Cuando por necesidades del escritor resuelve ir en pos de esa mujer que cree necesitar o merecer, a pesar del iroqués oxigenado mostrado por la susodicha mujer en el aporte anterior, nuestro protagonista, de cuyo nombre sigue sin acordarse nadie por aquí, ve factible conquistarla a través de la creación de un blog en el cual ensalzaría sus virtudes, pero no reiría sus gracietas como haría cualquier enamorado. No, ni mucho menos. Le daría caña que eso a ellas les gusta, como presupone nuestro protagonista llamado, por qué no,... no, todavía no.
A ver, la golpearía fuerte en su estima cuando se lo mereciera, la lanzaría al espacio exterior en ondas expansivas atronadoras si necesario, pero por contra también la encumbraría sin sarcasmo como canon de belleza ibérica superior o como no va más de la élite artística española, cosa por otro lado sólo entendible al escritor, que será también lector de su propia obra y esto es un aviso para navegantes, como habitante de un país en el cual se les dice artistas a los toreros y famosas a las putas.
Todo valdrá a partir de aquí para captar la atención de una flor de romero tan blanca como nunca se ha visto.
Pero, anyway, como aquí el protagonista es lo que importa, pero aún, o mejor dicho, otra vez anda sin nombre, lo mejor sería que alguien se lo pusiera y quien mejor que este escritor o mejor aún, otro escritor, u ora.
Una escritora o poetisa de las buenas, acostumbrada a caminar angostos senderos hacia un faro que evita que las desgracias e infortunios caigan sobre la ciudad sin nombre. Y ella, aparte de rebautizar a nuestro protagonista, aunque a los nuevos por estos lares les pueda parecer un ejercicio de endogamia amistosa, continuará el relato indeterminado que echa el vuelo en su propio espacio de expresión llamado la ciudad sin nombre como epílogo al festejo de la mayoría de edad del propio relato indeterminado..., ampliando las posibilidades del mismo con un abanico que sólo puede atraer nuevas brisas.
19. La última noche en el parque que lleva hacia el faro de la ciudad sin nombre.
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