Unnecessary redux of a recent review by Vicente Luis Mora about Alejandro Hermosilla's Martillo published by Balduque
Martillos neumáticos palabra e imagen bioavance explosivo
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Alejandro Hermosilla Sánchez,
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José Alcaraz,
Vicente Luis Mora
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Más pus
En un altar deshabitado, como un coágulo de la periferia,
ahí se puede quizá estar ausente.
Invoca tu miedo pero mantente liviano ante la incipiente galvanización.
Un objetivo.
¿Podrá oír también aquella aquello?
Fricciones, un parpadeo vencido demás. Sí a esos ojos.
¿Qué cuervo, de qué color podría ser y será?
Una matutina proyección. Un charco. Suciedad. Reflejo de otro.
La fístula que supura. Mas sola la sangre no está.
Está en ti, de mí vino.
El adiós quizá se espere.
Un te quiero horrible.
Toma fallida
Creía que era un bebé abandonado en un contenedor de basura, bueno, deseaba que lo fuera. Que ese llorar quejumbroso fuera un gato atrapado no me sorprendió, me decepcionó. Profundamente. A cualquiera le puede confundir un llanto. Había bajado los nueve pisos corriendo porque el ascensor parecía estropeado y también tenía prisa, tanta, que ni cerré la puerta de casa, y abierto con cuidado la tapa del contenedor, asomado la cabeza con precaución y muy lentamente, dando tiempo a mi mente para formular el deseo, diáfano, sin ambigüedades, de hallar en ese gran caja metálica hedionda una razón para ser buena persona. Desde el momento en que oí los primeros lloros desde el salón unos treinta metros más arriba que me obligaron a activar el mute del televisor desde donde se me relataban audiovisualmente los avatares de la última jornada liguera de fútbol, la decimoséptima, creo, para poder distinguir sin interferencias, mirada por la ventana mediante, de dónde procedían los aullidos, mis pensamientos comenzaron a girar en torno a esa idea: el héroe anónimo que salva a una pobre criatura recién nacida de morir congelada de frío. Ya me veía quitándole importancia a mi acción cívica de bonhomía en los programas de sucesos del día siguiente. "Lo hubiera hecho cualquiera", me oía decir, "qué otra cosa se puede hacer, ¡por favor! Ha tenido suerte de que me acuesto tarde." Pero no, ahí dentro no estaba esa razón, sino un gato atigrado que brincó hacia su libertad en cuanto se lo permitió su instinto y el alejamiento de mi persona del contenedor. El gato me había mirado con acritud, como si me hubiera demorado demasiado en acudir a su rescate, cuando ojeé el interior de su provisional prisión. O no, a veces malinterpreto gestos, muecas, miradas, sensaciones e incluso palabras, y es que no soy buen intérprete de casi nada. En fin, pensé, la gratitud no es condición sine qua non de la vida en la calle, seas gato o perro, y me dirigí de nuevo hacia el portal con la firme intención de ascender los nueve pisos andando; un poco de ejercicio nunca viene mal, ya que no era deportista, pero me mantenía en forma por auto-impuesta, y necesaria, obligación. Arriba, de nuevo en el salón, fatigado, con los muslos ardiendo, le di voz a la tele. Ya había terminado lo del fútbol. Me preparé unas tostadas de Nutella y un gran vaso de leche apurando el tetra brick, previendo bien que se me antojarían tras fumar el porro que se me había quedado a medias. Puse una película. Fumé, di cuenta de las tostadas y ocurrió. Otra vez.
Copos de maíz, marca blanca
Sin funicular
Baja de la montaña, descálzate antes.
Pisa la ladera, rápido, un descenso vertiginoso te aguarda.
De lodo hasta las rodillas, corre a abrazar la sombra que te abandonó al elevarte.
Tírate de cabeza a por ella, sin titubear, la caída no será más dura que aquélla
que te esperaba allá arriba al siguiente paso en falso.
Ibas a darlo.
