¡Joé, otro que le tira a Blanca!

"Eh, José, ¿a dónde vas con esa pistola en tu mano? Eh, José, ¿he dicho que a dónde vas con esa pistola en tu mano."
"Voy a bajar a dispararle a mi vieja dama, sabes, porque la pillé jodiendo con otro hombre."
"Eh, José, yo soy tu mujer, ¿por qué eso de vieja dama? ¿A quién vas a disparar? ¿Quién ha jodido con otro hombre? ¿Y a dónde coño vas a bajar", inquirió la señora de José.
"Voy a bajar a Méjico para lo que te acabo de decir", respondió José, en nada afectado por las preguntas de su mujer. Volvió a alzar, para ojear de nuevo, la réplica de una Star SS de nueve milímetros Parabellum que sujetaba en su mano derecha, tal que tuviera tambor. Satisfecho intentó envainarse el arma tres veces. A la cuarta desistió de hacerlo entre su axila izquierda y se conformó con su cintura, entre la goma de los calzoncillos y su piel desnuda.
Antes de que la pistola cayera al suelo dejándolo con un testículo al aire, lanzó una mirada despectiva a su esposa y entonó un reproche como una maldición: "nunca me entenderás, ¿verdad?" Y salió por la puerta de su casa en calzoncillos, tras recoger el arma, marcando pistolón.
Bajó los cuatro pisos andando por la escalera chiflando una vieja canción de Jimmy Hendrix mientras su mujer negando con la cabeza recogía los pedazos de una revista del corazón en el salón. Los más pequeños pedazos de cuché que ésta tiró a la basura eran unos en los que se veía a Blanca Romero abrazada en la piscina de un hotel mejicano a un apuesto joven.