En mitad del deshielo
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Narra
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A M. no
Ella estaba, a la vista de anteriores y posteriores acontecimientos, mal.
Él no estaba mejor ni peor. Pero juntos eran dos maestros. En fuga.
Iban y venían. Expertos cazadores de momentos en lo alto, con sus volteretas,
y su caer.
Iba bien la cosa, el asunto este de estar siempre, dos años, casi, en lo mejor.
Hasta cierto día, que comenzó al levantarse.
Sólo otro más parecía. Se hizo de noche, o ya lo era.
Fría la temperatura, entre sí, se tornó y se vislumbró un claro mental:
"no me gusta esto".
Quién lo pronunciara da igual, aunque se intuya y le siga un:
"no somos para el otro".
Peor, peor, no se puede decir pero aMar fue amada, de la manera en que se puede amar
bajo algunas, cualquiera, circunstancias.
Lástima que aquí el deus ex machina aún se crea que le hace un favor recordándola.
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Bon Iver,
Poemas
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Un poco de La comedia humana de Saroyan
-Más-dijo-. Y más por ahí. Y más. Libros por todas partes, Ulysses.-
Se paró un momento a pensar.
-Me pregunto qué dicen todos estos libros.-
Señaló una zona enorme llena de libros, cinco estantes llenos.
-Y más-dijo-. Me pregunto qué dicen.-
Por fin descubrió un libro que era del mismo color verde de los brotes de hierba.
-Y mira, éste es bonito, Ulysses.-
Un poco asustado por lo que estaba haciendo, Lionel sacó el libro del estante, lo sostuvo un momento en las manos y lo abrió.
-¡Mira, Ulysses! ¡Un libro! Aquí lo tienes. ¿Ves? Aquí dice algo.-
Señaló algo en medio del texto del libro.
-Esto es una "A". Esta de aquí. Y ésta es otra letra. No sé cuál. Todas las letras son distintas y todas las palabras son distintas.-
Suspiró y miró todos los libros que tenían alrededor.
-Creo que no voy a aprender a leer nunca, pero sí que me gustaría saber qué dicen. Esto es un ilustración. Aquí hay la foto de una chica. ¿La ves?-
Pasó muchas páginas del libro y dijo: -Más letras y más palabras, hasta el final del libro. Esto es la vidrioteca pública, Ulysses. Está todo lleno de libros.-
Miró el texto del libro con una especie de reverencia, murmurando para sus adentros como si estuviera intentando leer. Luego negó con la cabeza.
-No se puede saber qué dice un libro a menos que uno sepa leer, y yo no sé leer.-
Cerró el libro lentamente, lo devolvió a su sitio y los dos amigos salieron juntos de puntillas de la biblioteca. Fuera, Ulysses hizo chocar los talones porque le parecía que había aprendido algo nuevo.
William Saroyan, La comedia humana, Acantilado, 4ª ed., 2010, Barcelona. Trad. de Javier Calvo.
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Autorretrato #83
...32 años, escribir, náuseas. 34, vómitos. 36, esputos [ -¿Cómo estás de tu catarro? -Mejor, aunque no paro de esputar. -No es my bonito decirle eso a una chica (rubia, ojos azules; extensiones, lentillas de colores)]. ¿Qué vendrá a los 38? La muerte. Ja...
-¿Qué va a cumplir 5 años su blog ya? -Eso parece.
-Tanto daría que hubiera sido ayer. -Y tanto.
-¿Cuántos autorretratos lleva ya? -Siempre es el mismo. -También.
-Cambiando de tema, supongo que verías el último cepillo de dientes que se ha comprado. ¿No te parece el mejor que ha tenido nunca?- Puede ser. Piensa que nunca antes habían recibido sus encías tales masajes y también que fue económico para ser de marca. ¿Y qué me dices de esas protuberancias, de esos bultitos de caucho que higienizan la lengua? Son una pasada. -Desde luego. Está muy contento con su higiene bucal.
-Seguro que le hubiera gustado buscar un sinónimo para esta higiene.
-Mejor hubiera hecho en cambiar el higienizan porque chirría que mete miedo pa' la cabeza.
-Déjalo, que se joda. Si es mongol perdido. -Ya te digo.
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Silvio Berlusconi
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Bucles sagrados por eternos
Vine aquí a decir
que no vine a decir
algo que no se haya dicho ya.
Estoy, por así decir,
de paso, como otros, como todos.
Vivo una vida mejor
y peor que otras vidas.
Hay algo, sin duda,
diferente en mí, al igual que en ti,
pero no incumbe a nadie más que a mí.