No lo dudes.
No hay sitio para todos.
Proyecta por una vez a la vez que para siempre lo que merece la pena.
Se lo debes a muchos, incluso a ti.
Que en la meseta no termine tu caída, tampoco ese es tu terreno. Más abajo te has de rebajar.
Al mismísimo pie donde todo comenzó, ahí te hemos de ver desencajado y exhausto, descoyuntado por dentro. Como una vez fuiste.
Entonces, por favor, piénsate muy bien lo de volver a subir, porque querrás ascender de nuevo de tan renovado, puro y santificado que te sentirás. Si merece el esfuerzo dejar todo atrás, abajo, porque a alguien oíste decir en cierta ocasión lo bien que se debe estar en una cima como esa.
Curiosamente entre semana se levanta a la misma hora que entonces
La niña cree aún recordar un tiempo en el cual los que se fueron no venían a visitarla.
Una comba se balanceaba sobre trazos de tiza. No había patucos más bonitos que los de su hermano.
A hombros de aquel gigante, en brazos de madre. Un auténtico jardín. Sol, nieve, dulces, flores y agua clara.
Y muchos, muchos árboles verdes, amarillos y marrones. Todo estaba vivo de aquella. Las tortugas, los muñecos y los abuelitos. La leche en su cristal. Tantos amigos con los que jugar.
Una vez se paró el reloj del comedor, y como por arte de magia lo echó a andar de nuevo el hijo de los vecinos. "Qué guapo es, Juan." Un cuco. Cantaba a todas horas, silbaban ellos. Y petirrojos, ruiseñores y muchos gorriones los acompañaban. Y aquel periquito azul y blanco como el mejor cielo. Hasta la aspiradora sobre la moqueta le parecía música los fines de semana. Dios mío, cuántas galletas comía untadas en crema de avellana y las hundía en el cacao que cosquilleaba, picaba hasta estornudar. Qué risas. Ni sabía escribir. Escribir, por ejemplo, pena.
En mitad del deshielo
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Narra
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A M. no
Ella estaba, a la vista de anteriores y posteriores acontecimientos, mal.
Él no estaba mejor ni peor. Pero juntos eran dos maestros. En fuga.
Iban y venían. Expertos cazadores de momentos en lo alto, con sus volteretas,
y su caer.
Iba bien la cosa, el asunto este de estar siempre, dos años, casi, en lo mejor.
Hasta cierto día, que comenzó al levantarse.
Sólo otro más parecía. Se hizo de noche, o ya lo era.
Fría la temperatura, entre sí, se tornó y se vislumbró un claro mental:
"no me gusta esto".
Quién lo pronunciara da igual, aunque se intuya y le siga un:
"no somos para el otro".
Peor, peor, no se puede decir pero aMar fue amada, de la manera en que se puede amar
bajo algunas, cualquiera, circunstancias.
Lástima que aquí el deus ex machina aún se crea que le hace un favor recordándola.
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Bon Iver,
Poemas
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Un poco de La comedia humana de Saroyan
-Más-dijo-. Y más por ahí. Y más. Libros por todas partes, Ulysses.-
Se paró un momento a pensar.
-Me pregunto qué dicen todos estos libros.-
Señaló una zona enorme llena de libros, cinco estantes llenos.
-Y más-dijo-. Me pregunto qué dicen.-
Por fin descubrió un libro que era del mismo color verde de los brotes de hierba.
-Y mira, éste es bonito, Ulysses.-
Un poco asustado por lo que estaba haciendo, Lionel sacó el libro del estante, lo sostuvo un momento en las manos y lo abrió.
-¡Mira, Ulysses! ¡Un libro! Aquí lo tienes. ¿Ves? Aquí dice algo.-
Señaló algo en medio del texto del libro.
-Esto es una "A". Esta de aquí. Y ésta es otra letra. No sé cuál. Todas las letras son distintas y todas las palabras son distintas.-
Suspiró y miró todos los libros que tenían alrededor.
