolo así, pene. Se agarraba a mi rabo, lo rodeaba con sus brazos y en un momento dado hasta se colgó de él con todo su peso sin que aquella hercúlea erección se resintiera en lo más mínimo. Le dio algún bocado y todo. Ella entendía a un hombre perfectamente. Convertía su centro del universo en el centro del cosmos, así debía ser siempre (cosa que no era así siempre). Ella era la pureza y tras unos minutos recibió con deleite un chorrito de la esencia del génesis en la boquita abierta hasta sus orejas. Los incontrolables espasmos que me asaltaron en el momento culmen hicieron que los abundantes y potentes chorros posteriores, que por otro lado no eran nada nuevo para mí (cremas y otras cosas que me aplico con regularidad), se dispersaran por las paredes de gotelé, la madera de pino del suelo y hasta alcanzaron a las bastante alejadas barricas de sherry. El éxtasis estuvo a la altura del tamaño y apenas pude refrenar mis alaridos de placer. 
Al terminar tuve que echarme, todavía con los pantalones por los tobillos, en la chaise longue negra de Roche Bobois. Alicia no dejaba de maravillarse, tumbada en mi regazo con la melena desparramada, ante la bestia, ahora dormida. Le decía cosas apenas audibles para mí mientras la miraba embelesada y la acariciaba como ninguna mujer podría haberla acariciado. Al cabo de un rato, sin haber echado de menos el cigarrillo de después, le dije que subiera y se lavara los dientes antes de irse a la cama, que había dentífrico y cepillos sin estrenar en la alacena de su baño en suite. Fue curioso que sólo le diera un beso de buenas noches a mi falo, de hecho, creo que ni siquiera me percibió como persona al darse la vuelta en el quicio de la puerta ojival y clavar por última vez antes de irse sus ojos en mi órgano viril.
Luego subí. A mi dormitorio de la planta baja. Encendí la luz. Mi mujer, por supuesto, estaba profundamente dormida. Supuse que a pesar de la borrachera que la había arrastrado hasta la cama, no había olvidado ingerir su dosis nocturna de Valium 10. Estaba acalorada no sólo por las altas temperaturas del termostato general y, por tanto, estaba sin tapar con la funda nórdica de color borgoña. Su postura era supina en plan estrella de mar. Se cuidaba bastante, tampoco es que tenga ya gran cosa que hacer, y a pesar de sus 47 años mantenía una figura aún deseable. Su negligé de seda con amplias zonas de encaje negro, un tanto atrevido, se había desplazado por encima del comienzo de sus nalgas y dejaba al descubierto la braga roja de raso, casi brasileña, que se me antojaba mal combinada. Me desvestí por completo. La cosa me llegaba por la rodilla. A pesar de todo, de mis aventuras en los viajes de negocio por el mundo, de mis frecuentes visitas a los burdeles de ese mundo y de mis escarceos por internet, amo a mi mujer profundamente. Y esa noche iba a amarla más profundamente que nunca.
Sintonicé Radio Clásica en el Bang&Olufsen. Ponían algo que sonaba a composición rusa de principios de siglo pasado, a algún tipo de marcha militar. Fui al baño a por lubricante. Al ponerme de rodillas sobre la cama, para darle la vuelta a mi señora, accidentalmente, mi gigantesca verga sufrió un pisotón de mí mismo. Dolió cómo duelen estas cosas, pero nada más.
Una vez le había quitado la braga a mi esposa, pude admirar lo mucho que la rejuvenecía desde ese ángulo el blanqueamiento anal al que se sometía, a mi instancia, desde hace una temporada, y la enorme polla que se había desarrollado sin previo aviso aquella misma noche comenzó de nuevo a requerir de toda la sangre disponible en mi cuerpo. Aceleré este hecho con mis dos manos que apenas llegaban, por la parte más ancha, a rozar sus dedos de una mano con los de la otra. ¡Vaya pollón tenía!, pensé, y nadie hubiera dicho lo contrario, de haber estado alguien más allí, aparte de mi señora, que seguía dormida como un lirón por estas fechas.
Con las rodillas hincadas en el colchón de látex aquello me pareció de mayor tamaño todavía.
Volví a darle la vuelta a Ana. No quería, si por un casual fuera a despertarse, de la que la penetraba con mi megapepino, perderme su expresión facial.
Tras vaciar el bote de lubricante en la vagina de mi mujer, que ni se enteró, me dispuse a follármela. El tema estaba complicado. Al principio.
Conseguí dilatarla friccionando con una mano la parte donde se supone que está el clítoris mientras con la otra mano ensanchaba todo lo que podía su coño, que a estas alturas y gracias no sólo a los dos hijos de tres partos que tuvo en su día sino también a los grandes consoladores a la que la había ido acostumbrando, ya estaba bastante dado de sí, o así me las prometía.
Ya dije, el glande era como un puño, con mayor grosor que el resto, y me costó varios minutos de esfuerzo y paciencia introducírselo al completo. Ella gimió de modo ostensible, pero permaneció en sueños. Gracias a Dios, la presión de la perspectiva de realizar el mayor de mis sueños no le hacía pagar tributo al vigor de mi nuevo y extraordinario ariete.
Lentamente, con mucho cariño, aceleré mis movimientos. Iba centímetro a centímetro para adentro.
Me fui animando a la par que los quejidos de Ana iban en aumento. En la radio los ritmos militares seguían pero ella no acababa de despertarse. Le metí un poquito más. Y más. Y mejor, con arte.
Ana acrecentaba su inquietud. Igual que yo. Menudo sueño estábamos viviendo cada uno por nuestro lado. Su coño, no sé cómo, se tragaba ya más de la mitad a cada empellón.
Y sucedió, no me pude contener. Se la metí hasta el fondo. No se despertó. Pero comenzó a gritar para, tras un par de segundos, enmudecer nuevamente.
Saqué mi monstruosa polla de allí llena de sangre. La misma sangre que brotaba de las entrañas de mi malquerida esposa. Actué ràpido. Eso le salvó la vida.
Desde la ventanilla, dentro de la ambulancia, vi la consternación de mis familiares en medio de la nieve gris y marrón por las pisadas. Seguramente se preguntaban cómo era posible que mi mujer reventara por dentro de esa manera. Mi sobrina me lanzó un beso que atravesó los puros copos de nieve que caían mecidos por un frío viento del nordeste a través de la melódica sirena.
Después de todo este asunto, Alicia sigue viniendo siempre que puede y nos las apañamos bien para quedarnos a solas. Muchas veces trae también a amigas del cole.
A mi mujer, aunque ha perdida la forma, la dejaron bastante bien, como se puede comprobar en la fotografía de abajo, y yo, la verdad, es que, aunque no vaya a poder hacerle el amor a nadie nunca más, estoy contento de seguir teniendo esta inmensa virilidad que me fue concedida por vete tú a saber qué dicha navideña. 







FELICES FIESTAS








 

Leo de Cologne

Domingo, Goa en el recuerdo


Como tú


Sólo quiero
Sólo quiero
Sólo quiero
Sólo quiero ser como tú

Me da igual lo que la gente diga
Sólo quiero ser yo misma

Yo soy
lo que tú quieres que sea


Gui Boratto


Un juguete, una ilusión

8 sms por un chocho


1. La tercera cerveza tiene el regusto conocido de la derrota. Hora y media meciéndome en este rinconcito de un pueblo de pescadores. 2. Aguardando tus señales decidí de todas estar dispuesto a entregarme, costara lo que me costara. Nunca llevo las de ganar. 3. No mendigo cariño, aunque dé esa sensación. Busco mis razones pero sólo hallo limitaciones en mi ser. Cuarta cerveza: último acto. 4. Hace frío aquí fuera. Mi compañero en esta tarde, noche cerrada ya, de lunes, don Pablo Neruda, me acompañará a mi nidito de ausente amor 5. y juntos escribiremos un triste epílogo a esta historia, salvo que Dios, o tú, dionisíaca diosa, objetéis algo en contra. 6. De antemano te doy las gracias por existir, y por contestarme, si lo haces al fin y disculpa que mi ya alcoholizada persona 7. se tome estas libertades y te idealice, sé que eres de carne y hueso, aunque, y no por ello menos, te tenga en un pedestal. 8. Te envío un beso, el beso, en todos estos ese eme eses de mi anhelante noche.




Nota: Llevaba casi tres meses sin catarlo. Y desde luego que aquella noche mojar, mojé poco. O nada.