Verdad es todo lo que se crea.
Y tus caricias
aunque sólo destruyan,
como mis mentiras, son verdad,
como la poesía.
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Poemas
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Back to the beats
Bien, bien, bien, estamos aquí Leo, su propio amor, yo y el otro. Desde el infinito roto y nuevo, a ritmo del diapasón que mando sentir, mezclando a tres platos con una mano. Yep, yep, bip, bip. Bien, de nuevo comenzamos, distorsionados como otros pero distintos al igual que todos. Sí, no hay manera de, no hay manera de, no. Toses, carraspeos, ¿quién iba a decir que hoy volvería Leo? Bum, bum, tu corazón. Bum puede ser un trasero, tú meneo yo bien gustar (de gustar). Y abajo habrá perros más andaluces que otros seguro diría él, el salvador de esta alma magna cua-cua-cuasi sincopada. Ven, deslízate por lo que suelta el aura de arcángel, ese maná de las flores iridisc... Hmmm, me lo pienso mejor y sigo aquí, se nota, las notas, el timbre, las notas y lo que traen esos hombres en su saco, toca, boca. Pitch arriba ya, venga que esto no decaiga-rá, que venga Julián Ríos ya a mortificacarear. Estamos en una nube de comer, de las que no se pueden ver. Sosténganlo arriba, amigos, prosíguelo tú que a mí no me da el gusto para tanto gato que habrá en el. Y hablando de lo que hay arriba, cómo mantendrá un corazón a tantas mentes es una pregunta igualmente encantado.
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Burial,
Four Tet
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Gustavo Gª-Gleeson sobre Invernadero, un film de Gonzalo Castro
Sinapsis invernaderas
Muchos años después visioné Invernadero. Era mayor uno ya y era martes, día especial de por sí.
Fui al cine con un amigo quien ese mismo día cumplía años, treintayalgo. Le comenté hará unos días que
necesitaba de sus recuerdos de la película para escribir un artículo sobre la misma ya que mi propio
recuerdo, a pesar de ser mucho más grande que cuando vi en la filmoteca a la que solía llevarme mi
padre, muerto hace tantos años que no recuerdo nada de él, El chico del brazo de oro o El imperio
de los sentidos, se había perdido en algún pozo mental negro de tantos desechos.
Yo mismo no creo que pueda serte de ayuda ya que sobre la película en cuestión, aparte de ciertos
cuestionamientos muy personales que se me plantearon aquella tarde, no podría decirte cosa alguna
que te sirviera, pero repasemos aquel día, quizá así vuelva algún detalle válido para lo tuyo, me dijo el amigo, y comencé a relatarle lo que había hecho entonces.
Llovió bastante, entonces, y era oscuro, noviembre, cosas así recordaba. Las Coreas iban a entrar en guerra y casi había telefoneado a una íntima mía para que me acompañara al cine a ver la premiada película
de Gonzalo Castro Invernadero, sobre Mario Bellatin, un escritor al que le falta un brazo y parece
ser que también una tilde, y poco más recordaba, la verdad, le dije.
No es poca cosa, creo que de ahí puedes extraer lo que deseas para tu escrito, me dijo mi amigo Dario, quien últimamente prefiere ser llamado así antes que Darío, por un hit del músico Vitalic; y con esos mimbres esta cesta.
[Buenos Aires, 1976. Obra previa: Resfriada (2008), Cocina (2009)].
Hacer entendible, asumible, a un escritor raro, de los pocos de verdad “raros” (léase su obra Lo raro
es ser un escritor raro), como Bellatin, no está al alcance de cualquier cineasta.
Quizá el hecho de provenir el propio Castro del proceloso mar de las letras haya sido una ventaja, puede ser, pero de lo que no cabe ninguna duda es de la personalísima concepción, cual el tardío Rohmer, pero sin su moral, del joven Castro.
Explicarse sobre Bellatin es inútil. Castro sabe esto y mucho más, y despeja en su film todo vestigio
de arte menor que agrieta la Historia del Cine para configurar una mirada sobre la extraordinaria
belleza de lo cotidiano en la poliédrica vida de un artista único como Mario Bellatin, quien no
deberá poco al, con esta obra consagradísimo, autor (Premio BAFICI 2010, Premio FICXIXÓN
2010).
Si Bellatin persigue la “escritura sin escritura”, Castro obtiene el “cine sin cine”, y eso es impagable,
señoras y señores.