-Creo que no voy a aprender a leer nunca, pero sí que me gustaría saber qué dicen. Esto es un ilustración. Aquí hay la foto de una chica. ¿La ves?-
Pasó muchas páginas del libro y dijo: -Más letras y más palabras, hasta el final del libro. Esto es la vidrioteca pública, Ulysses. Está todo lleno de libros.-
Miró el texto del libro con una especie de reverencia, murmurando para sus adentros como si estuviera intentando leer. Luego negó con la cabeza.
-No se puede saber qué dice un libro a menos que uno sepa leer, y yo no sé leer.-
Cerró el libro lentamente, lo devolvió a su sitio y los dos amigos salieron juntos de puntillas de la biblioteca. Fuera, Ulysses hizo chocar los talones porque le parecía que había aprendido algo nuevo.
William Saroyan, La comedia humana, Acantilado, 4ª ed., 2010, Barcelona. Trad. de Javier Calvo.
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Autorretrato #83
...32 años, escribir, náuseas. 34, vómitos. 36, esputos [ -¿Cómo estás de tu catarro? -Mejor, aunque no paro de esputar. -No es my bonito decirle eso a una chica (rubia, ojos azules; extensiones, lentillas de colores)]. ¿Qué vendrá a los 38? La muerte. Ja...
-¿Qué va a cumplir 5 años su blog ya? -Eso parece.
-Tanto daría que hubiera sido ayer. -Y tanto.
-¿Cuántos autorretratos lleva ya? -Siempre es el mismo. -También.
-Cambiando de tema, supongo que verías el último cepillo de dientes que se ha comprado. ¿No te parece el mejor que ha tenido nunca?- Puede ser. Piensa que nunca antes habían recibido sus encías tales masajes y también que fue económico para ser de marca. ¿Y qué me dices de esas protuberancias, de esos bultitos de caucho que higienizan la lengua? Son una pasada. -Desde luego. Está muy contento con su higiene bucal.
-Seguro que le hubiera gustado buscar un sinónimo para esta higiene.
-Mejor hubiera hecho en cambiar el higienizan porque chirría que mete miedo pa' la cabeza.
-Déjalo, que se joda. Si es mongol perdido. -Ya te digo.
-
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Silvio Berlusconi
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Bucles sagrados por eternos
Vine aquí a decir
que no vine a decir
algo que no se haya dicho ya.
Estoy, por así decir,
de paso, como otros, como todos.
Vivo una vida mejor
y peor que otras vidas.
Hay algo, sin duda,
diferente en mí, al igual que en ti,
pero no incumbe a nadie más que a mí.
Verdad es todo lo que se crea.
Y tus caricias
aunque sólo destruyan,
como mis mentiras, son verdad,
como la poesía.
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Poemas
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Back to the beats
Bien, bien, bien, estamos aquí Leo, su propio amor, yo y el otro. Desde el infinito roto y nuevo, a ritmo del diapasón que mando sentir, mezclando a tres platos con una mano. Yep, yep, bip, bip. Bien, de nuevo comenzamos, distorsionados como otros pero distintos al igual que todos. Sí, no hay manera de, no hay manera de, no. Toses, carraspeos, ¿quién iba a decir que hoy volvería Leo? Bum, bum, tu corazón. Bum puede ser un trasero, tú meneo yo bien gustar (de gustar). Y abajo habrá perros más andaluces que otros seguro diría él, el salvador de esta alma magna cua-cua-cuasi sincopada. Ven, deslízate por lo que suelta el aura de arcángel, ese maná de las flores iridisc... Hmmm, me lo pienso mejor y sigo aquí, se nota, las notas, el timbre, las notas y lo que traen esos hombres en su saco, toca, boca. Pitch arriba ya, venga que esto no decaiga-rá, que venga Julián Ríos ya a mortificacarear. Estamos en una nube de comer, de las que no se pueden ver. Sosténganlo arriba, amigos, prosíguelo tú que a mí no me da el gusto para tanto gato que habrá en el. Y hablando de lo que hay arriba, cómo mantendrá un corazón a tantas mentes es una pregunta igualmente encantado.
