Le pareció una sombra lo que acababa de cruzar la calle.
¿Cómo va a ser una sombra?, pensó, han de ser proyectadas por algo o alguien.
Paró su coche junto al bordillo. Le picaba la curiosidad.
Salió rápidamente y aún alcanzó a verla doblar la esquina de la callejuela por donde desapareció.
Era una persona. Sin lugar a dudas.
Aún así, aclarado lo obvio, seguía sin tenerlas todas consigo.
Esto no era normal.
El repentino aparecer desde la nada, la velocidad del inclinado caminar y, claro, las circunstancias, en su tranquilo barrio residencial a las doce de la noche de un domingo, nadie podía tener tanta prisa, no concordaban.
¿Huía? .
Su naturaleza tampoco en esta ocasión iba a ser intrépida, y reemprendió la marcha.
Volvió a cruzársele en el camino tres manzanas más adelante. Era un joven de pelo largo y oscuro. Llamaba la atención que fuera en manga corta, con el frío que hacía en esta época. Seguía corriendo aunque ahora también se llevaba las manos a la cabeza y no parecería otra cosa que desesperado a los ojos que lo vieran.
Era veloz de todos modos.
Dejó de correr unos pasos antes de volver a perderse de vista entre edificios.
Todo esto le sonaba familiar.
Había bajado del coche e ido tras él, superándose a si mismo.
¿Necesitaba ayuda?
Adentrándose por donde había desaparecido, el misterioso joven, vio en el suelo una camiseta negra.
Tenía una igual.
La calle termina en el lateral del muro que rodea las instalaciones de la piscina municipal.
Trepó y saltó.
Trepó y saltó.
Un pantalón vaquero recibió los pies al caer sobre la hierba.
También había unos zapatos.
El joven se encontraba al borde de la piscina para mayores, totalmente desnudo, quieto.
Lo miraba de frente.
Se acercó más.
Era su propia, viva imagen.
Tan igual, tan bello.
Un ángel.
Más cerca.
Irresistible.
Se inclinó para besarse.
Hubiera dicho que fue el mejor, el único beso dado y recibido.
El periódico escribiría:"...joven con antecedentes psicóticos y problemas de drogas se precipita a piscina vacía."
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