Si en la proyección de Invernadero a la que asistí de un festival de cine in-de-pen-diente -no entraré
a valorar los matices de esa independencia- había cien espectadores al iniciarse la película, al acabar
habría una quinta parte menos (si fueron cincuenta personas las presentes, se fueron diez de ellas
antes de la conclusión, según mi hipótesis estadística, para el caso es lo mismo). Un veinte por
ciento de pérdida de público en unos ochenta minutos. Guau, así decía uno de los perros que salen
en Invernadero, pero yo digo, ¿a dónde vamos a ir a parar nosotros, los cinéfilos?
Con esta constante pérdida de asistentes las salas de cine “de verdad”, no las “de mentira”, como esta peli de Gonzalo Castro, por no hablar por el momento de la resta de clase y saber estar de los asistentes,
paguen o no paguen, y no vean, por otro lado, la de invitados por el morro que hay en este tipo de
festivales, inevitablemente, como viene ocurriendo desde hace muchos años, acabarán cerrando una
tras otra y sólo sobrevivirá algún multicine en cada gran núcleo urbano de nuestro querido país, y
esto no puede ser.
No puede ser, como las hijas de Bellatin, pero es. Hemos de actuar, como Bellatin en este largometraje, y rápidamente, y ser tan veloces como el propio Mario afeitándose en Invernadero para revertir esta decadencia multicinefílica.
Lanzo desde esta plataforma un desafío a nuestros gobernantes que tanto subvencionan a los creadores de cultura, como por ejemplo, Almodóvar, que no sale bien parado en Invernadero, y tanto se despreocupan de quienes tanto les dan. Aparte de auspiciar cineclubs como Dios manda, y desde luego no en centros sociales.
No sé, dennos entradas gratis para esas nuevas ágoras (ahí) a quien pueda demostrar haber visto cine de autor desde hace años sin descargarse nada de internet. O a quien certifique que se ha apuntado a la
escuela de idiomas (academias privadas no valdrían, amiguistas) para no tener que leer los pésimos
subtítulos de las versiones originales. Condiciones de este tipo.
Y si no quieren ver en las sesiones de festivales de cine pelis raras donde sale Margo Glantz, por favor, infórmense antes de entrar en la sala que molestan a los demás cuando se levantan para irse, que de eso trataba de hablar.
sonido de la peli ni a la escarbación en lo más hondo de la bolsa de maíz frito de mi vecino de sillón,
sino que empecé a oír los pensamientos de ese mismo hombre junto a mí.
Debido al ruido que su mano producía por fricción en las paredes de plástico de su bolsa de quicos lo había mirado un tanto molesto y como consecuencia de posar mis ojos sobre él se transfirieron, porque sí, pero no me pregunten por qué, sus pensamientos, en mi propia y conocida voz interna, eso sí, a mi interior.
“Poca sal. ¿Y el agua? Parece que está buena. Sólo tiene un brazo el tío. Vaya putada. ¿Y es
escritor? Joder, sí que está buena. Me mola ese acentillo...”, pensaba el tío.
Obviamente no le presté ninguna atención a la película.
Esto hay que aprovecharlo, pensé ligeramente excitado y nada nervioso, sin decirme nada a mí
mismo y desvié mi atención visual hacia un objetivo menos previsible que el chaval que estaba dos
butacas a mi derecha.
Un par de filas más adelante, nadie ocupaba los asientos en la fila inmediata, había una pareja. Me fijé en el pelo raramente ondulado de la chica y la transmisión se inició:
“Naturalista, puedo decir después. Personal. Mucho plano fijo. Sonido muy Tati, sí. Fotografía
sencilla, efectiva, eso, como uno más en la puesta en escena. A las 10 tengo que ir a la otra, ¿de
quién era? Ya está rozándome. Está tremendo. Godard, tengo que decir Godard. Bonita chilaba.”
Desactivé a la mujer desviando la vista hacia el pelo corto de su acompañante que me pensaba:
“Me voy a ir como esos. Vaya mierda. No hacen nada. Se parece a Bruce Willis. Esta ni caso. Que
dure poco. Esa está como un tren, uf, me pone hasta su voz, como Silvina. A ver ahora. Sí, no,
ponme mala cara encima. Ya me valió decirle a la friki esta que me encantaba el cine. Tías con
gafas. Luego me dirá que si la estética entrópica del fiiiiiiiiiilm. Ya me vale. ¿Hoy hay Champions?”
Era divertido, divertidísmo, pero al rato me cansé de la parejita y en uno de los barridos en busca de
entretenimiento con lo ajeno mi mirada quedó clavada en el actor, en Mario Bellatin, y aquella
suerte de mimetismo cerebral con los demás empezó a no tener gracia alguna.
