Soñé con la sintaxis hecha tripas hasta donde pude.
No digería nada en prosa, descomputaba; llovía excedentes.
El tracto era fino a pesar de lo pasado por agua
del hueco del hambre. Sin fatiga.
Duodenalmente extraño la pasión de las palabras, en ocasiones,
de las veraces.
Hice llamas con fósforo por donde no se oye,
y luego por allí, un héroe de lo logosferipédico.
Aguante. Los sulfatos al ataque.
Eres como le Vian, líquido torrencial sanador.
Sanador, sanador, ¿a dónde vas veteado sanador?
Ullán marcaba los límites del poema en el, sediento, eso sí, azar,
pero tanta sed no tengo, ni hambre ya.
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me gusta.
Me alegro, pos.