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Burial,
Four Tet
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Gustavo Gª-Gleeson sobre Invernadero, un film de Gonzalo Castro
Sinapsis invernaderas
Muchos años después visioné Invernadero. Era mayor uno ya y era martes, día especial de por sí.
Fui al cine con un amigo quien ese mismo día cumplía años, treintayalgo. Le comenté hará unos días que
necesitaba de sus recuerdos de la película para escribir un artículo sobre la misma ya que mi propio
recuerdo, a pesar de ser mucho más grande que cuando vi en la filmoteca a la que solía llevarme mi
padre, muerto hace tantos años que no recuerdo nada de él, El chico del brazo de oro o El imperio
de los sentidos, se había perdido en algún pozo mental negro de tantos desechos.
Yo mismo no creo que pueda serte de ayuda ya que sobre la película en cuestión, aparte de ciertos
cuestionamientos muy personales que se me plantearon aquella tarde, no podría decirte cosa alguna
que te sirviera, pero repasemos aquel día, quizá así vuelva algún detalle válido para lo tuyo, me dijo el amigo, y comencé a relatarle lo que había hecho entonces.
Llovió bastante, entonces, y era oscuro, noviembre, cosas así recordaba. Las Coreas iban a entrar en guerra y casi había telefoneado a una íntima mía para que me acompañara al cine a ver la premiada película
de Gonzalo Castro Invernadero, sobre Mario Bellatin, un escritor al que le falta un brazo y parece
ser que también una tilde, y poco más recordaba, la verdad, le dije.
No es poca cosa, creo que de ahí puedes extraer lo que deseas para tu escrito, me dijo mi amigo Dario, quien últimamente prefiere ser llamado así antes que Darío, por un hit del músico Vitalic; y con esos mimbres esta cesta.
[Buenos Aires, 1976. Obra previa: Resfriada (2008), Cocina (2009)].
Hacer entendible, asumible, a un escritor raro, de los pocos de verdad “raros” (léase su obra Lo raro
es ser un escritor raro), como Bellatin, no está al alcance de cualquier cineasta.
Quizá el hecho de provenir el propio Castro del proceloso mar de las letras haya sido una ventaja, puede ser, pero de lo que no cabe ninguna duda es de la personalísima concepción, cual el tardío Rohmer, pero sin su moral, del joven Castro.
Explicarse sobre Bellatin es inútil. Castro sabe esto y mucho más, y despeja en su film todo vestigio
de arte menor que agrieta la Historia del Cine para configurar una mirada sobre la extraordinaria
belleza de lo cotidiano en la poliédrica vida de un artista único como Mario Bellatin, quien no
deberá poco al, con esta obra consagradísimo, autor (Premio BAFICI 2010, Premio FICXIXÓN
2010).
Si Bellatin persigue la “escritura sin escritura”, Castro obtiene el “cine sin cine”, y eso es impagable,
señoras y señores.
Si en la proyección de Invernadero a la que asistí de un festival de cine in-de-pen-diente -no entraré
a valorar los matices de esa independencia- había cien espectadores al iniciarse la película, al acabar
habría una quinta parte menos (si fueron cincuenta personas las presentes, se fueron diez de ellas
antes de la conclusión, según mi hipótesis estadística, para el caso es lo mismo). Un veinte por
ciento de pérdida de público en unos ochenta minutos. Guau, así decía uno de los perros que salen
en Invernadero, pero yo digo, ¿a dónde vamos a ir a parar nosotros, los cinéfilos?
