Sexo, porno, puta y gratis en Youtube

Mi audiencia potencial con esta entrada es de unas dos mil millones de personas.
2.000.000.000, imagínense. No tendría competencia.
La Biblia, el Quijote y el Marca si acaso se equipararían en difusión a mi escrito.
Todos mis sueños literarios se harían realidad, como para decirle al Follet: "eh, ¡qué te jodas a la Rowling!"
El destino de Bandini al alcance de un hasta entonces simple mortal.
Sí, sería algo grande, sin duda, comenzar el relato con una frase épica como por ejemplo:
Lo mejor de ella, al fin y al cabo, fue que tuve el mejor sexo gratis que ni las putas del porno de Youtube jamás me dieron.
Y terminar el relato, qué digo relato, novelón, con las palabras conjuntadas siguientes:
Dios, que ya no existe, me había dicho hace tiempo que él no existiría fuera de ella.
Un glorioso final a la más magna ocurrencia literaria desde que Gutenberg, al ver lo que había creado en su Maguncia, exclamó: "y ahora le pongo mi nombre a este puto libro."

Pido perdón a todos que en algún momento de su vida cibernética serán guiados hasta esta entrada cuando sólo buscaban un poco de material guarro.

Y el tío cae de pie al borde del anterior abismo (y fin de esta doble entrada, posdata: improvisada)

Aún en vida, ya diré aquí que, te hablo mejor a la cara de cosas:
de casi palabras sencillas si acaso, no-nociones autodestructivas.

Yo seguro la querré cuando, mis miembros quietos,
por esa chica haga que traiga un clavelito rojo y sin el tallo.
Que tumbado y pagado al fin, espero, cada vez más lejos de lo que fui,
a cuando venga a mi nicho.

Que pienso en alegrarme mañana cuando, por suscrito a la muerte,
me vea abajo.
No serán pocos los espasmos.

Y tú, esperando, las dirás, por mi madre:
no hay otros iguales.
¿Ahora me entiendes?

De este día en el que no sabes si salvarás uno de tus abismos en el salto mortal que ejecutas a diario

Pienso en alegrarme mañana cuando,
tumbado
cuando esperando,
me vea abajo, cada vez más lejos de lo que fui.

Quietos mis miembros,
serán pocos los espasmos
y tú ahora dirás que ya aquí no me entiendes.

Te hablo mejor a la cara de cosas,
casi no-palabras sencillas;
no diré por si acaso que hay nociones autodestructivas iguales a las de otros.

Espero al fin que venga.
Y yo a la muerte la querré
cuando haga que esa chica traiga un clavelito rojo y sin tallo,
a mi nicho pagado por el seguro suscrito por mi madre;
aún en vida.

Cosas que recordar preso (y habrá gente capaz de trenzar una novela con estos mimbres)

Me gustaba su sonrisa.
Y esperarla escondido cuando estuvo con otro,
luego oírla chillar y la sangre en su vientre.
Me gusta recordar su sonrisa aquí encerrado.

Matthew Herbert en concierto. Yo estuve allí, ¿usted se lo va a perder?