A ver, todo fue muy rápido y duró poco aunque no podría precisar cuánto, pero el caso es que
cuando sintonicé con Bellatin él comenzó a rezar, en la pantalla, emitiendo unos vocablos en creo
que algún tipo de árabe, pero por dentro él no estaba rezando.
Eso no es lo extraordinario, al fin y al cabo es lo usual, supongo, porque yo rezar he rezado poco en mi vida, y siempre sin método. Y tampoco, no se crean, proviene de ahí el dicho aquel de “eres más falso que un Bellatin”, no. En su cabeza había miles de voces.
A cada segundo, o a cada fracción de segundo, no sabría valorarlo con exactitud, se cristalizaba dentro de mí una voz distinta en un tono que no era el mío, como ocurriera con los presentes en el cine, sino el propio de cada voz.
A un niño que gritaba “Papá, Papá” le seguía la voz de una mujer que se lamentaba dolorosamente.
Después una voz de anciana clamaba por su gato o un hombre gozaba lo indecible, y a las tantas
voces distinguí la mía que, al igual que las anteriores, luchaba por salir.
Un miedo inexplicable a la vez que un sentimiento de piedad inenarrable se apoderaron de mí, y
agaché la cabeza, me levanté y salí del cine, como antes había hecho un montón de personas, lleno
de incomprensión.
Gustavo García-Gleeson
Fuente: El coloquio de los perros. Monográfico 2011. Mario Bellatin: el experimento infinito
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I will never, por David Murders
I will never explain my poems.
I will never explain myself.
I will never even make them explicable.
I will never even publish them.
David Murders' blog
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David Murders
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Sum Pater
1. Supe del dolor una noche. Era verano. Había estado corriendo en serio por primera vez con vistas a prepararme para la vida. La primera de las lecciones que tuve que aprender fueron los calambres.
3. Viendo lo que ocurría en devenires tales a los míos decidí encontrarme con el Absoluto y explicarle algunas cosas, más que preguntar.
4. Hola.
5. Mi soberbia fue correspondida con el don de la visión temporal.
6. La mejor de las lecciones sin pretenderla. Ahí una clave.
7. Por supuesto que había pegas.
8. Acabé por encontrarme en otro cielo de varias cavidades que debían obrar en mi propiedad, según yo. Que conociera el desenlace a mi pensamiento se le antojó inexplicable como es de suponer.
9. No hay forma de evitar la multiplicidad de los ciclos. Comprendilo cuando acudí de nuevo a Él y me dijo: Adiós.
10. Tiempo que pasa.
11. Me angustia pensar que el dolor se herede. Procedo de inmediato con la castración manual.
12. Mi hijo será más feliz que yo.
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y
o
y
e
s
l
a
m
ú
s
i
c
a. lo sé
uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuruupupubuuuuuuuuuuuuuu
Del autor que iba a escribir una crónica de un concierto de Nacho Vegas y le salió esta diatriba financiera por causas ajenas, o no tanto, a ciertos pagos a afrontar
Sueño con banqueros empalados por los espolones de sus yates.
Banqueros desollados inmersos en ácido chungo.
Banqueros perforados por mil clavos clavados a mano por mí mismo, por ejemplo.
Banqueros a punto de morir dolorosísimamente por siempre jamás.
Banqueros hombre, banqueros mujeres y niños, todos sufriendo lo inefable.
Un banquero bueno es un banquero a punto de morir atrapado en la hélice de un jet privado.
(Banquero, banquero, sufre hasta la extenuación, cabrón.)
Qué dulce sería tu cruenta muerte, banquero nazi, judío, americano y cántabro.
Banquero de mis banqueros, oye a la muerte adentrarse en ti para reventarte por dentro
con la guadaña de tus intereses, las explosiones de tus comisiones y la metástasis de tus recargos.
Ve como cada moneda tuya cobra su tributo en forma de mamadas de tu mujer a tipos en tu nómina.
Siente, huele el hedor a finanzas putrefactas que emana de bajo esas tetillas carcomidas de avaricia.
Banquero de mis banqueros creerás que el mundo es tuyo hasta el fin de los tiempos.
Pero no es así.
Ya van formándose los escuadrones de la muerte bancaria;
matones sin sueldo dispuestos a cobrarse lo suyo que todavía es tuyo.
Oh banquero, la que te espera.
Disfruta mientras puedas de las Masdivas y la Plaza Véndome,
de San Murezzan y del Waldofaldo-Astoria.
