No estaba a gusto con Elena.
Jamás se hubiera imaginado acabar hasta las pelotas de esa chica que tanto tiempo le llevó conquistar. Ésa que tenía que caminar con el mayor de los cuidados cuando se bajaba de la tarima de la discoteca donde bailaba cuando la conoció, para tratar de no resbalarse en los rastros de baba que se acumulaban a sus pies como decía él, en los buenos y, decididamente, lejanos tiempos, cuando la pasión entre ellos se desbordaba noche tras noche.
Tampoco con su trabajo de jardinero estaba contento, jardinero industrial se llamaba muchas veces a si mismo, puesto que ni siquiera era un jardinero de verdad, sólo trabajaba para una subcontrata del ayuntamiento en la que cuidaba de los jardines de la capital de su región de manera nada artesana, que es como él consideraba era el modo ideal en que habría que proceder siempre en este oficio.
Ni con su coche o piso, pendientes ambos de ser pagados, y si se ponía a pensar tampoco estaba a gusto con su propio ser, pero bueno, durante la mayor parte del tiempo lo tenía asumido como inherente a la existencia del actual ser humano. Era generalmente de la opinión que en realidad casi nadie se encontraba conforme consigo mismo o su vida, si exceptuaba a los futbolistas o actores de éxito, a los cuales tenía en alta estima por poder dedicarse, y ser ampliamente remunerado por ello en metálico y en especie del género femenino, a aquello que más les gustaba en la vida. No concebía la realización personal a través del trabajo, del amor, hijos, posesiones, solidaridades o asuntos parecidos. Eso para Juan eran comecocos que mantenían a la gente distraída, mansa y complacida. Aunque cuando escarbaba, cosa que por alguna limitación de su entendimiento no le agradaba en absoluto y aún así le resultaba imposible de evitar, un poco más en su análisis de la situación, incluso vislumbraba lejana pero visible, la conclusión de que ni aquéllos, futbolistas, actores y demás farándula, sus héroes, debían estar contentos del todo a pesar de sus hembras, lujos y demás privilegios, según él.
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