Entrada sin palabras (sólo risas)

La verdadera inmanencia según una obra de arte de andar por casa

En mi hogar se ve mucho la televisión. La ve uno, la ve otro. Yo siempre la veo. Estoy colgado frente al televisor. Diría que llevo así toda la vida. Pero no es verdad. La tele siempre está encendida, de día y de noche. De día la ve uno y de noche siempre la ve ella. Se duerme con ella y por la mañana sigue encendida, y entonces la mira él. Hasta que ella vuelve por la tarde a casa, hace sus cosas y se pone a mirarla, junto a él. Así hasta que se hace de noche y ella hace la cena y cenan juntos ante el televisor. Hablan, poco. Luego él se va al dormitorio, enciende la otra tele, la más pequeña y la ve hasta que se duerme. Muchas veces también esta se queda prendida toda la noche. La oigo desde aquí. Yo fui creado para hacer de algo así como televisor, de algo más que eso en realidad, pero hace mucho que nadie no solo no me mira sino que no me ve. Se darían cuenta que he perdido color, viveza. Que la bruma que estalla a las faldas del pueblecito pescador abandonado entre valles ha perdido vigor. Que mi cielo azul con vetas blancas y algún ingenuo tono rosado ha palidecido como jamás se hubiera imaginado mi creadora. Que la gaviota que vuela más alto casi se ha perdido en el horizonte turquesa casi ya no de ese color; un verde moho, es bastante preciso. Me resquebraja la humedad y el humo, porque fuman, sin parar, en esta habitación pocas veces ventilada, siempre oscura, con la persiana abajo. Nunca pretendí ser gran cosa, ni mi madre, sinceramente, me hizo con esa intención pero era capaz de dar alegría, de quedar bonito, de hacer sonreír y hasta, sí, soñar a quien me mirara sin prejuicios. Mi función era la de evocar, sin grandes aspiraciones. Podía haber cumplido con mi cometido pero aquí estoy: mustio, blando, embrutecido de tanta televisión. Alguno de los programas me gusta. Alguna película. Al principio, en la otra casa, en el otro país, esta sensación de abandono me era desconocida. Fue llegar aquí y encaminarme, en verdad, todos los habitantes de esta casa emprendieron ese camino, hacia la disolución, como decía mi hermana, aun de cuerpo presente en la pared contigua, cuando podía conversar con ella. Ella no pudo soportar más tiempo la situación y comenzó a rajarse, pasando incluso esto hasta hoy inadvertido a nuestros dueños. Era más delicada que yo, de un trazo suelto y cariñoso y desde luego mucho más sensible. Estaba predestinada, en realidad éramos hermanastros de la misma madre (no llegué a conocer a mi padre, creo que no lo tengo), a alcanzar mayores metas envuelta en su modernidad tan simple que era grandiosa sin salirse de ningún plano de la realidad. Sus metas fueron fijadas en 800 marcos hace muchos años. Siempre supe que fui de relleno en aquella transacción aunque mi hermana lo negara, queriendo con ello animarme y darme valor. Pero de quien se enamoraron fue de ella cuando fuimos ofrecidos por aquellos estudiantes de arte. Lo sé. También sé que ellos antes estaban enamorados. Pero algo pasó, fue mal, al poco de llegar a este sitio que por lo poco que pude ver y recuerdo de cuando se abrían las cortinas blancas, ahora amarillentas, es mucho más pobre que aquel del cual procedemos y donde fuimos creados. Aún recuerdo nacer. Mi base texturada, mi primer esbozo, los cambios con los juegos entre los colores, lo que fue mar calmo embraveciéndose, el jugoso detalle del portón entornado en la casita de piedra de arena en primer plano y muchas cosas más. Fue hermoso ver la luz al final y reposar un tiempo viendo a más hermanitos nacer, fui el primer hijo de mi madre, muchos de ellos teniendo que ser abortados nada más concebirse por su propio bien. Más tarde llegaría ella, a cuatro manos porque ella tuvo también padre. Me pareció extraña al principio, tan diferente a mí y a todo lo que había visto antes. Están discutiendo otra vez, que es un vago le dice ella, que bebe. Entiendo que mi delicada hermana no soportara esta vida. A veces yo también me encuentro exhausto de mostrarme y quiero desgarrarme pero mantengo la fe, Dios sabe cómo. Nuestras peripecias con ellos, una vez desenrollados, comenzaron con el enmarcado, tan indigno, sobre todo para con mi hermana, pero por entonces no le dimos mayor importancia pues parecían felices, sí, aunque ahora cueste creerlo. ¡Ah! Me han dado. ¿Qué es? Un cenicero, como la otra vez, y lleno de colillas. No sé de qué pasta estoy hecho pero tampoco ahora han conseguido dañarme. Me han ensuciado con ceniza nada más. ¡Vaya tela tengo!

Pressing TAB


Cuando rompió el mosaico de dos colores llovía afuera.
De ahí que esa composición desapareciera.
Habría bosquejado algo hermoso, posiblemente.
Ya no se sabrá pues son esquirlas de fuego que siguen cayendo desde más allá del conocimiento asumible en un frío día como hoy que hace arder un alma que se creía ignífuga en su distanciamiento con todas las cosas que no son cosas en sí ni son nada, como esto.

Ahora viene una canción de uno de los discos del año:


Y recuerden:

