Por esto se inventó internet
Dios recibía bofetadas a diestro y siniestro. Sin rechistar. Cada vez había más almas allí. Venían de todos los lados -menos del África postsahariana-, de la Guerra Civil Española, de la selva del Amazonas, de los zoológicos. Paul Robeson, Pol Pot y hasta Beato Pablo Borges estaban allí. Pegando a puño cerrado, a mano abierta, cabezazos, de todo. El hijo de Lindbergh arañaba a Dios. Barbieri, el poeta, le daba coces al todopoderoso en contraste con los rabazos del caballo primero de la serie Fury, Furia, en castellano. El Infante Don Juanma mordía la tercera oreja divina. Charly Brown tiraba cáscaras de banana en ubicuo. Alguna mujer también le hacía cosas malas al que todo lo ve. Errol Flynn le ensartaba el pecho con su inconmensurable duro estilete de venas forjadas. Rimbaud, que observaba, gritaba: yo os conseguiré armas baratas. Y a-kbaremos con él, lo apoyó Federico, el realmente Grande. Shere Khan sólo rugía lo cual podría resultar peor pues aquel todo lo oye si bien sentir siente bien poco por mucho que le den pues es un hijo de puta muy duro. Ahí lo tenéis.
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