Colaso

Colaso entra como entra siempre en la cocina, a la gabacha, mirando a diestro y siniestro en busca de carne.
Nada, hoy no hay cocineras ni stewards, de hecho no hay nadie.
"Mierda", piensa hacia sus adentros, y se dirige al restaurante. Siempre hay camareras de turno.
"Qué bien, hoy está la de las tetas gordas y la del culo gordo. Voy a que me la pongan dura."
Cruza el salón resbalando sobre su propia baba y se planta delante de las chicas que departen tranquilamente mientras entre las dos recogen la última mesa desalojada.
Comienza su show con una de sus típicas ingeniosidades, agudizadas en el último mes por el poderío que da saberse dueño y señor del futuro laboral de sus súbditos: "¿sabéis, chicas, que hoy me he levantado cachondo como un mono francés?"
La Una y la Otra no se pueden creer lo que están oyendo y eso que no es la primera vez que se topan con este Colaso en este plan.
"Colaso tío, eso no tiene ni puta gracia a las once de la mañana" le dice Una. Otra agacha la cabeza y se va a cerrar la puerta del salón, pues hoy se ha librado del tormento.
"Si me lo dijeras en plan más romanticón, de noche, con una copa, ni siquiera me importaría que estés casado", sorprende Una, una vez a solas con el Colaso.
De puro milagro Colaso no se aplasta los huevos que siempre lleva consigo en sus pantalones.
"¿Por qué no me explicas en mi oficina cómo te gusta que te lo diga?"
"Vale, vamos a aprovechar que el resto se ha ido a fumar", le responde la Otra, que de repente reaparece en escena, habiéndoselo pensado mejor.
Los tres atraviesan juntos la cocina en fila india, con tal velocidad que no se cruzan con nadie.
"De acuerdo, vendadme los ojos, pero cerrad la puerta con esta llave, no vaya a ser que nos pillen", sugiere con decisión y hombría Colaso, satisfecho de que al fin las chicas hayan comprendido que teniéndolo contento no les pasará lo mismo que a sus otros compañeros cuando llegue otra vez la hora de despedir a gente de forma masiva.
Las dos chicas, al igual que los otros tres compañeros que irrumpieron en la oficina, una vez le habían atado una mano a la pata de su escritorio con su propio cinturón, en realidad no se habían achicado por los inminentes despidos regularizados. Más bien al contrario.
Y Colaso, bueno, las mejores partes de lo que queda de él, está en estos momentos a la espera en el cuarto frío de ser servido como parte de una innovadora reconcepción de cerdó ibérico con un exquisito toque francés.
Esta delicatessen será consumida por los excelsos invitados del comité ejecutivo de su propio hotel invitados a cenar en la espléndida villa arrendada por el director general con cargo al hotel esta misma próxima noche.
¡Que les aproveche!