Con esta constante pérdida de asistentes las salas de cine “de verdad”, no las “de mentira”, como esta peli de Gonzalo Castro, por no hablar por el momento de la resta de clase y saber estar de los asistentes,
paguen o no paguen, y no vean, por otro lado, la de invitados por el morro que hay en este tipo de
festivales, inevitablemente, como viene ocurriendo desde hace muchos años, acabarán cerrando una
tras otra y sólo sobrevivirá algún multicine en cada gran núcleo urbano de nuestro querido país, y
esto no puede ser.
No puede ser, como las hijas de Bellatin, pero es. Hemos de actuar, como Bellatin en este largometraje, y rápidamente, y ser tan veloces como el propio Mario afeitándose en Invernadero para revertir esta decadencia multicinefílica.
Lanzo desde esta plataforma un desafío a nuestros gobernantes que tanto subvencionan a los creadores de cultura, como por ejemplo, Almodóvar, que no sale bien parado en Invernadero, y tanto se despreocupan de quienes tanto les dan. Aparte de auspiciar cineclubs como Dios manda, y desde luego no en centros sociales.
No sé, dennos entradas gratis para esas nuevas ágoras (ahí) a quien pueda demostrar haber visto cine de autor desde hace años sin descargarse nada de internet. O a quien certifique que se ha apuntado a la
escuela de idiomas (academias privadas no valdrían, amiguistas) para no tener que leer los pésimos
subtítulos de las versiones originales. Condiciones de este tipo.
Y si no quieren ver en las sesiones de festivales de cine pelis raras donde sale Margo Glantz, por favor, infórmense antes de entrar en la sala que molestan a los demás cuando se levantan para irse, que de eso trataba de hablar.
sonido de la peli ni a la escarbación en lo más hondo de la bolsa de maíz frito de mi vecino de sillón,
sino que empecé a oír los pensamientos de ese mismo hombre junto a mí.
Debido al ruido que su mano producía por fricción en las paredes de plástico de su bolsa de quicos lo había mirado un tanto molesto y como consecuencia de posar mis ojos sobre él se transfirieron, porque sí, pero no me pregunten por qué, sus pensamientos, en mi propia y conocida voz interna, eso sí, a mi interior.
“Poca sal. ¿Y el agua? Parece que está buena. Sólo tiene un brazo el tío. Vaya putada. ¿Y es
escritor? Joder, sí que está buena. Me mola ese acentillo...”, pensaba el tío.
Obviamente no le presté ninguna atención a la película.
Esto hay que aprovecharlo, pensé ligeramente excitado y nada nervioso, sin decirme nada a mí
mismo y desvié mi atención visual hacia un objetivo menos previsible que el chaval que estaba dos
butacas a mi derecha.
Un par de filas más adelante, nadie ocupaba los asientos en la fila inmediata, había una pareja. Me fijé en el pelo raramente ondulado de la chica y la transmisión se inició:
“Naturalista, puedo decir después. Personal. Mucho plano fijo. Sonido muy Tati, sí. Fotografía
sencilla, efectiva, eso, como uno más en la puesta en escena. A las 10 tengo que ir a la otra, ¿de
quién era? Ya está rozándome. Está tremendo. Godard, tengo que decir Godard. Bonita chilaba.”
Desactivé a la mujer desviando la vista hacia el pelo corto de su acompañante que me pensaba:
“Me voy a ir como esos. Vaya mierda. No hacen nada. Se parece a Bruce Willis. Esta ni caso. Que
dure poco. Esa está como un tren, uf, me pone hasta su voz, como Silvina. A ver ahora. Sí, no,
ponme mala cara encima. Ya me valió decirle a la friki esta que me encantaba el cine. Tías con
gafas. Luego me dirá que si la estética entrópica del fiiiiiiiiiilm. Ya me vale. ¿Hoy hay Champions?”
Era divertido, divertidísmo, pero al rato me cansé de la parejita y en uno de los barridos en busca de
entretenimiento con lo ajeno mi mirada quedó clavada en el actor, en Mario Bellatin, y aquella
suerte de mimetismo cerebral con los demás empezó a no tener gracia alguna.
