No te me abras jamás en flor.
Arrancaría tus pétalos
y los cocinaría con alubias,
te acabaría expulsando por mi esfínter dilatado
para embriagar a los aún presentes con nuestra, esa esencia.
No me ofrezcas tu corazón en la boca
regurgítalo mejor por las orejas,
embadurnado de cerumen: sabrá mejor.
Pero ya avisé, si lo haces,
tú, otra alma en pena serías,
tú como pinchar en arteria, salpicarías.
Yo al empalarte al tronco gozaría;
yo crucificante, no dudaría.
Por ello te pido y ruego,
al fuego mi horror de amor condenes.
Olvídate (olvídome),
el tren al cielo
sale por otros andenes.
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