Me dejé caer con los antebrazos y bíceps mucho más ardientes que los dorsales de la barra de dominadas y me senté en el otro extremo del banco en el que el que llamábamos a sus espaldas Herculósofos finalizaba sus alternativas series altas de curl concentrado.
“Oye, tú que entiendes de esto. ¿No crees que el protagonista de la canción de Los Suaves Siempre igual está en ese punto concreto del que Feuerbach anhelaba extraer al cristiano prusiano allá en ...”, le permití decir.
“Se dice Feuerbach”, puntualicé.
“Feuerbach, eso he dicho.”
“Has dicho Feuerbach como lo dice todo el mundo que conoces, pero es Feuerbach”, apunté.
Con una sonrisa agarró de nuevo la mancuerna de 18 kilos. Comenzaba las series, al igual que yo, por su lado más débil, el izquierdo. Los ritmos latinos de la sala de spinning iban en aumento y se imponían al hilo musical de ritmos parecidos de la sala de musculación. Todos los ejercicios básicos me dejan desfondado y exprimo hasta el final los 3 minutos que como máximo, con vistas a un aprovechamiento no solo anaeróbico del ejercicio de pesas, se recomienda descansar entre series y ejercicios en la mayoría de manuales de adecuación física. Debo apuntar que sigo los principios de entreno de Joe Weider al pie de la letra.
“Vale, anda. Pues dime si consideras que Nietzsche...”, resopló. No le dejé proseguir en su cuestionamiento aprovechando que hacia el final de la fase positiva de su tercera repetición tuvo que parar y callar. Sin duda, Alejandro Sanz da vergüenza ajena cuando canta Oh, my sister.
“Es Nietzsche”, afirmé.
La gente sobre las bicis de la cercana sala oían decir a Shakira que era una gitana. Terminó sus doce repeticiones sin insistir más en la cuestión que no me había acabado de plantear. Pero de la que me levanté del banco y di los dos pasos que me separaban de la caja de fuerza en la que se hallaba sujeta la barra de dominadas que, a diferencia de otros gimnasios, todos los gimnasios, diría yo, se encontraba allí, mostró su desconcierto con mi ser tiquismiquis, probablemente con las venas de sus brazos y hombros en plena demostración, aunque su vascularidad era infinitamente menor a la mía, de corriente sanguínea. Ese detalle se me escapaba porque además de estar de espaldas, colgando ya de la barra, Herculósofos, al que a veces le decíamos a la cara “eh, filósofo, échame una mano en mi praxis”, iba tapado, ya que en invierno nunca entrenaba, debido a la falta de bronceado artificial, descubierto. Teníamos una semejanza mesomórfica acojonante pero por algún motivo hiciera el ciclo, la dieta o rutina que hiciera su genética, y llevamos coincidiendo siete años en Pepe's Gym, no le había permitido alcanzarme ni en volumen ni en temporada. No es que no me alcanzara, sino que se quedaba a años luz incluso en la comparativa de gemelos implantados. Una vez se inyectó synthol pero le salió el tiro por la culata por el tema de la deformación.
Ya iba a elevar yo mis, bastante definidos para estar en plena fase masa, y a falta aún de 16 semanas para el Open, 121' 7 kilos hacia arriba con la mancuerna de 35 kilos colgando en tintineo entre mis piernas cuando se arrancó al reproche.
“Parece que tu leit motif hoy sea no querer hablar conmigo”, me soltó.
No me contuve, ahí colgado y, sí, le grité:
“Es Leitmotiv, y en mayúscula, coño, como todos los sustantivos: Übermensch , Zeitgeist, Gemüt. La 'e' en Nietzsche se pronuncia, y por Dios, es Aufklärung. Y ya que me apuras la gente que se desnuda como la guarra de tu novia es stripper no streaper.”
En ese punto debió mosquearse Herculósofos que en realidad se llama José Ángel. A causa del esfuerzo que requieren las dominadas ya desde el mismo inicio de cada serie no recuerdo qué canciones llegaban a mis oídos por dos vías cuando la mancuerna de 18 kilos golpeó mi cráneo. Seguro que era la misma basura comercial que aquí dentro. He bajado 16 kilos y medio en apenas dos semanas. Cuando salga del hospital voy a ir al instituto en que da clase y, con mucha probabilidad, matarlo. Putos filósofos.
“¿Tú crees que Schopenhauer hubiera justificado la violencia intestinal que surgió en la Alemania de entreguerras?”, pregunta el inmenso profe José Ángel en ese preciso momento a su alumno predilecto que se preparaba con clases particulares aparte para su futuro ingreso en la facultad de periodismo.
“No, ese que dice, no." Contesta el alumno, y añade: "Ficht sí, seguro.”
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