Im Hintergrund, die Schriftstellung

El tabaco persa se combustiona en columna desde el ébano de la pipa de Ledigow hacia el techo alto del salón de la calle Rosarina 8, 2º piso. El aroma lo vicia simpáticamente la mezcla de manzana dulce contenida en lo que arde en su último regalo de cumpleaños. 44, su mujer. 48, ella.
De tan inmóviles sus miembros podría decirse que parece un tallo auténtico, un tanto difuminado, lo que se escapa de su mano hacia arriba y se expande a lo ancho y hacia abajo ya deshecho en el pintado, e intensificado así por las marcas de nicotina extendidas desde hace años, techo amarillo. Esa acción del humo conforma un árbol, que no sería un manzano. Un Platanus orientalis, enanísimo, quizá.
“Ahí sólo encontrarás poesía”.
La voz de Heinz, de acento marcado, ha sonado desde lejos, mitigada por las alzadas solapas marrón oscuro de su batín de raso por lo demás azul marino.
Su mujer trata de que mantenga sino el porte, al menos, y aunque sea para andar por casa, los vestigios del estilo prusiano un tanto rebelde, a la berlinesa moderna, con que la conquistó.
Su mujer no está en casa. Es a Marta a quien se ha dirigido. 21 años y pico más joven que su mujer y una alumna del centro de idiomas Hofmannsthal, además.
El matrimonio Heinz Gerhard Ledigow y Eva María Sánchez Rojo se yergue desde hace 17 años sobre un firmamento de inamovibles basas constituidas de confianza, rectitud y cariño, con sólo una grieta reciente compuesta de total falta de pasión achacada por Ledigow a la menopausia de su señora, no al paulatino e inexorable decaimiento de su propia libido para con su mujer.
Había conocido a su esposa cuando ella era una estudiante de posgrado, él estaba a punto de licenciarse en Estudios Hispánicos, en la Freie Universität de Berlín, cuya celebrada tesina en la Complutensis de Madrid, allá por el año '89, “Literatura reciente de compromiso en las islas británicas y sus consecuencias sobre el libre mercado audiovisual de allá” habían catapultado a Eva María hacia una beca completa, sin apoyos sospechosos, inaugurada ese año en ese centro alemán, y para la que había únicamente dos plazas para extranjeros. El posgrado en cuestión, impartido íntegramente en inglés, convertiría a Sánchez Rojo en doctora en Psicología Social, desviándose ligeramente, "cual hugonote" según ella, de su licenciatura original en Ciencias de la Comunicación.
Ya comprometidos, viajes, y un proyecto solidario, por la desmoronada Europa del Este y Sudamérica después, respectivamente, ella obtuvo plaza en una nueva cátedra creada prácticamente ex profeso para ella, tentáculos de la conservera Sánchez&Sánchez (papi, tito) mediante, en el Centro de Estudios Universitarios San Pedro, de Oviedo, por sí mismo con apenas tradición.
“Voy a cambiar el sistema desde dentro” era su mantra cuando al fin claudicó ante el redil familiar de rancio abolengo asturiano, por parte paterna, si bien con amplias ramificaciones sureñas. Su familia siempre supo que una vez casada, o al menos comprometida como estaba cuando surgió aquella oportunidad, la hija única, desde aquel trágico accidente de caza en que murió el primogénito de Pepe Sánchez Sánchez y María Dolores Rojo Matute, ella ahora también recientemente fallecida, Juan José, acabaría por dejar de lado su modus operandi tan poco práctico de trabajo de campo in situ, como la aventura en Ecuador, si bien en el consejo de adminstración de Sánchez&Sánchez se llegó a debatir, vista la productividad que causaban las subvenciones y donaciones particulares unido al proyecto sobre la imagen de marca, acerca de la posibilidad de no sólo mantener sino ampliar aquel proyecto de explicativo eslogan “Agua limpia. Adiós a muchas infecciones”.
La casa y manutención, eso sí, la mantendrían ella misma y su enseguida convertido en marido Heinz, este oportunamente colocado, previa baja voluntaria bien remunerada de su predecesora, como jefe del departamento de Biblioteca de su universidad privada. La directora saliente, por cierto, montó una pequeña librería de viejo en el centro de Gijón que se mantiene a duras penas a flote (Heinz va mucho por allí desde que se instalaron, al poco de estar casados, en esa ciudad costera, mucho más habitable que Oviedo).
“La literatura está al fondo.”
La falda roja de algodón y poliéster, hasta la rodilla, donde empiezan a descender unas calcetas verde y negras en horizontal, de innumerables pliegos, se eleva a la velocidad debida al gracioso giro que Marta da volviéndose hacia Heinz, Herr Professor.
El bamboleo de sus desnudos pechos que se asoman alternativamente a derecha e izquierda tras su espalda desnuda parece acompasar la popular melodía de un aria del Turandot que Marta silba perfectamente.
“Tienes mucho oído. Silbas bien. Sehr gut.”
Ni ahora Ledigow ha sido capaz de mover algo más que sus labios, amén de sus pestañas; sus pestañas que le recuerdan que no está en una ensoñación sino simplemente aletargado.
“Mi novio la está sampleando con drum&bass. Dice que va a hacer un disco y todo.”  
Che bambola, atravesó la mente de Heinz.
Dado que los compromisos, y cometidos, de su mujer siempre se extienden, y ascenso tras ascenso han ido ampliándose más y más, mucho más allá de los suyos en su centro de trabajo, Heinz acabó por buscarse un sitio en Gijón donde poder impartir alemán por las tardes de entre semana, tres días.
Por lo general, cuando su mujer no estaba de viaje, ya era directora adjunta hacía unos años, comían juntos siempre a las dos, a dos pasos de la universidad sita a principios de la Correduría en Oviedo. A las dos en punto siempre. Ella recalcaba, cómicamente, de vez en cuando, impersonando una imitación mitad acento bávaro mitad berlinés, puede incluso que haya algo de “hessisch”, aquello de: so preussich wia uns gibbet's ja net, wua Heini?
A poder ser comían platos típicos, casi siempre con prisas, por los compromisos de ella. A Heinz le encantaba la cocina asturiana, tan pesada y con tanto sabor que la hacía digna, a su paladar, de un “imperio”. No le extrañaba que esta tierra hubiera sido siempre tan difícil de conquistar y lo achacaba a la manera de comer de sus habitantes. Estaba convencido de ello y aunque lo dijera siempre en tono jocoso, en el fondo lo pensaba, al menos en lo que se refería a tiempos predecimonónicos, cuando, y lo podía argumentar cuando era requerida por alguien una explicación más exhaustiva, el desarrollo tecnológico desplazó casi por completo a los arrestos y arrojo como elementos decisivos en las guerras. “Sobre la obsolescencia de la infantería en los ejércitos contemporáneos de los estados modernos del primer mundo ” podría ser un tratado interesante de abordar, elucubraba en ocasiones, pero forzosamente a realizar bajo el andamiaje de un corpus teórico que no iba mucho con él. Se percataba de ello, tampoco es que fuera un ingenuo.
Tras la comida se despedía de su mujer, ella volvía al trabajo, y llegaba a Gijón en tren más allá de las tres y pico de los lunes a viernes lectivos, y con paso acelerado al bajar del tren caminaba hasta el principio de Cimadevilla, el barrio alto de Gijón donde habitaban, para llegar, casi siempre justo a tiempo, a ver Saber y Ganar, un concurso de preguntas y respuestas de Televisión Española “de nivel”, decía él, que nunca se perdía.
Se enfadaba muchísimo y hasta perdía la compostura, ahí, en el mismo sillón en que ahora se encontraba, en modo que no puede calificarse distinto a pétreo, sentado, cuando encendía el televisor, esto solía ocurrir en lunes, con las pantuflas rápidamente puestas nada más cruzar el umbral de casa, y, sorpresivamente para él ya que jamás leía la sección de deportes de los cuatro periódicos matutinos (uno de ellos alemán, el TZ berlinés, pero del día anterior hasta hace poco) que leía en su puesto de trabajo, iban perfilándose tanto las siluetas de unos ciclistas esforzados como las voces de unos locutores narrando empáticamente esos esfuerzos en el televisor.
No le gustaban nada los deportes y daba la razón a su esposa, inexplicablemente para él, una de las pocas personas que conocía de este país, fuera del ámbito universitario, aunque ella también formara parte de ese ámbito, que veía las cosas de la misma manera que él en ese aspecto. “Opio no, heroína en vena”, decía ella, y Heinz asentía cada vez que oía su propio lema en boca de la mujer con la que estaba casado.
“Soy el gato que está triste y azul con la mirada puesta en el hombro ausente del tiempo”, comenzó a leer Marta en su clara voz de cara a él con sus dos pechos redondeados y a la vez puntiagudos al aire mirándole fijamente.
”Pero, ¿no es poesía esto?”, inquirió ella.
“La prrossa poética la guardo con la naggatifa. Ya sabes, cuestiones formales.”
A veces, le parecía ocurrente, forzaba lo teutón de su voz. Seguía sin moverse. El humo continuaba ascendiendo.
Barruntaba que Marta no podría seguir sus razonamientos implícitos pero un profesor siempre ha de aparentar serlo y puede que, no lo tenía del todo claro aún, Marta formara parte de las personas que se impresionan ante personas cultivadas, y eso no le venía nada mal a Ledigow de cara a equilibrar las pasiones, ya que él estaba de un modo profundo impresionado por las formas de Marta desde el mismo instante que comenzó a formar parte de su reducido grupo de alumnos en la planta baja de la calle San Romualdo 87, bastante cerca de casa. A lo tonto eran siete cursos, siete años, ya. Más o menos el tiempo que tarda un iceberg en deshacerse flotando a la deriva, dependiendo de la temperatura del mar, claro.

Última actividad cultural del Encuentro Interestelar Blogger con Leo

Esta vez espero no tener que llegar a las mil palabras, que me salen muy caras.
Me encantó la actuación de Juan Mal-herido en el Encuentro Interestelar Blogger del que vengo hablando estos días y que se celebró el fin de semana pasado en Gijón (una ciudad, costera).
Es uno de mis bloggers preferidos. O el más, para qué mentir.
Conjuga óptimamente lo que Alvy Singer definió el día anterior como los dos pesos pesados temáticos circulantes en la blogosfera: el yo literario y la crítica (literaria, cultural, social, sexual, estomacal, etc.).
Y como tal heavyweight, claro, no tiene rival.
Él es como...no sé... pero imagínense a dos Mike Tyson en uno, pre-tiempos de Don King, imbatible aquél de por sí por entonces, y llegarán a mi misma conclusión, la de que no es inimbatible sino sencillamente imbatible dos veces, o algo así, supongo, si es que esto de ser blogger tiene que ver con pegar duro, que no se sabe.
Nunca le agradeceré lo suficiente a mi hermano carnal que me consiguiera una entrada gratis por la puerta lateral de la discoteca donde se celebró el concierto.
Lo que ocurrió allí fue genial. Habría unas doscientas o 250 personas allí.
Tampoco el poder de convocatoria de Mal-herido es superable por otro blogger.
Apareció disfrazado de Tote King con una sonrisa de oreja a oreja en medio del escenario y comenzó con esto: Luego siguió una oda justificada al consumismo:

Y tras hora y media tuvo que volver a casa,


a casa (2),
a casa (3),
a casa (4),
a casa (5),
a casa (6),
y
a casa (7).
Dispérsense, aquí no hay nada que ver que no se sepa, y no es que estén molestando:

La act. cult. def. del Encuentro Interestelar Blogger con Leo (2ª parte)