A ver, todo fue muy rápido y duró poco aunque no podría precisar cuánto, pero el caso es que
cuando sintonicé con Bellatin él comenzó a rezar, en la pantalla, emitiendo unos vocablos en creo
que algún tipo de árabe, pero por dentro él no estaba rezando.
Eso no es lo extraordinario, al fin y al cabo es lo usual, supongo, porque yo rezar he rezado poco en mi vida, y siempre sin método. Y tampoco, no se crean, proviene de ahí el dicho aquel de “eres más falso que un Bellatin”, no. En su cabeza había miles de voces.
A cada segundo, o a cada fracción de segundo, no sabría valorarlo con exactitud, se cristalizaba dentro de mí una voz distinta en un tono que no era el mío, como ocurriera con los presentes en el cine, sino el propio de cada voz.
A un niño que gritaba “Papá, Papá” le seguía la voz de una mujer que se lamentaba dolorosamente.
Después una voz de anciana clamaba por su gato o un hombre gozaba lo indecible, y a las tantas
voces distinguí la mía que, al igual que las anteriores, luchaba por salir.
Un miedo inexplicable a la vez que un sentimiento de piedad inenarrable se apoderaron de mí, y
agaché la cabeza, me levanté y salí del cine, como antes había hecho un montón de personas, lleno
de incomprensión.
Gustavo García-Gleeson
Fuente: El coloquio de los perros. Monográfico 2011. Mario Bellatin: el experimento infinito
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I will never, por David Murders
I will never explain my poems.
I will never explain myself.
I will never even make them explicable.
I will never even publish them.
David Murders' blog
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David Murders
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Sum Pater
1. Supe del dolor una noche. Era verano. Había estado corriendo en serio por primera vez con vistas a prepararme para la vida. La primera de las lecciones que tuve que aprender fueron los calambres.
3. Viendo lo que ocurría en devenires tales a los míos decidí encontrarme con el Absoluto y explicarle algunas cosas, más que preguntar.
4. Hola.
5. Mi soberbia fue correspondida con el don de la visión temporal.
6. La mejor de las lecciones sin pretenderla. Ahí una clave.
7. Por supuesto que había pegas.
8. Acabé por encontrarme en otro cielo de varias cavidades que debían obrar en mi propiedad, según yo. Que conociera el desenlace a mi pensamiento se le antojó inexplicable como es de suponer.
9. No hay forma de evitar la multiplicidad de los ciclos. Comprendilo cuando acudí de nuevo a Él y me dijo: Adiós.
10. Tiempo que pasa.
11. Me angustia pensar que el dolor se herede. Procedo de inmediato con la castración manual.
12. Mi hijo será más feliz que yo.
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Narra
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y
o
y
e
s
l
a
m
ú
s
i
c
a. lo sé
uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuruupupubuuuuuuuuuuuuuu
Del autor que iba a escribir una crónica de un concierto de Nacho Vegas y le salió esta diatriba financiera por causas ajenas, o no tanto, a ciertos pagos a afrontar
Sueño con banqueros empalados por los espolones de sus yates.
Banqueros desollados inmersos en ácido chungo.
Banqueros perforados por mil clavos clavados a mano por mí mismo, por ejemplo.
Banqueros a punto de morir dolorosísimamente por siempre jamás.
Banqueros hombre, banqueros mujeres y niños, todos sufriendo lo inefable.
Un banquero bueno es un banquero a punto de morir atrapado en la hélice de un jet privado.
(Banquero, banquero, sufre hasta la extenuación, cabrón.)
Qué dulce sería tu cruenta muerte, banquero nazi, judío, americano y cántabro.
Banquero de mis banqueros, oye a la muerte adentrarse en ti para reventarte por dentro
con la guadaña de tus intereses, las explosiones de tus comisiones y la metástasis de tus recargos.
Ve como cada moneda tuya cobra su tributo en forma de mamadas de tu mujer a tipos en tu nómina.
