... , ¿y qué me dicen de ese señor, que apenas tiene canas, por la calvicie, y de su barriga, cuando recorre al pleno sol el paseo de la playa destrozándose lo que le pueda quedar de ligamentos y tendones, a rebufo de sus pasos cortitos mientras es rebasado por jóvenes vigorosos?
Sin camiseta, el abundante vello de por todo su gordo torso alisado por la anegación procedente de sus poros, también por donde esas canillas que inverosímilmente lo hacen avanzar; con los ojos en blanco sobre el cuello de toro incapaz de dominar las cabezadas regulares ni con el antinatural braceo.
Y esa amorfa sombra suya siempre por delante.
¿Qué perseguirá?
¿Recuperar la forma en su camino?
¿Estirar su decadencia, sexual, por ejemplo?
¿Alcanzar la meta aún más pronto?
Se desconocen las motivaciones de la gente hasta que se les pregunta por ellas.
Este me contestó lo siguiente:
“Corro porque me da la gana, idiota.”
Y se fue corriendo.
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