Antes de que la cena propiamente dicha se sirviera se dio cuenta en el espacio más o menos blanco habilitado como comedor de unos aperitivos que no eran gran cosa, la verdad (tiras de zanahoria, patatas fritas de bolsa, o chips, y poco más). Había, por suerte, gracias a LAB, cerveza en botellines, gratis por supuesto, de la que al principio, en la primera tanda, al menos a mí me dio un poco de corte servirme.
Luego ya se me quitó la tontería.
Entre primer y segundo plato de plástico, con la utilización de sus correspondientes cubiertos de plástico (por favor LAB, que somos bloggers, no animales) reaparecieron en escena Fdez&Fdez.
A mi izquierda sentado en una silla de plástico plegable desplegada, como casi todos los demás, no podía ser de otra manera, estaba otro infiltrado mindundi como yo pero que también tenía blog según me confesó, o sea que no sería tan poca cosa como yo puesto que yo no tengo un blog sino una venganza.
A mi derecha el poeta David González (lo conocen, ¿no?) y enfrente, entre otras chicas, Laura Rosal, que nos hizo esta foto
 y también esta otra, sólo que con la cámara de David (la que se tapa la cara, posiblemente avergonzada por, o de, nosotros, es Luna Miguel).
Al de mi derecha viendo que habían vuelto Fdez&Fdez, o Fdez&Fdez, le comenté que iba a ver si me podía firmar Afterpop (ese libro) Eloy Fdez Porta a lo que me contestó David G. que a mí qué me cuentas y se metió un chute de insulina.
Fui hasta donde estaban los eletrodomésticos, y Fdez&Fdez, junto a la puerta de entrada del comedor, que mantenían a temperatura ideal las viandas a servir por la señora Abitita (atención, publicidad: Abitita. Cocina tradicional para TELEHIJOS. ¿Echas de menos la comida de tu madre? Teléfono: 610 38 39 39. abititatelemadre@gmail.com).
Me dirigí a Eloy, que llevaba una camisa Rykiel de corte y caqui militar mu' chula.
“Perdona, Eloy, ¿me firmas Afterpop, por favor?!
“Claro. ¿Cómo te llamas?”
“Hmm, Leo. Pero es un seudónimo. Dedícaselo a Leo.” Estaba un poco nervioso, o un poco borracho, no sé.
“Me gustó mucho Nocilla Lab”, esta afirmación fue para el otro Fernández de la que Eloy se afanaba en la dedicatoria para Leo a realizar con mi Parker (el amarillo).
“Muchas gracias.” Es mogollón de agradable Agustín, no sé si lo saben. Desde luego que mucho más agradable que yo porque no se me ocurrió otra cosa que proseguir el diálogo con él más que espetándole lo siguiente:
“Los dos anteriores, Dream y Experience, no tanto.”
“Son escrituras muy diferentes.” Él, supermajo, en serio.
“Pero Lab sí me gustó, y mucho, y me pareció muy bueno”, traté de arreglarlo para de nuevo cagarla:
“Una cosa que sí que querría saber.”
“Dime.” Creo que no estoy siendo muy hábil en esto de transmitir mis impresiones, lo sé, pero de verdad que juro que es un tipo de lo más agradable, no como yo, ya dije, y dije:
“¿De verdad que escribiste los tres del tirón?”
“Sí.”
El otro Fdez mientras tanto había terminado con lo mío (“Gracias.” “De nada, hombre.”). Otro tío grande. Me dibujó unos corazoncitos e hizo una grasia andalusa y todo:
No recuerdo si nos dijimos algo más pero sí que Agus (casi lo considero mi colega ya) me preguntó, con sumo interés:
“Tú eras Teo, ¿verdad?” Más majo.
“Leo”, pausa, “Leo.”
Y así terminó mi segundo contacto con ellos pero me quedé por ahí porque tenía ganas ya de hincarle el diente a la carne con setas a la jardinera, lo cual se demoró aún un poco porque por lo que se veía había algún problema con esa especie de fogones de Abitita. Problemas que acabó por solucionar un chico con camiseta roja y barba negra que me sonaba de algo.
De vuelta a la gran mesa rectangular modular, haciendo una paradita para ver el partido de fútbol 1X1 que estaban echando al fondo del salón-cocina los a su vez muy majos Fruela Fernández y Camilo de Ory, u otros blogueros, le dije a David refiriéndome a los Fdez:
“Son muy majos los dos.”
“Sí.” Más majo él también.
Y acabó la cena, tras unos cigarrillos, que yo por mi parte había finiquitado con el arroz con leche caliente que me gustó muy poco como ya saben pero del que no dejé ni un granito.
Antes de abandonar la mensa me quedaba un asunto pendiente. 
El asunto iba con Luna, Luna Miguel, quien unos minutos antes se las había visto a mis espaldas, justo a mis espaldas en las que yo tengo antenas, con la chica de LAB, Lucía, que la interrogó acerca de ciertos intrusos en todo este asunto blogueril, capeando Luna, por lo que se vio, el temporal Lucy (esto va por Becky, chavalines/-nas).
Pero mi cuestión con Luna era otra. Así que antes de irme de allí para presenciar junto a los demás invitados el espectáculo Fdez&Fdez que estaba a punto de comenzar me dirigí decidido a decirle lo que tenía, necesitaba, y era mi deber para con mi bienestar mental, que decirle a Luna.
Ella estaba de espaldas, charlando con más gente, su novio andaba por ahí, y ni corto ni perezoso osé interrumpirla.
Toqué su hombro, o algún otro punto neutral de su deseable anatomía, y de la que se giró y me clavó sus intensos ojos verdes, o no tan verdes, eso da igual, le dije, sin cortarme un pelo:
“Soy Leo del Mar. Gracias por la cena.” Ahí quedó eso. Con dos besos.
Cualquier día de estos envío a Gaviero un par o tres libros de poemas que como sean tan majos como Luna seguro que me publican.
El show de F&F me agradó, como ellos mismos, bastante, a pesar de las indeseadas y (e) imprevistas interferencias informáticas. Sin duda LAB, o algún chill-out similar, es un buen marco para el espectáculo que ofrecen aunque seguro que no es para todos los gustos, especialmente gustos poéticos. Tuve que felicitarles por el show y advertirles de que oirían hablar de mí. Creo que dije esto porque bullía un poso envidioso en mi fondo.
De Mal-herido, a priori mi mayor aliciente bloguero allí, ni rastro. Alberto Olmos vio a Fdez&Fdez sentado a mi lado, un poco atrasado a la derecha, eso sí.
Me comenta mi procesador de textos que he vuelto a pasar de las mil palabras o sea que ya mañana, o pasado, cuento el segundo día del Encuentro Interestelar Blogger de Gijón en el que me las podría ver, al fin, con Juan Mal-herido.
I am, intrinsically, gilipollas. Lo sé.
(Bass) How low can you go?:

La actividad cult. definitiva del Encuentro Interestelar Blogger con Leo


Llegué al encuentro interestelar blogger un poco pasado. Pasado en cuanto al horario, me refiero.
Ya habían comenzado las presentaciones de los bloggers participantes.
Hablaba Camilo de Ory, que hacía reír, cuando me acomodé en uno de los incómodos sofás dispuestos en la blanca sala designada para las mismas del Centro de Arte y Creación Industrial de Cabueñes, Gijón, esa ciudad de la que Kiko Amat dice que es una de las mejores ciudades del universo. Allá él.
Para saber dónde se encontraba la dichosa sala, puesto que estaba un poco perdido al entrar, tuvo que preguntarme una guardia de seguridad si iba yo a lo de los globbers. Globbers dijo la señora, sí.
Las presentaciones, bien, paraditas pero bien. Salvo la última, del primer tramo, la de Superwoman (no encuentro enlace, no sé por qué, sorry), que se extendió demasiado a mi parecer. Interesante me pareció la de Alvy Singer, que intentó, en una analogía afortunada hasta donde pueden serlo, comparar las vicisitudes de edición de los diarios de John Cheever con los inicios de la blogosfera.
Pero como aquello de las presentaciones, en general, iba un poco sin chicha y uno de los organizadores (camiseta roja y barba) al anunciar el descanso reveló que Juan Mal-herido no iba a presentar su personalidad tampoco en el segundo tramo de la puesta en escena del primer día, viernes, en que nos encontrábamos, decidí llamar por teléfono, de la que echaba fuera del recinto un cigarrillo natural liado, a un poeta de mi barrio, por si le apetecía subir a Cabueñes, y de paso recoger un libro que se me había olvidado.
El poeta era David González (aquí en su nuevo blog narra a su manera el Encuentro Interestelar Blogger) y le apetecía subir más que nada por ver el espectáculo de Spoken Word de Eloy Fernández Porta, de quien era el libro que me había olvidado y el cual en extraño detrimento había sido sustituido por Matadero 5 de Vonnegut en un bolsillo de mi chaqueta de nobuk con forro de piel de borreguillo marca Quiksilver, junto a Agustín Fernández Mallo.
Eso sí, tenía que ir en coche a por ellos. Y eso hice.
Agarré mi Honda HR-V 4x2 Full Equip, año 2004, de un rojo fuego metalizado, con cinco puertas, de 105 caballos, con la correa de transmisión recién cambiada, unos 130.000 kilómetros recorridos, radio-cd-mp3 de reserva y un par de rayones a la altura de la puerta trasera derecha (se vende, razón: leodelmar@gmail.com, también pueden interesarse por la chaqueta, está guapa, y abriga) (y ahora mismo suena esto. Se recomienda abrir pestaña nueva y regresar a la lectura sólo si apetece) y fui a Cimavilla y volví a Cabueñes, ya con poeta incluido, y libro (Afterpop, Berenice, 2ª edición).
Llegamos a LABoral, yo por segunda vez, y dado que David conocía a Eloy y no sé bien si también a Agustín, nos sentamos junto a ellas (perdón por lo de ellas, es una errata sin ninguna mala intención que simplemente no he corregido) en otro de esos sofás raros a los que había que habilitar, como había instruido previamenta el chaval aquel de barba y camiseta roja, pasando el elástico que unía los extremos de los respaldos de cada sofá por debajo de la parte acolchada bajo nuestras posaderas. Todo era, a todas luces, un mobiliario de ascendencia soviética en lo funcional, pero en plan molón.
Resultó que nos habíamos perdido la presentación, exposición o lo que fuera que había hecho I. Berlin, quizá por entretenernos en exceso pidiendo unas cervezas en la barra de la antesala a la sala en cuestión, antesala que luego sería sala, y donde actuarían Fdez & Fdez posteriormente. Puede también que el tiempo que me faltó para ver y oír a Ibrahim B., como hubiera sido mi deseo, se nos fuera ya antes, cuando tomamos una cerveza en Cimavilla de la que recogía a David y a Afterpop. En todo caso el tiempo no se nos fue por culpa de Sofía Castañón (blogger de Gijón invitada) que en la antesala de antes, y sala de después, dubitativa, y ciertamente sorprendida, vino, tras separarse quizá por primera vez en toda la tarde de Alberto Olmos (otro invitado) a saludar y a charrar un rato con David G.
Ya dentro otra vez, estaban Nacho Vigalondo, quien ya en una anterior visita a Gijón había hecho bien el payasete, & Crew (Ignaco Escolar también estaba por ahí) dando la nota de nuevo como ya habían hecho durante las primeras presentaciones que presencié, valga la redundancia, para ellos. Hay que decir que el alboroto estaba justificado viendo algunos de los dibujos que mostraba el de Fauna Mongola.
Y así dio fin esa parte del primer día del Encuentro Interestelar Blogger, como bien hizo saber a todos los presentes el chico de marras ese, el de camiseta y barba roja, o al revés.
Los presentes, no creo que huelgue decirlo, quitando a los invitados y contándonos a David y a mí, no superaban el número de diez ni de coña en aquellos momentos.
El chico del T-shirt rojo y barba negra, venga, vale, lo voy a decir, que se llamaba Iván, al parecer (Tobalina, creo, un beso), de la que dio por finalizada esa parte del encuentro también indicó a los bloggers invitados (“id hacia la luz”, un puntazo) dónde se serviría la cena.
Camilo, quien conocía a David, se tomó la libertad de invitarnos al poeta y a mí, Fdez&Fdez habían desparecido, a cenar con los blogueros con tal mala suerte que de la que nos adentrábamos en el pasillo con mucha luz [de ahí el puntazo de antes del chico de barba rojinegra y camiseta indefinida, Iván (foto de Luna Miguel, comisaria de todo el asunto)] fue interceptado, él, de Ory, por una de las encargadas de LABoral (Lucía se llama, creo también aquí) por no sé qué cuestiones y a los dos pasos que seguimos dando David, poeta, y yo hacia el apropiado espacio de retiro, meditación y reponedor de fuerzas destinado a las estrellas blogueras fuimos interceptados a su vez por otra persona que no era otra que el tal Iván.
Que si esto es sólo para bloggers invitados, que no se puede pasar a cenar así como así, que no sé cuántos le dijo a David González. A mí no me dijo nada pues está claro que no soy nadie. Pero las explicaciones que iba dando no debían convencer mucho siquiera a Iván (el de la camiseta roja y barba negra, ya saben), de modo que un poeta, y blogger, y un blogger, no poeta con jeta (por aquí hay una fotografía de ambos hecha por Laura Rosal, muy maja ella), acabaron cenando junto a lo más estelar de la blogosfera.
El menú consistió sobre el papel de, leo: Dip de aguacate y gambas con crudités y tostadas, de primero, y carne con setas a la jardinera con suflé de patata roja y patatas chip de segundo. Arroz con leche como postre. El arroz con leche se sirvió caliente, lo cual no me gustó nada.
Van más de mil palabras dice mi procesador de textos, y creo que mejor será que lo deje por hoy. Y lo voy a dejar con el vídeo de la canción que antes he recomendado, que sé que ustedes no han tenido las ganas de escuchar, y que termina con un: “And you don't know me yet”.