Y de tu filantropía porque...,
hay que joderse, sois benefactores de la humanidad con vuestras fundaciones socio-culturales,
(¡SOCIO-CULTURALES!), esas becas de estudio y el 0 con algo para países en vías de desarrollo;
en desarrollo como tú, pequeño ciudadano, que ya me dirás por qué tuviste que comprarte
a crédito un piso y un coche de paquete, de un rojo tan bonito.
Ahora hay que pagarlo, claro.
Y la otra no sé qué de qué que no le viene la regla.
Pero la culpa es de los banqueros, por supuesto. Yo opino igual.
Matar a un banquero es lo mejor que puedes hacer
después de darte un montón de cabezazos contra la pared.
Perro, El
No se le dé nombres indignos tal que
Pérez Troika, Juanicola o Pepeperro.
El cánido es harto sensible a tales
epítetos que diría Belloc, Hilario.
Ningún animal que mueva el rabo
retornará mejor el cariño que un perro,
tu perro.
Y de paso miremos a ver si también a los pollos
se les puede mostrar un poquito más de cariño,
que pobres pollos...
24 de febrero, según J.L.C.
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Luis Miguel Rabanal,
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A Hallervorden-Spatz, por favor
Les dejo con otros plastas:
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Arcade Fire
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Selbstbildnis
Estar parado. Quedarse quieto.
Quédate paralizado. No hagas nada.
Niégate, incluso tres veces.
Velo pasar. Solo, tú solo. Te tienes.
La reciedumbre de un delicado e histórico rigor posado. Parnassius apollo.
Qué más. Nada más. No existes; no eres.
Alguna vez quisiste ser: lienzo.
Autorretrato (sin el paisaje de Durero).
Was sonst, amigo?
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Un consejo de otro malvado
Me encanta hacerlo.
Mi mujer es de la misma opinión.
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Tres haikus con un par para un nuevo año
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Poemas
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Un c(r)uento de Navidad
La cena de Nochebuena, como siempre, excelente, y como siempre, igual. Sopita de marisco, frutos del mar y cordero lechal. Todo ello preparado por mi eterna madre. Postre, panacota, para variar, pues es el único plato al que se le permite, por consenso, mutar de año en año. Un verdejo del Duero para los mariscos y el Muga de reserva habitual para la carne. Los primos de Castellón y mi hija, ahora de Madrid, con su inane marido, presentes. Absolutamente nada verdaderamente nuevo a la mesa. Se cantó por Cesária Évora, Los Calis, Manzanita y al final me arranqué con mi solo de Azzuro que hizo que, al igual que viene ocurriendo desde hace diez años por Nochebuena, a mi madre la arrebatase la melancolía por mi padre y se retirase, taxi mediante, a la residencia Palacio de Plata, lugar al que se fue a vivir por iniciativa propia sin titubear a los pocos meses de morir su, no tengo aún muy claro si amante, esposo durante 39 años. La nieve tradicional por Navidad, al igual que nuestras usuales pegas a su marcha, no impidió tampoco este año que se retirara antes de hora. Para que algo cambie las cosas tienen que permanecer inalteradas, y así sucedió.
Saqué mi monstruosa polla de allí llena de sangre. La misma sangre que brotaba de las entrañas de mi malquerida esposa. Actué ràpido. Eso le salvó la vida.
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Domingo, Goa en el recuerdo
Como tú
Sólo quiero
Sólo quiero
Sólo quiero
lo que tú quieres que sea
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Supermayer,
Tú,
Yo
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8 sms por un chocho
1. La tercera cerveza tiene el regusto conocido de la derrota. Hora y media meciéndome en este rinconcito de un pueblo de pescadores. 2. Aguardando tus señales decidí de todas estar dispuesto a entregarme, costara lo que me costara. Nunca llevo las de ganar. 3. No mendigo cariño, aunque dé esa sensación. Busco mis razones pero sólo hallo limitaciones en mi ser. Cuarta cerveza: último acto. 4. Hace frío aquí fuera. Mi compañero en esta tarde, noche cerrada ya, de lunes, don Pablo Neruda, me acompañará a mi nidito de ausente amor 5. y juntos escribiremos un triste epílogo a esta historia, salvo que Dios, o tú, dionisíaca diosa, objetéis algo en contra. 6. De antemano te doy las gracias por existir, y por contestarme, si lo haces al fin y disculpa que mi ya alcoholizada persona 7. se tome estas libertades y te idealice, sé que eres de carne y hueso, aunque, y no por ello menos, te tenga en un pedestal. 8. Te envío un beso, el beso, en todos estos ese eme eses de mi anhelante noche.
