A ver muchacho,
debes primero olvidarte de narrar en primera pessoa tal que así, y le siguió diciendo su conocimiento omnisciente a su real pensamiento que era a su vez impepinable citar a pensadores reconocidos y los hallazgos de sus pensamientos en su obra y le puso como ejemplo la satisfacción que sintió al comprobar vía Román Gubern su más que justificada predilección por el acto sexual recreado al estilo perrito. También le recordó que no procede criticar otras artes letradas, esto a no más colación que la que tiene el resto de este texto, esta vida, con excesiva saña con afirmaciones como que La ciudad de Cavafis no es ni la mitad de importante sin la rima aniquilada por la traducción de turno.
El encorvamiento del sentado escritor se acentuaba sensiblemente con estos pensamientos que si bien no provocan los escalofríos de los regates de Mágico González sí al menos resuenan en algunas pocas conciencias que de vez en cuando se pasean por aquí buscando razones no hallables para dejar de escribir sin ir más lejos poesía o narrativa, que viene siendo y dando lo mismo, pero era un comienzo, y cuenta sin esto su editor de texto doscientas veintiséis palabras en cinco parágrafos que no sabe muy bien de donde han salido pero que es un número que podría aumentar, y lo está haciendo de hecho narrando hechos que cree conocer como que los padres de Marcel Reich-Ranicki murieron gaseados en un campo de concentración alemán. Dubita ligeramente antes de proseguir tecleando, y es que, obviándole a él, puede que escribir esto solo interese a Javier Marías y a su corazón tan blanco, o a una de sus extensiones comerciales como Random House Mondadori de bolsillo, pero por otro lado Marías ya lo sabe todo. Él no lo sabe. Al igual que no sabe que oraciones demasiado largas hacen que el lector pierda atención, mas el estilo lo es todo, y esto lo suscribe Jank junto a nos. Tampoco conoce el significado de ataraxia pero imperturbablemente sereno se dispone a iniciar otra de esas interminables frases de excelsa extrañeza sintáctica tan propia de un desviado como él. Y ahí va. Mejor no, que ya no sé ni quién soy.
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