The day the bloggaz took over (esto no es un panel de anuncios)

Hoy: Actividades culturales blogueras X con Leo

Creía que llegaba tarde al encuentro interestelar blogger y así era.
Lo primero que vi cuando entré en la gran nave sobre uno de los escenarios fue un tío semidesnudo, que, luego me enteraría, no era un blogger más sino un "simple" voluntario, tumbado con un consolador en la boca penetrando así a una bloguera totalmente desnuda, salvo por unos taconazos, sentada a horcajadas sobre el tipo. La música dance atronaba sobre los murmullos de admiración del público que no obstante se filtraban por entre los intersticios sincopados del ritmo repetitivo. Le daba caña la bloguera al miembro artificial que de hoax tenía poco.
Cambiaba de ritmo narrativo con una facilidad pasmosa, y el estilo de la susodicha, si bien no era algo que no hubiera vista antes, manifestaba el savoir-faire literario de la misma.
No carecíó tampoco de lirismo la actuación de la estrella blogger y así quedó patente una vez despedido el voluntario, cuando la artista (no cabe otra denominación) en vista de su ya muy jalonada por el respetable, y fotografiada y grabada, performance inició un ritual solipsista, y en consecuencia onanista, que terminó, a la vez que con su actuación, en una explosión de líquidos vaginales que salpicaron a los más cercanos al escenario dejando a estos últimos embadurnados del más divino néctar y muy cerca de lo que los letraheridos desde épocas inmemoriales vienen llamando parnaso.
Gracias a mi habilidad innata me había logrado colocar entre las primeras líneas de los blogueros aficionados y unas pocas de esas celestiales gotas acabaron por extenderse sobre mi rostro, obligando con ello también a mi, predispuesto, criticismo a admitir que aquello simplemente era la gloria de la literatura, obviamente.
Sin apenas tiempo de expresarle a la autora nuestro entusiasmo (yo ya era uno más de los entregados asistentes) al terminar su exhibición, por los altavoces fue requerida la presencia del público para la siguiente demostración de habilidades escriturales en otra localización del pabellón.
El propósito de esta actuación era la traslación a las letras hispanas, virtuales o no, de lo que en EE UU goza de gran reputación, especialmente en los circuitos poéticos, y que es conocido allí como Fucked Word (palabra hablada, o jodida).
Para los duchos en este género, como yo, se presupone que estas actuaciones ya alcanzaron su cénit en la época hippie del siglo pasado pero no...
Lo que se vio sobre el decorado preparado al efecto rebasó todo lo alcanzado hasta ese punto histórico (así será recordado a partir de esa noche gijonesa por los memorialistas literarios, sin duda). La bloguera y el bloguero en cuestión sobrepasaron los límites literatos, y sería injusto tratar de describir aquello que sucedió con mis simples palabras. Aquello fue amor.
El amor se exhibió en mil posturas, bajo prismas de penetración en la gloria inauditos y con una dedicación y profesionalidad solo al alcance de los seres superiores, entre los que, sin objeción posible, se encuentran no solo estos blogueros, sino, en general, el resto de los bloggers participantes, puesto que también los demás espectáculos que presencié aquella noche del fin de semana pasado en LABoral Centro de Arte y Creación Industrial no bajó ninguno de ellos del olimpo en el que siempre deberíamos hallar toda expresión de la literatura.
Mención especial cabría hacer del stand de la editorial Cumlouder en el que se animó a los presentes a participar en sesiones de escritura orgánica, y con mucho éxito.
En especial lanzo aquí un recordatorio a una chica del público que dejó anonadados a todos los presentes, incluyendo a los representantes de la editorial cuando, ni corta ni perezosa, procedió a ejecutar una oratoria inapelable sobre uno de ellos (nuevamente el amor, siempre el amor, claro que sí, fue protagonista) y concluyendo su viva demostración artística con la inserción en su orificio madre del micrófono de la editorial, ejemplificando con ello que si se pone todo el abecedario en el ordenador incluso quienes no creemos en nuestras excelencias literarias podemos, al menos, llegar a rozar el cielo literario, que es, en resumidas cuentas, de lo que se compone la vida.
No creo que la feria erótica que se celebra en Gijón el próximo fin de semana me vaya a satisfacer tanto como este encuentro interestelar bloguero, pero, por si acaso, también allí realizaré una actividad cultural.
Feliz y amorosa semana a todos.
Up the bloggers!

Hoy: Actividades culturales más bien pulp antes que sci-fi con Leo. Encuentro interestelar de Bloggers