Nota: Llevaba casi tres meses sin catarlo. Y desde luego que aquella noche mojar, mojé poco. O nada.
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Entrada sin palabras (sólo risas)
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Javier Marías,
Pérez-Reverte
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La verdadera inmanencia según una obra de arte de andar por casa
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Pressing TAB
Cuando rompió el mosaico de dos colores llovía afuera.
De ahí que esa composición desapareciera.
Ya no se sabrá pues son esquirlas de fuego que siguen cayendo desde más allá del conocimiento asumible en un frío día como hoy que hace arder un alma que se creía ignífuga en su distanciamiento con todas las cosas que no son cosas en sí ni son nada, como esto.
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Triángulo de Amor Bizarro
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Im Hintergrund, die Schriftstellung
De tan inmóviles sus miembros podría decirse que parece un tallo auténtico, un tanto difuminado, lo que se escapa de su mano hacia arriba y se expande a lo ancho y hacia abajo ya deshecho en el pintado, e intensificado así por las marcas de nicotina extendidas desde hace años, techo amarillo. Esa acción del humo conforma un árbol, que no sería un manzano. Un Platanus orientalis, enanísimo, quizá.
“Ahí sólo encontrarás poesía”.
La voz de Heinz, de acento marcado, ha sonado desde lejos, mitigada por las alzadas solapas marrón oscuro de su batín de raso por lo demás azul marino.
Su mujer trata de que mantenga sino el porte, al menos, y aunque sea para andar por casa, los vestigios del estilo prusiano un tanto rebelde, a la berlinesa moderna, con que la conquistó.
Su mujer no está en casa. Es a Marta a quien se ha dirigido. 21 años y pico más joven que su mujer y una alumna del centro de idiomas Hofmannsthal, además.
El matrimonio Heinz Gerhard Ledigow y Eva María Sánchez Rojo se yergue desde hace 17 años sobre un firmamento de inamovibles basas constituidas de confianza, rectitud y cariño, con sólo una grieta reciente compuesta de total falta de pasión achacada por Ledigow a la menopausia de su señora, no al paulatino e inexorable decaimiento de su propia libido para con su mujer.
Había conocido a su esposa cuando ella era una estudiante de posgrado, él estaba a punto de licenciarse en Estudios Hispánicos, en la Freie Universität de Berlín, cuya celebrada tesina en la Complutensis de Madrid, allá por el año '89, “Literatura reciente de compromiso en las islas británicas y sus consecuencias sobre el libre mercado audiovisual de allá” habían catapultado a Eva María hacia una beca completa, sin apoyos sospechosos, inaugurada ese año en ese centro alemán, y para la que había únicamente dos plazas para extranjeros. El posgrado en cuestión, impartido íntegramente en inglés, convertiría a Sánchez Rojo en doctora en Psicología Social, desviándose ligeramente, "cual hugonote" según ella, de su licenciatura original en Ciencias de la Comunicación.
Ya comprometidos, viajes, y un proyecto solidario, por la desmoronada Europa del Este y Sudamérica después, respectivamente, ella obtuvo plaza en una nueva cátedra creada prácticamente ex profeso para ella, tentáculos de la conservera Sánchez&Sánchez (papi, tito) mediante, en el Centro de Estudios Universitarios San Pedro, de Oviedo, por sí mismo con apenas tradición.
“Voy a cambiar el sistema desde dentro” era su mantra cuando al fin claudicó ante el redil familiar de rancio abolengo asturiano, por parte paterna, si bien con amplias ramificaciones sureñas. Su familia siempre supo que una vez casada, o al menos comprometida como estaba cuando surgió aquella oportunidad, la hija única, desde aquel trágico accidente de caza en que murió el primogénito de Pepe Sánchez Sánchez y María Dolores Rojo Matute, ella ahora también recientemente fallecida, Juan José, acabaría por dejar de lado su modus operandi tan poco práctico de trabajo de campo in situ, como la aventura en Ecuador, si bien en el consejo de adminstración de Sánchez&Sánchez se llegó a debatir, vista la productividad que causaban las subvenciones y donaciones particulares unido al proyecto sobre la imagen de marca, acerca de la posibilidad de no sólo mantener sino ampliar aquel proyecto de explicativo eslogan “Agua limpia. Adiós a muchas infecciones”.
La casa y manutención, eso sí, la mantendrían ella misma y su enseguida convertido en marido Heinz, este oportunamente colocado, previa baja voluntaria bien remunerada de su predecesora, como jefe del departamento de Biblioteca de su universidad privada. La directora saliente, por cierto, montó una pequeña librería de viejo en el centro de Gijón que se mantiene a duras penas a flote (Heinz va mucho por allí desde que se instalaron, al poco de estar casados, en esa ciudad costera, mucho más habitable que Oviedo).