Siente, huele el hedor a finanzas putrefactas que emana de bajo esas tetillas carcomidas de avaricia.
Banquero de mis banqueros creerás que el mundo es tuyo hasta el fin de los tiempos.
Pero no es así.
Ya van formándose los escuadrones de la muerte bancaria;
matones sin sueldo dispuestos a cobrarse lo suyo que todavía es tuyo.
Oh banquero, la que te espera.
Disfruta mientras puedas de las Masdivas y la Plaza Véndome,
de San Murezzan y del Waldofaldo-Astoria.
Y de tu filantropía porque...,
hay que joderse, sois benefactores de la humanidad con vuestras fundaciones socio-culturales,
(¡SOCIO-CULTURALES!), esas becas de estudio y el 0 con algo para países en vías de desarrollo;
en desarrollo como tú, pequeño ciudadano, que ya me dirás por qué tuviste que comprarte
a crédito un piso y un coche de paquete, de un rojo tan bonito.
Ahora hay que pagarlo, claro.
Y la otra no sé qué de qué que no le viene la regla.
Pero la culpa es de los banqueros, por supuesto. Yo opino igual.
Matar a un banquero es lo mejor que puedes hacer
después de darte un montón de cabezazos contra la pared.
Perro, El
No se le dé nombres indignos tal que
Pérez Troika, Juanicola o Pepeperro.
El cánido es harto sensible a tales
epítetos que diría Belloc, Hilario.
Ningún animal que mueva el rabo
retornará mejor el cariño que un perro,
tu perro.
Y de paso miremos a ver si también a los pollos
se les puede mostrar un poquito más de cariño,
que pobres pollos...
24 de febrero, según J.L.C.
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Luis Miguel Rabanal,
Otros
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A Hallervorden-Spatz, por favor
Les dejo con otros plastas:
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Arcade Fire
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Selbstbildnis
Estar parado. Quedarse quieto.
Quédate paralizado. No hagas nada.
Niégate, incluso tres veces.
Velo pasar. Solo, tú solo. Te tienes.
La reciedumbre de un delicado e histórico rigor posado. Parnassius apollo.
Qué más. Nada más. No existes; no eres.
Alguna vez quisiste ser: lienzo.
Autorretrato (sin el paisaje de Durero).
Was sonst, amigo?
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Hermann Blocher,
Otros,
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Un consejo de otro malvado
Me encanta hacerlo.
Mi mujer es de la misma opinión.
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Tres haikus con un par para un nuevo año
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Poemas
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Un c(r)uento de Navidad
La cena de Nochebuena, como siempre, excelente, y como siempre, igual. Sopita de marisco, frutos del mar y cordero lechal. Todo ello preparado por mi eterna madre. Postre, panacota, para variar, pues es el único plato al que se le permite, por consenso, mutar de año en año. Un verdejo del Duero para los mariscos y el Muga de reserva habitual para la carne. Los primos de Castellón y mi hija, ahora de Madrid, con su inane marido, presentes. Absolutamente nada verdaderamente nuevo a la mesa. Se cantó por Cesária Évora, Los Calis, Manzanita y al final me arranqué con mi solo de Azzuro que hizo que, al igual que viene ocurriendo desde hace diez años por Nochebuena, a mi madre la arrebatase la melancolía por mi padre y se retirase, taxi mediante, a la residencia Palacio de Plata, lugar al que se fue a vivir por iniciativa propia sin titubear a los pocos meses de morir su, no tengo aún muy claro si amante, esposo durante 39 años. La nieve tradicional por Navidad, al igual que nuestras usuales pegas a su marcha, no impidió tampoco este año que se retirara antes de hora. Para que algo cambie las cosas tienen que permanecer inalteradas, y así sucedió.
Saqué mi monstruosa polla de allí llena de sangre. La misma sangre que brotaba de las entrañas de mi malquerida esposa. Actué ràpido. Eso le salvó la vida.
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