Salí silbando, así: fififi-fifi. Pero no silbo muy bien por lo que comencé a tararear: la-lara-lala.
En fin, estaba contento pues me dirigía al encuentro interestelar bloguero del universo universal en Cabueñes, Gijón, esa ciudad, a las afueras de esa ciudad, más bien no, mejor.
Como creía que el seguro cúbico de mi nave había caducado y no me apetecía utilizar algún transporte público de los que disponemos, como un 3Conchas, decidí teletransportarme hasta Cabueñes.
Una vez rehecho allí inhalé el verdor de los montes, colindantes pero a lo lejos, que preñaba el no demasiado puro aire frío que se filtró hasta mis pulmones llenando esos elementos renegridos en mate de mis nuevos órganos (me había agenciado una naturaleza fumadora por saber qué era eso, más que nada), con el vigor que da encontrarse, más bien menos que más, en plena naturaleza, que es una cosa que yo desconocía absolutamente.
Pasé un poco de miedo nada más aparecer allí en medio de un prado, precisamente por estar en medio de la hierba, antes de reanudar mi respiración, lo de la respiración (inspiración-espiración) viene porque viajo con una máquina un tanto obsoleta, de los primeros modelos, ya se pueden imaginar, pero el susto se me quitó enseguida cuando vi que estaba a tiro de piedra de la majestuosa construcción nacional-catolicista de hace siglos de la Universidad Laboral y que conocía por fotos antiguas tresdigitalizadas. El péndulo Kriek de orientación magnetoscópica, gracias a Dios (lo de Dios igual no lo saben ustedes pero es que ahora se vuelve a creer en él, en serio, eso sí, tuvo que venir en persona desde la molécula primaria a decírnoslo), no falló como la última vez. Vez que no quiero recordar puesto que tiene que ver con un tarro de mermelada, una niña, un perro, Ricky Martin.... ¿recuerdan? Yo tuve la culpa, sí. No importa, es agua pasada.
A otro tiro de piedra se suponía, y bien, que estaba LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, mi destino.
A dos pasos del prau, como sé que se dice por aquí, hallé asfalto y sacudí con fuerza contra el firme mis katiuskas de un amarillo retro, casi decimonónico diría, y distintos dibujitos circuloides, desprendiendo así el barro de la tierra empapada que pisaba unos instantes antes y para a su vez también deshacerme de los restos del tiempo que me pisaba los talones durante el picosegundo que duró mi viaje de hacía un ratito.
Llego a la entrada y me piden el carnet. Sabiendo que esto me iba a pasar, ya que me lo había advertido mi efectivo regenerador particular, me bajo los pantalones y muestro, con poco disimulado desdén, mi nalga izquierda, y con ella, claro, mi código de barras de carbono optimizado (numeración: 22-32-357-500), recibiendo, sorpresivamente, un importante puntapié en mi ya mismísimo culo de humano pretérito.
Pasé de explicarle nada al tipo de verde y me hice invisible primero e inmaterial después para poder entrar sin problemas donde pretendía (entrar).
Floté un poco por allí, traspasando paredes y demás, invisible todavía para no llamar la atención de esta especie de ancestros míos, es decir, seres como ustedes, hasta que me tocara hacerlo (llamar la atención). Se ve que mis unos y ceros no se habían restablecido del todo del tránsito desde donde fuera que vengo yo, pues sin querer, de repente, cuando el evento estaba presto a ser inaugurado, por lo que me pareció, sufrí una bajada de corchos cayendo con tan, buena, he de decir, fortuna, dentro del cuerpo de una señora mayor que estaba de pie sobre unos tablones formadores de algo así como una tarima flotante, denominación que me da un poco de risa, eructando a un micrófono y poniendo cara rara. Lo de la cara rara me vino bien por eso de la transcorporización cuyo mecanismo activé nada más percatarme de hacia donde me dirigía mi caída.
“Seres y seras,” comencé, con la voz y todos los torpes gestos de la ya totalmente mimetizada en mí señora, “aquí falta alguien”.
Murmullos, chiflidos, algún pedo y ruidos varios cruzaron el eco de mis palabras. Los pedos venían de detrás de mí, y también el resto de los sonidos, de parte de los que identifiqué enseguida como bloggers invitados. Aparte de que no podían venir de nadie más pues no había nadie más que un par de bedeles, que vete tú a saber lo que se supone que hacen, rascándose sus partes en las esquinas de la sala, equilátera o no. Bueno, sí que había alguien más. Un tipo friolero que se calentaba con una gorra y orejeras la cabeza, y con un plumífero el torso, y toqueteaba algo en un tipo de mesa. Vamos, lo que ustedes creo que llaman DJ o encargado de poner música, pero música no había, al menos no lo que yo ni nadie de donde sea llamaría música. Da igual.
Me di la vuelta dispuesto a hacer justica al fin a una voz única e imperecedera, como hemos captado al fin en el futuro tiempo y espacio, y que es la de: Leo del Mar.
Miré a la vez a los ojos de todos, pero de todos los bloggers invitados y los...

Desperté. Y al momento de adquirir conciencia de dónde estaba caí en la cuenta de que aún queda una semana para el encuentro interestelar bloguero para el cual no estoy invitado, ¡cagüenmimantu!

Simón, te doy esquina 2 de noviembre. A mero mero dale tú chon chon

El coloquio de los perros 27

Pinchando sobre la imagen de abajo accederán al índice de una nueva entrega desinteresada de la revista cultural El coloquio de los perros. Digo cultural pues desde luego que no sólo de literatura vive el homo informaticus; y allí están para refrendarlo las secciones La música y las fieras, Un chien andalou e Ideafix.
Van 27 números. 10 años. Así. Por la cara. Por gusto. Por guapos y guapas. Porque se lo merecen.
Leo del Mar, como viene siendo habitual, aporta su granito de arena con una traducción. En este caso se trata de la en siniestras circunstancias fallecida, es decir, muerta, Renate Neumann.
Hay de todo en ECDLP, como en botica. Poemas recomendables como los de Andrés Malpaso y Lola Schutz. También hay relatos. Destacaría la entrevista que le hace Diego Sánchez Aguilar a Manuel Vilas, el memorándum de Alejandro Hermosilla sobre Lawrence Davies, interesantísimo no sólo desde el punto de vista mitómano y, especialmente, un buenísimo (en el sentido de bueno) mini ensayo de José Óscar López del que solamente (no) diré, ¿quién vive en la piña debajo del mar?


Nota del notas:
Dos de los nombrados en el texto de arriba son amigos de Leo del Mar en Facebook.
¿Qué pasa con el resto de los miles, y miles, de lectores de este blog? ¿Acaso pasan de Leo también en Facebook, bloggers de ful? No les vale con prescindir de él para el encuentro interestelar bloguero a celebrar en, ojo, GIJÓN, que también le hacen el vacío en Facebook, ¿eh?
Oh, mon dieu, c'est incroyable: Leo del Mar c'est le vrai artiste maudit! 
Voy a seguir masturbándole un rato, lo necesita.



Una aclaración (in)necesaria de cuando murió Guru

We all must meet our moment of truth.
Guru
Guru no morirá.
Guru me acompañó casi exactamente 20 años durante esta vida que llevo y me niego a afirmar que por el simple hecho de haber espirado haya dejado de existir. 
De hecho, sigo oyéndole y he querido que en mi blog perviva su música con Premier, rindiéndole homenaje colgando varios videos de Gang Starr.
Ya en este mismo combo al final de los ochenta fusionó de manera notable jazz e hip hop como se puede comprobar en la banda sonora de Mo' Better Blues de Spike Lee (¿alguien se acuerda de aquel programa de la 2 de TVE, Rápido, de cuya memoria traída extraigo este dato?), y con la posterior aparición de sus Jazzmattaz (imprescindible los dos primeros volúmenes) incluso para quienes no sienten como algo propio el hip hop, Guru debió ganarse el cielo.
Está claro que no lloré ni nada por el estilo cuando leí la noticia de su muerte, incluso tardé bastante en enterarme de ella por mi temporal desconexión a internet y la no aparición de esa noticia en los diarios que leo habitualmente. Su vida fuera de su arte, o cómo él decía, forma de intelecto, cuyos símbolos son la cadena y la estrella, me interesa bien poco porque no lo traté ni parece que haya ido por ahí matando a raperillos del tres al cuarto, o sí, de otra manera, aunque entiendo que ciertas mentes no sean capaces de disociar la separación entre lo que uno es y lo que uno hace.
En general, varias corrientes de música contemporánea han sido importantes para mí, o mejor dicho ciertos grupos de esas corrientes, que no tengo tantas ínfulas enciclopédicas, pero el hip hop en particular porque lo había visto casi nacer, crecer y desarrollarse como me ocurrió con mi hermano, así como el baloncesto y en cierta manera la literatura fueron muy importantes en mis reinicios en este país en cuya lengua apenas me desenvolvía. 
Y paro aquí que estoy intentando no volverme demasiado personal, pero eso es algo imposible cuando hablo de que llegué con quince años a un sitio que comparado con el otro del que provenía parecía, o directamente era, un sitio retrasado del mundo que yo conocía. Ya digo, el hip hop (por entonces, Public Enemy, De La Soul o los mismos Gang Starr y luego Cypress Hill, y Dre, Snoop y todo el G-Funk, etc.), los libros que leía para aprender el idioma y el ba-lon-ces-to (la gente que no ha jugado al baloncesto no es capaz de entender lo que significó para tantos el campeonato del mundo alcanzado en 2006 ni lo que significa para nosotros que uno de los nuestros sea tan grande en la NBA, y no lo voy a explicar ni hoy ni aquí) fueron los pilares sobre los que evitaba la enajenación en la que paradójicamente no hacía más que sumarme más y más por mis propios aficiones y natural carácter retraído. 
La distancia con la que me veía a mí mismo respecto a lo que me rodeaba aumentaría a posteriori en volandas de otros tipos de distintos lenitivos a los que el tipo del que hablo se aficionó sin remisión. 
Pack it up, pack it in, let me begin... No, no: paro ya. No teman. He aprendido a mirar con perspectiva y no me pierdo en busca del tiempo perdido por el camino de Swann que he leído estas noches en que he estado acostándome temprano y es una gran obra. 
El autor de Basketball Diaries, Jim Carroll, para quien las drogas también, más que la música, la literatura o el baloncesto, fueron mucho más decisivas, murió a su vez hace unos meses pero de ese tipo no supe nada hasta que vi la película protagonizada por Di Caprio (Leo) y nunca tuvo el peso que tuvieron en mí Guru y Primo, y de ahí que no le escribiera algo parecido a esto que pretende ser un memorándum del seudónimo de Keith Elam y su significado personal en esta vuelta, de tuerca, al Espirador ecléctico.
Aunque te pese, allá dónde estés, Guru, NWA, quienes sospecho no hacían buenas migas contigo, berreaban aquello de real niggaz don't die, y ese cuento, amigo Guru, se te va a aplicar a ti.
En fin, al Kase-O style, mi joven corazón ardiente aún quiere ver mundo y tú ,Guru, que me mostraste tanto, descansa en paz y perdonen la parrafada personal y un poco cursi pero este es mi blog, no sé si me explico, aunque Reo del Mal me dice que él también firma este artículo.
Ah, y un saludo a los del Partido Seudalisto, a los del Partido Predemocrático y al resto de políticos. Le están riendo muy bien las gracias a sus jefes que, por si alguien no se ha enterado, no somos nosotros.
Y otro saludo a mi madre que no lee esto, ni nada. El blog continuará.
Intelligent, but not yet equivalent.
KRS-One
Especie de coda del autor:
Publico esta entrada el 18 de octubre del 2010 aunque se escribiera el 26 de mayo 2010 porque, sinceramente, me daba un poco de vergüenza lo escrito por parecerme demasiado personal, ya ven.