“La literatura está al fondo.”
La falda roja de algodón y poliéster, hasta la rodilla, donde empiezan a descender unas calcetas verde y negras en horizontal, de innumerables pliegos, se eleva a la velocidad debida al gracioso giro que Marta da volviéndose hacia Heinz, Herr Professor.
El bamboleo de sus desnudos pechos que se asoman alternativamente a derecha e izquierda tras su espalda desnuda parece acompasar la popular melodía de un aria del Turandot que Marta silba perfectamente.
“Tienes mucho oído. Silbas bien. Sehr gut.”
Ni ahora Ledigow ha sido capaz de mover algo más que sus labios, amén de sus pestañas; sus pestañas que le recuerdan que no está en una ensoñación sino simplemente aletargado.
“Mi novio la está sampleando con drum&bass. Dice que va a hacer un disco y todo.”
Che bambola, atravesó la mente de Heinz.
Dado que los compromisos, y cometidos, de su mujer siempre se extienden, y ascenso tras ascenso han ido ampliándose más y más, mucho más allá de los suyos en su centro de trabajo, Heinz acabó por buscarse un sitio en Gijón donde poder impartir alemán por las tardes de entre semana, tres días.
Por lo general, cuando su mujer no estaba de viaje, ya era directora adjunta hacía unos años, comían juntos siempre a las dos, a dos pasos de la universidad sita a principios de la Correduría en Oviedo. A las dos en punto siempre. Ella recalcaba, cómicamente, de vez en cuando, impersonando una imitación mitad acento bávaro mitad berlinés, puede incluso que haya algo de “hessisch”, aquello de: so preussich wia uns gibbet's ja net, wua Heini?
A poder ser comían platos típicos, casi siempre con prisas, por los compromisos de ella. A Heinz le encantaba la cocina asturiana, tan pesada y con tanto sabor que la hacía digna, a su paladar, de un “imperio”. No le extrañaba que esta tierra hubiera sido siempre tan difícil de conquistar y lo achacaba a la manera de comer de sus habitantes. Estaba convencido de ello y aunque lo dijera siempre en tono jocoso, en el fondo lo pensaba, al menos en lo que se refería a tiempos predecimonónicos, cuando, y lo podía argumentar cuando era requerida por alguien una explicación más exhaustiva, el desarrollo tecnológico desplazó casi por completo a los arrestos y arrojo como elementos decisivos en las guerras. “Sobre la obsolescencia de la infantería en los ejércitos contemporáneos de los estados modernos del primer mundo ” podría ser un tratado interesante de abordar, elucubraba en ocasiones, pero forzosamente a realizar bajo el andamiaje de un corpus teórico que no iba mucho con él. Se percataba de ello, tampoco es que fuera un ingenuo.
Tras la comida se despedía de su mujer, ella volvía al trabajo, y llegaba a Gijón en tren más allá de las tres y pico de los lunes a viernes lectivos, y con paso acelerado al bajar del tren caminaba hasta el principio de Cimadevilla, el barrio alto de Gijón donde habitaban, para llegar, casi siempre justo a tiempo, a ver Saber y Ganar, un concurso de preguntas y respuestas de Televisión Española “de nivel”, decía él, que nunca se perdía.
Se enfadaba muchísimo y hasta perdía la compostura, ahí, en el mismo sillón en que ahora se encontraba, en modo que no puede calificarse distinto a pétreo, sentado, cuando encendía el televisor, esto solía ocurrir en lunes, con las pantuflas rápidamente puestas nada más cruzar el umbral de casa, y, sorpresivamente para él ya que jamás leía la sección de deportes de los cuatro periódicos matutinos (uno de ellos alemán, el TZ berlinés, pero del día anterior hasta hace poco) que leía en su puesto de trabajo, iban perfilándose tanto las siluetas de unos ciclistas esforzados como las voces de unos locutores narrando empáticamente esos esfuerzos en el televisor.
No le gustaban nada los deportes y daba la razón a su esposa, inexplicablemente para él, una de las pocas personas que conocía de este país, fuera del ámbito universitario, aunque ella también formara parte de ese ámbito, que veía las cosas de la misma manera que él en ese aspecto. “Opio no, heroína en vena”, decía ella, y Heinz asentía cada vez que oía su propio lema en boca de la mujer con la que estaba casado.
