14. La última noche en el parque

En todo caso, y una vez consumado el histórico ascenso, Jorge vuelve a protagonizar la actualidad de manera incontestable.
La creciente popularidad de Jorge le ha traído nuevas amistades, como la de un poeta grande instalado en las alturas del país, entre otros hogares, cuya obra sin embargo apenas conoce más que por sus ocasionales paseos por la red de redes, inmenso embudo éste en el cual cabe desde lo más grande hasta lo ínfimo, lo grandioso, lo pésimo, lo pretencioso o conmovedor, tanto da; la más abyecta naturaleza humana también campa a sus anchas por esa tela de araña redesarrollada constantemente y tan bien conocible a la velocidad que nos permitan nuestras propias luces, en la que por ejemplo hoy en día un elogio del proxeneta bienintencionado fallece sin avisar (aunque la muerte se anuncie no es ley que se explique) y por contra el amor mal entendido hacia los niños se multiplica, sólo públicamente, eso sí, de manera inexplicable.
Jorge no es ajeno a toda realidad, y agradece, que conste, lo que haya que agradecerle a sus nuevos amigos, aunque su particular realidad se limite a celdas, patios y economatos, que a su manera de entender incomprensiblemente (y para cada vez más personas, espero) lo ha colocado en el mismo plano, no sólo arquitectónico, de otros con los que Jorge no quiere tener nada que ver. Pero bueno, hay cosas que no hay que tratar de entender si uno no quiere volverse loco. Ese es el consuelo de Jorge. Por el momento.

1 Responses to 14. La última noche en el parque

  1. Gracias, Jorge, por entender. Suerte y un abrazo