Kind of blog

Lo peor de Oviedo son las cagadas de perro en los parques de Oviedo (Reo del Mal habla sobre lo peor de Oviedo)


a las 6 de la mañana me levantaba
a las 7 de la mañana ya vestía mi ropa de trabajo
de un color tipo butano y me metía en una furgoneta
con otros 3 tipos que también iban de butano

a esa hora salíamos de una nave a las afueras de
oviedo para irnos a oviedo o a otros pueblos de oviedo

como muy tarde a las 7 y media comenzábamos a segar
o a desbrozar o a hacer las otras labores propias de un jardinero
de una empresa subcontratada por el ayuntamiento de oviedo

a las diez y media íbamos a comer el pincho
aprovechaba esa pausa para leer un periódico, o dos
después seguíamos con lo que fuera que nos hubiera tocado hacer
hasta las dos y media, hora en la que recogíamos los bártulos
para ir de nuevo en la misma furgoneta hacia la misma nave

esto se repitió de lunes a viernes, exceptuando festivos, durante seis meses
al término de esos seis meses no me renovaron el contrato
esto es, en verdad, lo peor que puedo decir de oviedo

la empresa, cómo no, era de gijón

Eh, poeta, ¿te sientes olvidado?

Hoy: Actividades huelguistas con Leo al son en cursiva de MGMT

Qué alegría/ salir casi a mediodía/ por Cimavilla en día/ de huelga general nacional y ver que no hay ningún negocio abierto. I'm Feelin rough, I'm Feelin raw, I'm in the prime of my life. Que los dos quioscos de la calle inferior a la mía/, que entre los dos no deben vender más de cien euros al día/, estén cerrados y no vendan esa prensa vendida/. Let's make some music, make some money, find some models for wives. Bajar luego hacia Pelayo (una estatua, fuente) por la plaza del Marqués y ver que la cosa sigue igual, sin panaderías/ abiertas, ni cafeterías/, sin otro quiosco; I'll move to Paris, shoot some heroin and fuck with the stars torcer hacia el muelle y comprobar que ni la administración de lotería/ vende las únicas ilusiones que le quedan a la mayoría/ de la gente. You man, the island and the cocaine and the elegant cars. Encaminarse hacia la calle Corrida/ y confirmar que la farmacía/ y la heladería/ al comienzo de ese trayecto así como la droguería/ y la tienda de comestibles han secundado el paro. This is our decision, to live fast and die young. Meterse de lleno en la propía/ calle Corrida/ y contemplar atónito como la librería// La Casa Del Libro está abierta. 
We've got the vision, now let's have some fun. Acercarse a los distintos escaparates de ese comercio y otear allí sucesivamente libros de Pérez Reverte, Menéndez Salmón, algún maldito francés y contestatari@s varios puestos a la venta por los mercaderes de sus mercancías hasta en un día sagrado como hoy, 29-S. ¡Oh, Duchamp, cuánta razón! Yeah it's overwhelming, but what else can we do? Get jobs in offices and wake up for the morning commute? Alejarse de allí con el pecho henchido bajo la camiseta de Marc Ecko adquirida en rebajas que reza 'True rebels always walk alone' por la satisfacción del deber cumplido, y la garganta aclarada, plasmado en esas vidrieras repetidas veces en forma de sustanciosos lapos de tono verde oscuro. Forget about our mothers and our friends. We were fated to pretend, to pretend. We're fated to pretend, to pretend. Continuar la marcha Corrida arriba y nada, ni un negocio abierto a casi medio día, no hay ni manteros a la vista. Llegar a la plaza del 6 de agosto, sin interés en saber qué efeméride celebra, y sentarse en un banco y más que ver, oír, al primer ser que realiza algo parecido a trabajar: un gitano balcánico de esos que no tienen sitio en Francia tocando en su saxo bajo un standard hispánico, ese que diría en su estribillo vocal “ay, ay, yai, yai, canta y no llores”. Si bien reconocer que es cierto que ofrecer su arte gratuitamente no es trabajar, el hombre ni siquiera exige dinero a cambio, únicamente la voluntad, si es que aún quedara de eso, y asi está bien y así debe ser y será I'll miss the playgrounds and the animals and digging up worms. I'll miss the comfort of my mother and the weight of the world. Encontrarse en la plaza allí sentado rodeado de paseantes y distinguir entre un grupo de gente que dobla la esquina, que acaba dirigiendo los pasos del viandante a la plaza de Begoña, a un viejo amigo de los tiempos del baloncesto convertido en sindicalista dando ejemplo. No saludarlo a lo lejos por no interferir en sus nobles menesteres y liarse un cigarrillo Pueblo porque el mundo está casi bien. I'll miss my sister, miss my father, miss my dog and my home. Oír pocos instantes después aplausos y vítores, y poder aseverar tras desplazarse hasta el lugar de procedencia de esa exclamación de voluntad popular que los responsables del Alimerka de la calle Los Moros cierran ese supermercado por la presión, entre otros, de cierto amigo de otros tiempos, de otras pelotas, con quien fundirse en un efusivo abrazo al momento es un placer. Yeah, I'll miss the boredom and the freedom and the time spent alone. Ni un ligero cruce verbal entre la adolescente novia heavy de un heavy también adolescente y un piquete femenino, porque los primeros querían entrar al supermercado a por unas birras, empañan el disfrute de esa victoria. But there is really nothing, nothing we can do. Love must be forgotten. Life can always start up anew. Para luego de volver sobre los pasos con el fin de emprender el triunfal regreso por Corrida, la mayor arteria comercial de Gijón, padecer alguna zozobra por abrir sus puertas Zara a manos del pibón del día the models will have children, we'll get a divorce y desplegar unas gentes muy morenas dignas del día sin una sola nube (comprobar después si hubo algún aviso por parte del dios de la meteorología asturiana si también iba a la huelga o no, ya que ahora por la tarde llueve como siempre) sus mantas llenas de música e imágenes pirateadas we'll find some more models, everything must run its course y poco después hasta cruzarse con el propio Menéndez Salmón empujando un carricoche. Tener fuerza suficiente después de las ofensas como para variar el natural regreso a casa y no enfilar el paseo del muelle si no doblar por San Antonio al finalizar Corrida y llevarse un alegrón tremendo pues el Sporting de Gijón apoya el llamamiento a la huelga general a través del cierre de su tienda oficial sita en la propia calle de San Antonio. Y ese hecho vigorizar los ánimos lo suficiente para poder afirmar con satisfacción que un poco más adelante su wifitería habitual también permanece cerrada. Y aún tener tiempo para dirigirse a la plaza mayor y participar activamente en una concentración de (CNT no sé dónde andaba) ce ce o o, como diría aquel innombrable presentador de telediarios. Y sí decir, ha sido un buen día. Hasta la peluquera de uno mismo no abrió. Bueno debe ser estar orgulloso, un poco, a veces. We'll choke on our vomit and that will be the end. We were fated to pretend, to pretend (x2). Y qué decir de la solidaridad de algún vecino que sigue permitiendo acceder al que suscribe a su red wi-fi y poder publicar gracias a ello esta entrada que finaliza con la canción que ahora también ustedes pueden disfrutar. I said yeah, yeah, yeah...

