Ocurrió un domingo

Jamás se recuperará de aquéllo.
Aquel domingo fue uno con el mundo, pero a la vez quedó fuera del mismo.
Los pensamientos de quienes le rodeaban conversaban en su propia cabeza.
El alma parecía escapársele por la boca. Su cuerpo trataba de retenerla físicamente, con espasmos que le recorrían la espina dorsal.
¿Por qué nadie le había contado de qué trataba todo esto?
A pleno sol de julio la vida se le postraba a sus pies, aunque era tan real que no se lo podía creer. Le era imposible dominar las sensaciones.
Una de las chicas le deseaba. Ella lo estaba, ¿pensando?
El se preguntaba cómo era posible.
No entendía nada, dudaba de su propia existencia; ¿en qué mundo había estado viviendo?¿Siempre fueron así las cosas y en estos momentos lo estaba descubriendo?
Ese día, en aquel parque que le parecía tan, tan verde, dónde las hojas de los arbustos y la hierba crecían, se desarrollaban ahí mismo, ante él, se asomó al azul abismal del cielo que le caía encima. Colores rojos del sol ardían en su vista y le quemaban las entrañas.
De pronto apareció un perro tan grande como él, de exageradas fauces y negro como el final de los tiempos.
Espeluznantes ladridos lanzados desde el mismísimo infierno martilleaban su oído mientras la gelatinosa baba del can goteaba en el rostro de su cuerpo ya vencido.
"No soy tan malo", comenzó a sollozar, de haber podido hubiera gritado, mientras se retorcía sobre la tierra.
"No sabía lo que hacía. ¡Perdón Dios, perdón!"
A su cabeza llegaron pensamientos de las gentes pobres de Africa diría después, durante la primera y única visita que le hicieron en el sanatorio los compañeros de aquella mañana, sus amigos de toda la vida.
Ese acto de contrición le salvó, cree él.
Su madre ya hace tiempo que me deja ir a verle.
Sólo sale de casa con ella.
Si puedo, voy cuando ponen baloncesto. Nos gusta.
Suele caer en domingo.
Fue hace 6 años. Tiene 25.
Jamás me recuperaré de aquello.