Un día en Túnez sin Nacho García Vega

*Los más fieles recordarán esta entrada publicada aquí en diciembre pasado.
No me preocupa mucho mi anonimato laboral estos días. Además acabo de volver de una lectura de Manuel Vilas en Murcia y no estoy capacitado para crear algo que siquiera se acerque a lo suyo. No es que habitualmente pueda, sepa o quiera, como pueden comprobar debajo, pero hoy me importa. Ya ven.




"Mirar, no comprar, español, sólo mirar, mirar. ¡Entrar, entrar!"
Al comerciante tunecino le importaba poco que la jaula para loro tropical muy crecido me estuviera seccionando el dedo corazón siniestro y la sólida lámpara de techo estrellada con muchas púas que también portaba, a mi pierna diestra semi-desnuda le hiciera marcas dolorosas, no sólo a la vista, a cada empellón de la consumista marabunta humana inesquivable de la llenísima medina de un sábado como ningún otro sábado cualquiera.
Y mi ella, tan feliz con todo, tiró a medias de mi mochila y palestino hacia dentro del milenésimo bazaratijo.
En pocos momentos me iba a acordar de todos los muertos de Nacho García Vega.
Nuestra parada en La Goulette a bordo de un lujoso barco crucero en travesía por el mediterráneo iba a ser de las que marcan época y acabas contándosela a tus nietos mientras ellos te miran apiadándose de tu alma senilmente demente.
Resulta que mi ojo avizor había descubierto la simiesca jeta de Nacho Pop de entre los setecientos pasajeros de pago de nuestro crucero durante la travesía Livorno-Civitavecchia en nuestra segunda noche mientras me cenaba una 'sinfonía de jamón y melón', filet mignon y una tabla de surtido de quesos que el garçon brasileño Thiago me servía danzarinamente sobre las inesperadamente turbulentas aguas del Mare Nostrum que a diecinueve nudos por hora surcaba el Grand Celebration (tonelaje: 47262; año de botadura: 1987, renovado 2007; eslora: 223.30 metros, manga: 28.30 metros; tripulación: 670; bandera: Portugal), y mis tejemanejes de folletín de a colación, aparentaron lograr lo propuesto por este mititómano.
A través de nuestros compañeros de mesa durante todo el crucero, un restaurador gitano monolingüe de la Marina Baixa y su muy posh casi esposa inglesa igual de monolingüe, logré concertar una excursión no programada junto a ellos y Nacho y su acompañante femenina, esta última a todas luces, por la evidente asimetría presencial, sólo interesada en la supuesta proyección social que adquiría junto a un músico de la época más blanca de la movida madrileña. Esta chica nos comentó, se la veía ducha en estas lides crucerísticas, en el transcurso de la primera cena a la que Nacho no acudió por sentirse indispuesto (a partir de ahí consiguieron una mesa aparte, un Nacho no iba a compartir mesa con extraños, faltaría más), que buscaban acompañantes para la parada en Túnez; y una vez me percaté del personaje que la acompañó al salón de banquetes la segunda noche, hice lo necesario, como ya digo a través de la curiosa pareja anglo-romaní muy receptiva al viaje sin guía pero ignorantes de la celebridad popera, para que formáramos parte de 'Un día con Nacho Pop en Túnez'. El pretexto ideal fue que ninguna de las parejitas quería volver a dejarse embaucar por los exorbitados precios de las excursiones oficiales del barco que se podrían promocionar con eslóganes como 'Quince minutos en Pisa y dos horas en Florencia por sólo 97 €, ¡y sin bocata!' y se decidió que fuéramos los seis en un taxi (en Túnez hay taxis de seis personas, seis, es decir de cuatro pasajeros pero que pueden ser seis, si me captan) a conocer el precioso pueblo blanquiazul de Sidi Bou Saïd, la medina de la capital del país y lo que se nos antojara en las 8 horas libres antes de zarpar de nuevo ya hacia Barcelona.
"De Alicante", le respondí al segundo, en todas las tiendas hay dos elementos vendedores que se turnan a agobiarte, a la pregunta por nuestra procedencia, una vez adentro del antro.
"Yo también Alicante. San Juan Playa. Mejores chicas de España. Mucho mejor que ésta." Y me la señaló. No sabía si darle un puñetazo o darle la razón, y en estas y en estotras, me salí por donde me había venido la pulla: "al lado, al lado de Alicante, Zaragoza, de ahí somos."
"Mi primo Zaragoza. Buenas mujeres también. Mejor que esta."
Como de ultratumba oí un mucho más que musitado "mira amor, ¿qué te parece esta
žellaba para el verano?" de mi vilipendiada por el moro. Ella, un poco más al fondo de la estancia que seguiremos llamando tienda, escondida tras lo que describiré ahora mismo, me señalaba con su delicada mano una túnica azul y de rayado blanco mal puesta sobre un maniquí de poliéster setentero de carcomidas manos.
"Genial. Vámonos." Ese fui yo.
"Amigo, moros y españoles hermanos, mi primo Madrid tiene mujeres", siguió el mismo de antes.
"¿No era Zaragoza?"
"Y tú Alicante, amigo. Mi primo mujeres. Muchas. Mejor que esta."
Casi con disimulo su mano izquierda me apretó un papelito contra el estómago. Tras deshacerme con dificultades de algún lastre, mi ella, por la cual unos minutos antes en otra de esas callejuelas Patrimonio de la Humanidad me habían ofrecido más en serio que en broma mil cien camellos, seguía a lo suyo escogiendo un pañuelo tan exótico que resultó ser made in China, agarré la tira de papel y me la acerqué para poder leerla.
Olía mal el papelito, como a mierda de extraño fresca por recién depuesta, aunque aún así lo leí:

"Soy como soy, yo pretendo que me quieras.
Solo hacer el amor si algún día me deseas.
Cada vez es mejor, como me gusta esta espera.
Me excitan las horas, los segundos, ni te enteras."
Club Subidón, Villaviciosa de Odón, Madrid
555-55 55 55
Mi yo personal no está muy interesado en la obra de Nacho Pop, pero mi yo escritor no podía dejar pasar esta oportunidad que se me brindaba.
Era la letra de un tema de Nacho García Vega en solitario que yo conocí cuando fue versionada por él mismo para celebrar, prematuramente como se demostró posteriormente y posiblemente a causa de esta cancioncilla inevitablemente horrenda, el ascenso del Atlético de Madrid a Primera División.
Antes de hacerme las preguntas típicas de protagonista de peli de humor disparatado como 'Top Secret' o 'Agárralo como puedas' del calado de: ¿es éste el primo perdido de Nacho?, ¿está Nacho siendo utilizado como reclamo por una red internacional de proxenetas? o ¿por qué alguien le canta a un club de fútbol?, me paré a pensar.
No sirvió de nada.
Pero a mi cerebro volvieron los acordes de aquel tema:
"Por favor, subidón. Suficiente. Hace que el tiempo se detenga donde quiera que estés. Subidón. Más allá (mucho más) de lo normal. Juegas conmigo a lo que quiera imaginar. Eres sensual, tan especial. Este momento lo voy a congelar..."
Cuánta ayuda necesitas para escribir Nacho, pensé, mientras un niño de no más de cinco años salía a toda hostia de la tienda con mi cartera en la mano.
Ese día podría haberle ayudado a encontrar la senda del ganador otra vez, pero no quiso tararear 'La chica de ayer'. Lo que hubiera tardado en hacerlo, sólo una vez más, nos hubiera dado tiempo a llegar al punto de encuentro en la recepción del barco.
No me arrepiento en absoluto, querido Nacho, ahora que escribo esta líneas, cuando al día siguiente camino del puerto madre, en cubierta, tras darte fuego y preguntarme de dónde había sacado La Vanguardia que leía tranquilamente al sabor de una cerveza matutina y al resguardo tras una tela china yo te contesté: "vete a la mierda".