Reo (del Mal) triunfa en la televisión inglesa, al final


Britain's Next Top Model Cycle 6 - Episode # 6... por BNTM6

La cuestión del taburete

Vas a tener que explicármelo de otra manera.
Bien, estábamos ahí tomando algo, ¿no? Y me entró hambre y fui a por unas aceitunas.
¿Cómo que fuiste a por unas aceitunas? ¿Buscaste olivos en la noche?
Allí hay una máquina que expende frutos secos, gominolas y aceitunas y eso, ¿vale?
¿Rellenas?
De anchoa. Y cuando vuelvo a mi sitio, un tipo estaba sentado en mi taburete.
Avanzas demasiado deprisa. Cuéntame algo de la chica.
Nos conocimos el fin de semana anterior, en el bar.
Vale.
Y la chica me llamó la atención. Llamó la atención a todo el mundo en realidad.
¿A todo el mundo que la vio en ese bar querrás decir?
Sí, perdona. Y la chica esta pues me gustó mucho.
Eso ya lo he oído en otra ocasión.
Quiero decir que brillaba en la noche en aquel bar de poca luz. Tenía como un aura.
Te entiendo. Paranormal pero en el buen sentido, ¿no?
Sí.
Emanaba una especie de luz que te deslumbró al momento; a ti, que no eres de deslumbrarte, ¿no?
Sí, lo estás pillando. Sigue.
Tú, en cierta, o en concreta, manera también captaste su atención como te ocurre en bastantes ocasiones. Una forma de llamar la atención que achacas principalmente a tu presencia física, a tu porte, gallardo digamos, aunque en ocasiones, y principalmente las chicas que más te han gustado, y aquí has de confesarte que esas siempre son las más hermosas chicas, si tomamos como canon estético el aceptado, que coincide con el publicitado o mediático, te han confesado que hay algo añadido en ti que las atrae, ¿cierto?
Sí, sí. Vamos, ese algo como inexplicable, o inexpresable, mejor dicho.
Lo sé, lo sé. Pero permíteme continuar.
Adelante, perdona.
No, hombre, no te disculpes.
Es una, creo que ya, mala costumbre que tengo, ¿sabes? Pedir permiso o perdón, dar las gracias y todo ese arsenal de buenas maneras que empleo a la más mínima ocasión y que no todo el mundo entiende, especialmente en estas tierras. Pero sigue.
Creo que deberías proseguir tú.
No lo creo así, pero vale.
Y nada, eso, nos miramos, yo totalmente cegado, enceguecido que se diría, por su luz aunque suene un poco asá. Nos sonreímos, dijimos alguna tontería, luego tomamos unos chupitos, de VodkaCaramel, como siempre hago cuando invito, porque es una auténtica bomba y a las chicas les pone más de lo que se creen, y comenzó a sonar Sex on Fire y me dijo, en una cuasi explícita invitación a besarla, o así lo tomé yo, que le gustaba mucho. ¿Conoces la canción?
¡Cómo no! Pero ahora acelera un poco, por favor.
Perdona.
No pasa nada. ¿Quién sigue? Da igual. Tú mismo. Vale. Bueno, pues la noche aquella fue bastante bien. No sé si me entiendes aunque no quisiera engañarte.
En todo caso, no creo que puedas.
Pues quedamos varias veces esa semana hasta que llegó aquella noche, que es la de ayer. Estábamos muy a gusto allí, en ese sitio tan chulo con música de los '50 y '60 del siglo pasado tipo Fats Domino, Little Richard y cosas del palo, bebiendo cerveza con sabor a mil besos (aunque suene a broma ahora no me disculparé) y hablando y tal. Hablando por ejemplo de lo mucho que se parecía, ella, a varias estrellas de televisión, lo cual en principio puede parecer difícil pero bien miradas a las presentadoras o semi-actrices de la tele les sacas más de un parecido entre ellas. Realmente es una chica muy guapa.
Pienso igual en todo.
¿Estás de acuerdo en que no incluya lo de las aceitunas?
Deberías mencionarlo pero si te es más cómodo saltémonos esa parte. Pero que no acabe todo en un chiste, ¿vale?
Tendrá menos gracia entonces. Da igual. La chica sentada donde antes y al lado mi taburete, que no está. Entre que la chica se había distraído charlando amistosamente con la camarera, que por cierto según me contó, la seguro ya ex-casichica mía, era amiga de su ex-novio, un rockero, vaya cosa, y que yo había tardado más de la cuenta en volver con las aceitunas del expendedor situado al principio del bar (estábamos sentados al final de la barra, acoto, por si acaso) donde también se ofrecían gominolas, frutos secos y no sé realmente si algo más, porque, casualmente, la máquina se tragó mi moneda con un poco de ayuda por mi parte ya que no hice girar bien la manilla o como se diga, pero, claro, eso no se lo dije al camarero que vino con otra moneda en la mano para insertarla y accionar el asunto correctamente y ante él me tuve que justificar mostrándole el dedo que casi me pilla la dichosa máquina, pues nos habíamos hecho un lío todos, incluyendo el gordo que se había sentado en mi taburete.
Lo de llamar gordo al tipo que atrajo hacia sí (unos dos metros, ni más ni menos) sin pedir permiso, o siquiera formularle, a la entretenida en hablar chica en cuestión,  la simple pregunta de "¿está ocupado?" y se sentó en lo que vienes llamando "tu taburete", no está bien, ¿no crees?
¿Cómo?
Llamar gordo a gente obesa como atributo personal definitorio.
Eso mismo, con otras palabras, me dijo la chica después de todo el follón. Va a ser que tenéis la misma visión de lo que es educación, o civismo.
Creo que tus buenas maneras, al igual que anoche, se van rápidas al limbo, ¿o cómo crees que debo interpretar esa actitud, si bien en el fondo hosca, aparentemente no más que sarcástica hacia la que acabas de girar conmigo. ¿Por qué no vas al grano, como dicen los americanos?
No te me pongas a rimar que todavía la vamos a liar.
No puedes ir así por la vida. Si al final te sales con la tuya, igual que anoche que obligaste al gordo grasiento y maleducado que encima vestía un odioso polo rosa de cierta marca de reptil a cederte el sitio con dos cojones. Y es que él sí que fue poco afortunado, ahí comparto tu vehemencia, en sus primeras negativas, menospreciando tus buenos modales que como tú bien sabes en ciertos ambientes pueden no llevarle a uno muy lejos. Pero, de todas formas, alguna otra conclusión sí que debes ir sacando porque me parece que en el medio en que estamos este tipo de digresiones de tan poco narrativas al uso y de ya cierta extensión no están muy valoradas, creo yo. O sea que, ¿qué te pasa realmente con esa chica? Ella te comentó que no pasaba nada, que pensaba diferente a ti en este asunto y que le produjo impacto que fueras capaz de pasar en un segundo de ser el tipo más amable a una fiera en potencia, pero también te dijo que le gustan, hasta cierto punto, ese tipo de caracteres, capaces de imponer lo que ellos creen justo y adecuado. Aquí hay algo más que no estás queriendo confesar, y como no podía ser de otra manera, sé ese motivo, pero no me toca a mí definirlo que para quedar como un superficial ya estás tú. Y te había aconsejado no finalizar con un chiste y no lo harás aunque quisieras porque más que gracia es bastante penoso admitir a una semana de relación que con pantalones no estaba ni la mitad de buena. Que hasta el ombligo muy bien. Que los tatuajes de pin-up muy bien. También esa escondida flor de loto. Que los pechos muy bien. Que la boca perfecta. Que era una belleza de mitad de siglo XX y muy bien. Y el resto de lo demás muy bien, sin entrar en detalles de momento, pero que con vaqueros muy mal. Muy mal, de verdad. Tienes varios problemas, chaval. Pero a continuación, por qué no dices que era rubia, teñida, ya sabes, ese estado mental más que color de pelo. Que ponía morritos tras cada sílaba que pronunciaba. Y con esos mismos morritos posaba en cada una de las fotos que te mostró en su móvil última generación tan activo en sus manos como el demonio. Que pestañeaba constantemente y de manera deliberada de un modo exasperante con vete tú a saber qué y dónde apropiadas intenciones y maneras (influencia muy probable: revistas de tendencia de alguna cosa femenina, de anteriores temporadas). O que se mordía constantemente los nudillos, eso sí, si antes había finiquitado a dentelladas sus últimos padrastros y cutículas. Que te dijo que estaba más bien, no dijo mejor, no, dijo "más bien" de la espalda maltrecha y con protusiones en varios segmentos de su columna (pobrecita). Más bien estaba un poco hasta la polla de esa chica quien sea que esté escribiendo esto. Y claro, sin siquiera follar. "No chica, no es que no me apetezca (acompañarla a casa, el primer día) es que creo que podemos tener algo especial. Mañana te llamo." ¿A quién querías engañar? ¿Qué te ha dado por buscar amor, ahora? ¿Ese era el pretexto para llegar hasta ese punto que se produjo anoche? ¿Pintarte ante ella como lo que tú crees buen chico para por unos pantalones mal escogidos (aparte de lo que se ha descrito antes) mandarlo todo al carajo en un ataque de apenas refrenada explosión de furia  por un gordo de mierda que te quitó un taburete? Venga, hombre. Alégrate, que mira cuánto has escrito hoy del tirón.
Vete a cagar.
Eso mismo acabamos diciéndole a la chica.