“Soy el gato que está triste y azul con la mirada puesta en el hombro ausente del tiempo”, comenzó a leer Marta en su clara voz de cara a él con sus dos pechos redondeados y a la vez puntiagudos al aire mirándole fijamente.
”Pero, ¿no es poesía esto?”, inquirió ella.
“La prrossa poética la guardo con la naggatifa. Ya sabes, cuestiones formales.”
A veces, le parecía ocurrente, forzaba lo teutón de su voz. Seguía sin moverse. El humo continuaba ascendiendo.
Barruntaba que Marta no podría seguir sus razonamientos implícitos pero un profesor siempre ha de aparentar serlo y puede que, no lo tenía del todo claro aún, Marta formara parte de las personas que se impresionan ante personas cultivadas, y eso no le venía nada mal a Ledigow de cara a equilibrar las pasiones, ya que él estaba de un modo profundo impresionado por las formas de Marta desde el mismo instante que comenzó a formar parte de su reducido grupo de alumnos en la planta baja de la calle San Romualdo 87, bastante cerca de casa. A lo tonto eran siete cursos, siete años, ya. Más o menos el tiempo que tarda un iceberg en deshacerse flotando a la deriva, dependiendo de la temperatura del mar, claro.
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Última actividad cultural del Encuentro Interestelar Blogger con Leo
Me encantó la actuación de Juan Mal-herido en el Encuentro Interestelar Blogger del que vengo hablando estos días y que se celebró el fin de semana pasado en Gijón (una ciudad, costera).
Es uno de mis bloggers preferidos. O el más, para qué mentir.
Conjuga óptimamente lo que Alvy Singer definió el día anterior como los dos pesos pesados temáticos circulantes en la blogosfera: el yo literario y la crítica (literaria, cultural, social, sexual, estomacal, etc.).
Y como tal heavyweight, claro, no tiene rival.
Él es como...no sé... pero imagínense a dos Mike Tyson en uno, pre-tiempos de Don King, imbatible aquél de por sí por entonces, y llegarán a mi misma conclusión, la de que no es inimbatible sino sencillamente imbatible dos veces, o algo así, supongo, si es que esto de ser blogger tiene que ver con pegar duro, que no se sabe.
Nunca le agradeceré lo suficiente a mi hermano carnal que me consiguiera una entrada gratis por la puerta lateral de la discoteca donde se celebró el concierto.
Lo que ocurrió allí fue genial. Habría unas doscientas o 250 personas allí.
Tampoco el poder de convocatoria de Mal-herido es superable por otro blogger.
Apareció disfrazado de Tote King con una sonrisa de oreja a oreja en medio del escenario y comenzó con esto: Luego siguió una oda justificada al consumismo:
Y tras hora y media tuvo que volver a casa,
a casa (2),
a casa (3),
a casa (4),
a casa (5),
a casa (6),
y
a casa (7).
Dispérsense, aquí no hay nada que ver que no se sepa, y no es que estén molestando:
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La act. cult. def. del Encuentro Interestelar Blogger con Leo (2ª parte)
Antes de que la cena propiamente dicha se sirviera se dio cuenta en el espacio más o menos blanco habilitado como comedor de unos aperitivos que no eran gran cosa, la verdad (tiras de zanahoria, patatas fritas de bolsa, o chips, y poco más). Había, por suerte, gracias a LAB, cerveza en botellines, gratis por supuesto, de la que al principio, en la primera tanda, al menos a mí me dio un poco de corte servirme.
Luego ya se me quitó la tontería.
Entre primer y segundo plato de plástico, con la utilización de sus correspondientes cubiertos de plástico (por favor LAB, que somos bloggers, no animales) reaparecieron en escena Fdez&Fdez.
A mi izquierda sentado en una silla de plástico plegable desplegada, como casi todos los demás, no podía ser de otra manera, estaba otro infiltrado mindundi como yo pero que también tenía blog según me confesó, o sea que no sería tan poca cosa como yo puesto que yo no tengo un blog sino una venganza.
A mi derecha el poeta David González (lo conocen, ¿no?) y enfrente, entre otras chicas, Laura Rosal, que nos hizo esta foto
Fui hasta donde estaban los eletrodomésticos, y Fdez&Fdez, junto a la puerta de entrada del comedor, que mantenían a temperatura ideal las viandas a servir por la señora Abitita (atención, publicidad: Abitita. Cocina tradicional para TELEHIJOS. ¿Echas de menos la comida de tu madre? Teléfono: 610 38 39 39. abititatelemadre@gmail.com).
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Luna Miguel
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