Él es un tipo cuyo cerebro no le cabe en el cráneo, lo pude constatar desde el anfiteatro en que disfruté del concierto, lo cual supongo es la razón por la que se mueve sobre el escenario como alguien en tratamiento con Haloperidol. No se dejen engañar por esto, es un iluminado del sonido y del ritmo, de esto último, insisto, sólo dentro de si mismo, para todos nosotros.
El swing de toda la vida, nada más y nada menos, sirvió a este vanguardista (vaya palabro) electrónico, y en sus entrevistas comprometido (otro palabro) artista (esto sí), para teletransportar a los más comunes asistentes hacia algunas de las dimensiones inexplicablemente aún ignotas por buena parte de la familia electrónica, a pesar de la militancia veterana del propio Herbert y de algún otro visionario sobre tan fértil terreno.
Dio comienzo el auténtico recital con una bofetada en la cara de más de un pusilánime espectador del lamentablemente no lleno Teatro Circo con un ejemplo vivificante del eclecticismo musical que la cabecita de Herbert es capaz de producir: dieciséis músicos, con una sección de viento muy mayoritaria, un director con batuta, el propio anteriormente también conocido como Dr Rockit (cual mítico y en su tiempo liberador tema de Herbie Hancock) dirigiendo a todos ellos a los mandos de sus artes de creación favoritas y la voz de una, enseguida volveré a ella, inmensa Eska Mtungwazi entonando "Breathe", supuso un removimiento benefactor de las columnas presentes petrificadas por tanto inmovilismo musical, tan conservador por repetitivo como dominante en todos nuestros días. Y esto se agradece. Huelga decir que la mitad del aforo acabó bailando hacia el final del concierto.
El opíparo banquete que supondría la voluminosidad del cuerpo de Eska, a todos los niveles muy semejante a Jocelyn Brown, para cualquier tribu Caribe no le resta atractivo, más bien los suma en estos flácidos tiempos, y fue el espectáculo casi mayor de todo el conjunto, y no lo fue al completo gracias a que quedó bien claro quién es quién en este concierto, a más tardar, cuando a Don Mateo le colocaron una capucha Guantánamo-style sobre su cabeza y aún desde esa oscuridad fue capaz de liderar a su buena banda.
Bueno, que esto me aburre, lo que quiero decir es que serían tontos si no aprovechan la oportunidad de ver este espectáculo si esta se les brinda en sus respectivas poblaciones ya que estas gentes están de gira por Iberia. A mí me costó lo visto lo que me hubieran costado tres copas en cualquier antro de hoy en día. A pesar de la puta crisis promovida por los banqueros, mantenida por los medios y sufrida en realidad sólo por los de siempre, no es mala inversión.
Próximas citas:
Balencia, sábado 8/11/ 2008 (Greenspace)
Ouportu, lunes 10/11/2008 (Casa da Música)
Chan Chebastián Tan, martes, 11/11/2008 (T. Victoria Eugenia)
Barchenoha, jueves, 13/11/2008 (Palau)
Bilbau, viernes, 14/11/2008 (Santana 27)
Cheech y Chong, sábado, 15/11/2008 (Laboral)
Madriz, domingo 16/11/2008 (La Riviera)

20. La última noche en el parque

Jonás, Jonás I. Rosk, para más señas, ajeno a las impresiones que su cara cortada por la sonrisa causa en aviones malditos y ciudades sin nombre, repudia su propia retrato rosado en mal papel de caca una vez más.
Otra vez pillado in fraganti, otra vez con una falta de oxígeno bajo, no sobre, el cuero cabelludo.
Harto no define con precisión su hartazgo de tanta carnaza expuesta, mientras apura el menú de su asador preferido, y ojea, no lo puede evitar como buen leo que es, las revistas compradas en la mejor, él después de Blanca sólo aspira a lo mejor aunque descienda hacia los mortales, más bien las mortales, de cuando en cuando, librería de su ciudad a la cual ha decidido poner nombre más adelante. O no.
De ésta también se llevó, en una edición de bolsillo que iniciará su crossing probablemente en el próximo taxi que agarre Jonás, "El honor perdido de Katharina Bluhm" porque le parece que un libro siempre viste, aunque sea ligero o poco voluminoso, en un tipo como él.
Antes de ser reconocido por quinceañeras y amas de casa como un ligue de la más Blanca ex-yerna de la ex-Carmina, le hacía falta recitar desde los afectos a un argentinófobo Benedetti para que le prometieran amor eterno. Ahora ni siquiera necesita de la intensa penetración de su mirada palabrada en las psiques para conquistar y reconquistar a niñas, entradas en magra o no, preferentemente de ojos aguamarina pues negros sólo en aquella que se va de todos permite. Este adonjuanismo alcanzado a él no le parece de mérito valedero.
Necesita una identidad nueva que le permita ser él.
Trazos de un sí mismo que le faciliten reconocerse al instante. Perfiles lapizados si acaso, pero iniciantes al menos de una concreción a adivinar.
Debió ser artista, piensa, de los de verdad, así ahora no necesitaría recurrir a una para que le haga un retrato.
Zendo presenta:
21. La última noche en el parque