Esto no acabará hasta que cante la señora gorda, que sale al escenario con sus cuarenta y siete años de solterona mal llevados por ese porte de oveja vieja de granja escocesa, coronada bajo el cabezal de fregona por una sonrisa britana endogámicamente optimizada en la escala evolutiva. Vamos, la Doppelgänger reinounidense pobre de Elvira Lindo aunque no se las coma dobladas.
Su patético aspecto no deja indiferente, por empatía supondría yo, a quienes abarrotan el circo, que dejan de lado sus sandwiches y la increpan porque no sabe decir que es de pueblo y también al dejar constancia de su ordinariez incontestable con unos meneos de cadera sonrojantes incluso para estándares commonwealthianos.
La freak, que sería si no fuera por su nacionalidad, comienza a interpretar cuando el televidente macho medio ensueña hace rato con la rubia del jurado embadurnada en esencia existencial.
Y la borbónica acabará por resultar tan o tan poco válida como su ídolo Elaine Paige, y puede que tenga razón cuando afirma que su sueño de convertirse en cantante no se ha realizado por falta de oportunidades, aunque suene un poco marginal decirlo.
Canta al desencanto que ha sido su vida hasta ahora, igual que la pieza del musical Los Miserables que vocaliza a la perfección, y se redime. La redimen. Me redimo con mi polla fláccida en la mano. Perdón, perdón, yo también soy un monstruo.
Nunca juzguen un libro por su tapa dicen en la web de Susan Boyle.
Yo añadiría que tampoco se guíen por su autor, ni siquiera por lo que dice.
Y les dejo aquí y debajo a la señora y sus talentos.
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Yo también hablo de ella, me la encontré y no me ha dejado indiferente,¡qué vivan los monstruos! como Susan...
Gracias,
Y los michirones marcan para ponerse por delante. Con esto ya han ganado este partido.